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El "rodrigazo" no terminó

El "rodrigazo" no terminó
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El rodrigazo fue mucho más que un programa económico: quebró el consenso industrialista del siglo XX y sembró el germen de la decadencia argentina.

El "rodrigazo" no fue sólo un brutal y fracasado programa de ajuste. Fue "fin del contrato social argentino" (A.P.Gonzalvo, LN 13/5) o mejor, la ruptura del "consenso implícito de pleno empleo" con política industrial forjada, "in crescendo", a partir de 1930. 

Ese consenso fue la respuesta conservadora a la crisis de desempleo derivada del desenganche de la locomotora del Imperio Británico: el ocaso del modelo agroexportador. 

Aquél "consenso implícito" generó décadas de crecimiento y la mayor proporción de clase media en países en vías de desarrollo, distribución del ingreso como en Francia y reducción de pobreza que, en 1974, registró a 4% de la población. 

La decadencia, en la que estamos, comenzó el 4 de junio de 1975. 

Las consecuencias del "rodrigazo" gozan de descripción unánime de historiadores y economistas.  

La explicación dominante del "por qué" es la de "desajuste macroeconómico". Veraz. Pero esa explicación deja huérfano el por qué, sin guerras ni desastres naturales, se ha vivido medio siglo de decadencia, en el país que protagonizó un siglo (1880-1975) de progreso. 

La clave es entender que, el "rodrigazo", no fue sólo "un programa de ajuste". Fue la ruptura, liderada por algunos sectores empresarios, del "consenso implícito de 1930". 

La razón de esa ruptura fue el pánico que generó, en los 70, la guerrilla urbana para la instauración del socialismo. 

El 1 de junio de 1970 fue asesinado el Gral. PE Aramburu. Hasta entonces la guerrilla, básicamente rural, sumaba secuestros y asesinatos de empresarios y sindicalistas. 

Pero el de Aramburu provocó una conmoción y el temor al socialismo introdujo el virus del pánico en empresarios. Los sindicalistas fueron los más atacados. Eran víctimas todos aquellos que sostenían al "consenso del pleno empleo con política industrial": los sindicalistas eran fundamentales.  

El 10 de noviembre de 1970, la política concretó un acuerdo, la alternativa a la violencia: "La Hora del Pueblo". 

Urgía la democracia sin proscripciones e inaugurar la "amistad política para el diálogo", sin ella sería imposible un "programa común" que explicitara y reafirmara, el "consenso implícito de pleno empleo y política industrial" cuestionado ahora por las armas guerilleras. Era urgente participar a los trabajadores de la ganancia de productividad de la última década. 

Desde 1930 habían comenzado, tal vez sin saberlo, las bases del Estado de Bienestar. La integración social tuvo "el costo" de menor tasa de crecimiento que la de 1880-1930 (G.Di Tella). No obstante, el crecimiento de 1930 a 1974 duplicó el PIB ph. 

La década 1964/74, la última del consenso, fue de crecimiento continuo y la más alta de la historia después de la 1884/94. No se produjo la "convergencia" con los más desarrollados, pero no aumentó la distancia con ellos. 

El "rodrigazo" introdujo, hasta hoy, una "divergencia dramática": estamos cada vez más lejos del Primer Mundo. 

El "consenso implícito" de 1930 sostenía la movilidad social ascendente. La guerrilla procuró demolerlo ("cuanto peor, mejor" decían) y sustituirlo por el socialismo. 

Entonces, el cierre de proyectos de inversión fue hijo de la demolición de las expectativas. Las empresas con ejecutivos secuestrados reducían su exposición en el país. La guerrilla generó pánico empresario.

R.Balbín y J.Perón, enfrentados desde hacía 30 años, urgidos por la violencia, convocaron a los partidos a firmar "La Hora del Pueblo". Excepciones: la JP brazo político de la Guerrilla y la UCD, expresión del liberalismo, minúsculo sector que siempre rechazó el objetivo de pleno empleo. 

Los partidos de "La Hora", en 1972, concluyeron las Coincidencias Programáticas, con 20 proyectos de ley, y las firmaron junto a CGT y Pymes (CGE). 

Explicitaron aquel consenso de pleno empleo, que había atravesado gobiernos conservadores, peronistas, radicales, militares. Lo requerían para acabar con el pánico a la guerrilla socialista que estaba alejando a la inversión reproductiva. 

En 1972 secuestraron y asesinaron a O.Sallustro, líder de Fiat que trasladó inversiones a Brasil, y al Gral. J.C. Sánchez jefe militar.    

En junio de 1973 JB Gelbard, designado por Perón sin acuerdo de H.Cámpora, firmacon CGT, CGE y UIA el Acta que formalizó aquellas Coincidencias. En Asamblea (Teatro San Martín) se sumó todo el empresariado, y A.Fauvety llevó al ministerio esa adhesión (que incluye a ACIEL). 

La apertura de Villa Devoto, banderas rojas en la Casa Rosada, Ezeiza, reflejan la presión del brazo político de la Guerrilla sobre la presidencia de H. Cámpora. J. Perón se ve obligado a asumir la presidencia. Lo elige 64% del electorado. A las 48 horas, asesinan a JI Rucci "para terminar con la pata sindical del Pacto Social" (M.Firmenich). 

Después del 12 de junio de 1974, Perón no está más en el Poder. 

Al pánico de sectores empresarios por el asesinato de Aramburu a manos guerrilleras, lo disipó La Hora del Pueblo (1970)

El asesinato de Sallustro (1972) y la ola de secuestros (más de 300 en 1973) lo acrecentaron. 

El Acta de Compromiso (6/73) y el regreso de Perón generaron una nueva expectativa. 

El asesinato de Rucci y la muerte de Perón, invirtieron ese clima, a pesar de las cifras económicas positivas que habían superado al impacto de la crisis del petróleo. 

J. López Rega en ausencia de Perón - golpe de palacio - toma el Poder, el ministro de economía queda bloqueado, trata de salir del gobierno. Renuncias no aceptadas con lágrimas; después de más de tres meses, Gelbard logra salir y en octubre de 1974 asume A. Gómez Morales impuesto por López Rega. 

Nueve meses, después de desarmar la concertación, "Economic Survey" - la voz de la ortodoxia - dice de Gómez,  "condenado a una permanencia sin sentido, en un cargo donde afronta el más lamentable de los fracasos": perdió las Reservas, expandió el déficit fiscal, aceleró la inflación. Al año de la muerte de Perón no quedaba nada del Pacto Social. 

Rodrigo ejecutó un programa de ajuste destinado al fracaso sin posibilidad de éxito. No era el objetivo. 

El mentor del rodrigazo fue RM Zinn.

Para él, el pleno empleo, la capacidad sindical, era una condición que podía ser aprovechada por las comisiones internas de izquierda y así sumar fuerzas al socialismo armado (250 secuestros en 1974/75). Zinn creía, a la Rothbard, que la destrucción era el método para terminar con el pleno empleo derivado de la política de desarrollo industrial y por lo tanto, había que terminar con la industria. Generó, como lo denunció JA Martinez de Hoz (2/4/76), la "economía de la especulación" (el pedal de los VANAs). 

El ajuste para Zinn era sólo un instrumento: se trataba de destruir un orden.

La visión profunda de RM Zinn era que "el orientalismo judeocristiano, filosofía de la debilidad, destruyó los valores de la civilización" (sic). Presidente del Banco Internacional (Sasetru), subsecretario de A. Ferrer (Gral. M. Levingston) con su mano sobre un libro, dijo: "éste hombre cambiará a la Argentina": "Astrología esotérica" de J. López Rega. 

López Rega,  Rodrigo, Zinn y P. Pou - graduado en Chicago -eran "hermanos" de la secta "Los Caballeros del Fuego", esotérica y entusiasta de la crueldad. 

Ricardo trataba de volver al pasado anterior a 1930. Escribió "La Argentina crece hasta 1910 y se paraliza con el sufragio universal". Después del golpe del 76, escribió" "La aceleración destructora del país no se modifica de un día para otro. Los indicadores económicos deben seguir empeorando para obtener el necesario saneamiento sobre el cual se pueda construir un proceso de crecimiento autosostenido" ("La segunda fundación de la República" Pleamar, 1976). 

"Aceleración destructora". M. Rothbard, el anarco capitalista, publica en 1962 "El hombre la economía y el Estado": escuchando a Zinn hay un aire de familia con la furia anarca.

Lo conocí, su filosofía era "el elogio de la crueldad, que disciplina". Su programa, la "destrucción como condición necesaria". Este es el origen de la matriz cultural de lo que estamos viviendo hace 50 años: provocados por el miedo al socialismo algunos sectores empresarios decidieron romper el consenso por el pleno empleo formulado, en su origen, por los conservadores.  

"Las consecuencias probables del presente las señaló R. Arriazu. El inspiró tablita cambiaria, carry trade, atraso cambiario y apertura atropellada. Fue una de las réplicas del terremoto del "rodrigazo". Políticas que, parcialmente y con variantes, dominaron desde entonces. Arriazu acaba de advertir que el éxito (gracias al modelo extractivo) de este programa, si es tal, implicará destrucción antes que construcción y bolsones de pobreza y descontento. Coincido.

Por ideas dominantes y resultados prácticos, el "rodrigazo" fue la primera batalla cultural y programática de todo lo que se llevó a cabo y de lo que se dejó de hacer, durante 50 años. 

Las dos cosas: acción y omisión. Las omisiones en política económica son tan importantes como las consecuencias. Y en general no se les presta la misma atención que a lo que sí se hace. 

Las apariencias engañan: todas las gestiones, desde Zinn, comparten no haber pensado ni propuesto 

un "Plan sistémico de desarrollo de largo plazo", tampoco incentivos a la inversión reproductiva y creadora de empleo, tampoco la procura de financiamiento viable de largo plazo.

Con el "rodrigazo" el pensamiento de Chicago, hizo pie: ese equipo fundó el CEMA (UCEMA) usina de influyentes.

Desde entonces, el objetivo excluyente fue la derrota de la inflación, triunfos transitorios basados en atraso cambiario y deuda externa. Disparó condiciones para el populismo de la deuda externa y la demagogia de "la plata dulce". 

No sólo fue un ajuste fracasado. Fue el elogio de la indiferencia que nos convirtió en fábrica de pobres: se duplicó la población y la pobreza se multiplicó por 20. 

Nació del miedo, el peor consejero, y de la estupidez de los imberbes. Minó las calidades morales, forjó el auge de la corrupción y las habilidades financieras, "virtudes" de las nuevas generaciones de administradores de la cosa pública. Por eso "el rodrigazo no terminó".

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