Con la amenaza de descalabro en ciernes, la verdadera dimensión de los Milei entra en juego

Un cuadro que va de lo ilegal en la Corte, lo alarmante en la economía y lo patético en Mar-a-Lago. Los “colosos” condujeron al ultra a una encerrona. Aspavientos de Santiago languidecen como música de fondo. Las palabras ausentes de Kicillof en su desafío a Cristina. Guía urgente sobre un conflicto peronista “que no se entiende”.
Los hermanos Milei cumplen un tercio de su mandato en Casa Rosada. La última semana ofrece un elocuente cuadro de situación.
La secuencia incluyó un discurso mal leído y entreguista sobre las Islas Malvinas, una derrota abrumadora en el intento de designar dos cortesanos de currículum impresentable, la insistencia del Ejecutivo en que un intruso permanezca en el máximo tribunal y un viaje malogrado a Mar-a-Lago para conseguir una foto con Donald Trump. Con el mundo en vilo por el golpe comercial del presidente republicano y los activos argentinos en caída libre, Luis Caputo ofició de fan del “rockstar total” Milei en la enésima cumbre fascisto-kitsch a la que asisten. “Al menos, el viaje sirvió para que Toto no le diera otra entrevista a (Luis) Majul”, razonó un operador financiero entre los más convencidos defensores del plan económico, que no obstante objeta la pericia retórica del ministro.
Trump desbarató la economía global con una aplicación intempestiva, con pinta de chapucera, de aranceles masivos al comercio exterior. A la montaña rusa financiera se le soltó la cadena, pero la dimensión verdaderamente significativa para el empresario que ocupa la Casa Blanca se develará en el aumento de precios y los indicios recesivos en la economía norteamericana, cuyo verdadero alcance se demostrará con el tiempo. El objetivo declarado es que la producción de bienes y servicios se relocalice fronteras adentro de Estados Unidos. En el mientras tanto, el descalabro absoluto es una posibilidad.
El mundo se acomoda a los desmanes de Trump. Los commodities pierden precio y las monedas internacionales se acomodan ante el nuevo escenario.
¿Cómo encuentra este cisne negro a la Argentina? Con el peso sobrevaluado y una atadura estricta de la política cambiaria, como si rigiera una convertibilidad, pero con reservas negativas en el Banco Central. Allí está la magnitud del éxito de los “colosos” al mando de la economía argentina, al cabo de año y medio de un Topo implacable con el Estado y cruel con los habitantes, y con el influjo de un blanqueo récord a pedir de evasores. Expertos en evaporación de dólares, con o sin crecimiento.
La cáscara del Gobierno de los Milei adquiere entonces su verdadera dimensión. Los insultos y las provocaciones del mandatario y sus seguidores resuenan como música de fondo del experimento, mientras suceden los problemas reales. El Todopoderoso Santiago se vuelca a celebrar en Twitter discursos de poca monta de senadores amigos y fracasa en un manotazo para anular una sesión en la Cámara Alta, convocada formalmente para tratar los pliegos de Ariel Lijo y Manuel García-Mansilla, lo que habría significado un autogolpe. Las versiones de la irascibilidad descontrolada de Javier Milei se tornan cada vez más frecuentes, mientras la guillotina de Karina asusta cada vez menos: los Milei ya vulgarizaron demasiado el elenco como para generar miedo.
El Ejecutivo gasta fondos propios o de YPF, seduce con cargos en la UNESCO y alguna otra sortija para atrapar a un Kueider, y apenas consigue dar vuelta a un par de santacruceños, algún chaqueño, una tucumana, un catamarqueño, una neuquina, un correntino, Luis Juez y poco más. El Triángulo de Hierro quedó retratado en su fracaso estrepitoso en el Senado.
Los trolls ultras y el Grupo Clarín se volcaron a convencer a incautos de que la Casa Blanca había privilegiado a Milei a la hora de establecer aranceles más bajos que al resto de los países. Desde el primer minuto de Milei en Casa Rosada, los primeros se dedican a falsear cada estadística o información pública a cambio de un sueldo estatal, algún contrato o migajas. Clarín juega en otras ligas, por ejemplo, terminar de consolidar uno de los mercados de telecomunicaciones más concentrados del mundo.
Aconteció que el cúmulo de acciones lisonjeras para seducir a los extremistas instalados en Washington y Tel Aviv tuvo, a la hora de establecer un arancel a las exportaciones, el mismo valor que el resto de los países de Sudamérica (10%), varios de ellos con gobiernos de izquierda.
El canciller, Gerardo Werthein, socio de Majul en la radio El Observador y beneficiario de titulares promocionales en los medios, se ocupó de difundir un probable encuentro entre Milei y Trump en la residencia del republicano en Mar-a-Lago, Palm Beach, estado de Florida.
Werthein negoció la fallida foto con un tal Glenn Parada, un evangelista oriundo de El Salvador y otro tal John Rourke, dueño de una firma de mudanzas, gestores del sello Make America Clean Again que otorgó el premio American Patriot al mandatario argentino. Esos dos personajes de la periferia ultraconservadora de Texas y Florida remiten a una catadura moral y profesional similar a la de los marginales elegidos por los Hermanos Milei para lanzar su criptomoneda $LIBRA: cazadores de fotos que ven en la dupla gobernante argentina una oportunidad para hacer negocios. Los Milei vuelven a coquetear con arribistas semanas después de haber sido relatados en todo el mundo como los organizadores de la presunta criptoestafa, pese a las promesas de que “levantarían un muro” más estricto para no atraer a tanto indeseable. No salió.
Lo que fue un raid de Milei saludando a mujeres extraídas de una comedia del canal Hallmark, con el ministro de Economía celular en mano para captar el momento, fue imaginado como el espaldarazo final que daría Trump al demorado acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
La desesperación que denota el viaje es razonable. Si el FMI no arroja otra montaña de dólares al país que ya es, por lejos, su principal deudor, el Gobierno de los Milei estará acabado.
Caputo condujo al Presidente a una encerrona bajo la teoría de que el congelamiento de la base monetaria impediría cualquier espiral devaluatorio como el que lastró al Gobierno de Mauricio Macri, en la anterior misión del ministro. Esa elucubración era desmerecida como terraplanista por muchos economistas, aunque la mayoría, por razones ideológicas y de las otras, preferían disimular y valorar en público el gran “mérito” de la motosierra, así como elogiaban a Macri en 2017 por su “regreso al mundo”.
Ahora resulta que las posiciones en pesos, tras crecer año y medio a tasas muy superiores a la devaluación controlada del dólar oficial de 2% mensual, se pueden desarmar de un momento a otro y buscar la moneda norteamericana, con el Banco Central carente de todo poder de fuego. Es tan precaria la situación, que cualquier solución proveniente del FMI con sus estándares habituales —un anticipo de hasta 30% del programa de financiación y, el resto, en cuotas, de acuerdo a metas— sería vista como la antesala de una estampida. El escenario “positivo” —que el organismo se desprenda de inmediato de US$15.000 millones a carpeta cerrada, un muro para defender al peso, por mera orden de Trump— dejaría al país ante una deuda de US$60.000 millones sólo con el FMI. Los hijos y los nietos de Caputo heredarán su fortuna y la suma de préstamos orquestados por el ministro seguirá pesando en la mochila del pueblo argentino.
El riesgo de descomposición acelerada de la apuesta de los Milei encuentra al peronismo inmiscuido en una interna entre Cristina y el único dirigente peronista que puede al menos esbozar la idea de desafiar su liderazgo, Axel Kicillof.
El eje Instituto Patria-La Cámpora coincide con el grupo más cercano al gobernador bonaerense en que el límite de la pelea debería ser “no regalarle la victoria a Milei”. Ambos se acusan mutuamente de transgredir esa premisa con temeridad.
Una narrativa extendida indica que la disputa “no se entiende”. Cabe sospechar de quien la sostiene. Lo que está en juego es la conducción de la versión de centroizquierda del peronismo, la única que se demostró viable en términos electorales desde principios de siglo, y que tuvo a un Kirchner (él o ella) como jefe indiscutido, al menos hasta 2019. El choque incluye una forma de construcción y estrategia, y más solapadamente, diferencias de contenido.
La Cámpora abona la idea de que el motor de la pelea es “un capricho” y la ambición personal de Kicillof. El relato indica que un grupo sin visión política, ni presencia territorial, ni siquiera identidad peronista —los axelistas— se precipitó sobre el intento de jubilar a Cristina. Kicillof, su mano derecha, Carlos Bianco, y el resto de “los Clío” son —en una retórica cada vez menos cuidada— “traidores” de quien les dio todo lo que consiguieron hasta ahora.
Cristina ejerce el liderazgo con todas las herramientas con las que cuenta: convencimiento, látigo, chequera y el peso de su representatividad. A veces, con difundir una encuesta real, le alcanza a la expresidenta para disuadir a tentados con lanzarse al monte.
Esos mismos recursos los usó durante el período más virtuoso de sus gobiernos, aquél que llevó a cabo transformaciones valiosas desde una perspectiva progresista, y ahora le sirven para sostener la vigencia de su apellido en la conducción del peronismo, sin norte, ni mirada crítica, ni mirada trascendente, ni vocación efectiva por construir una mayoría para vencer a la ultraderecha.
¿Cuestionamientos? Cristina, dos veces presidenta, vicepresidenta, senadora y diputada es también una abuela dedicada a su nieta, y está a dos párrafos de ser condenada a prisión domiciliaria durante varios años por tres o cuatro firmas desprestigiadas que ocupan sillas en la Corte Suprema. Pedirle un acto de introspección y la cesión voluntaria de su corona sería un acto de irrealismo político, que desconoce la personalidad que trajo a Cristina hasta acá.
Así las cosas, le corresponde a Kicillof llenar de contenido político su desafío y dar la talla para doblegar a uno de los liderazgos más importantes de la historia democrática. Si los Kirchner pintan el proyecto del gobernador bonaerense como una obra de la mezquindad, la pelota queda en campo del mandatario provincial para demostrar lo contrario.
No alcanza con que los axelistas describan desplantes de Máximo y su entorno; contradicciones flagrantes de quienes reclamaban a los sucesores probables de Cristina “tomar el bastón de mariscal”, pero amonestan el más módico esbozo de autonomía; errores lacerantes como la promoción del todavía vigente Martín Insaurralde; y el egoísmo y la endogamia de quienes prefieren erosionar al dirigente político con mayor proyección para enfrentar a la ultraderecha.
Dicho encuadre —el de la enumeración de las presuntas inconductas camporistas— sigue ubicando el eje del conflicto en disidencias de carácter, cálculo e intenciones. Si tan inaceptables son las prácticas éticas de Cristina, Máximo, La Cámpora y el Patria, y tan inhábil es su estrategia política, y eso es todo lo que el axelismo tiene para decir, entonces cabe la pregunta de cómo pudo Kicillof haber aceptado tan ingrata compañía hasta arribar a su puesto actual.
Pasa el tiempo, y aunque el gobernador ha demostrado principios éticos, convicciones ideológicas y capacidad de gestión muy superiores a otros “disidentes” que asomaron la cabeza a lo largo de veinte años de kirchnerismo, el destino de la neutralización y el olvido es una hipótesis sobre la mesa, y a no muy largo plazo.
Ya que “no se entiende”, el siguiente punteo intenta aportar elementos de comprensión sobre el estado del conflicto y lo esperable en los próximos días, sobre la base de consultas a fuentes calificadas de ambos lados:
SL/DTC
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