Eduardo Sacheri, la nueva víctima del "asesino de X"
La palabra escrita puede “matar” en redes sociales. Las víctimas en cuestión, tironeadas por el estupor y la rabia, tienen que salir a proclamar, en el convulsionado océano de la virtualidad, que su condición vital continúa intacta. Eduardo Sacheri desmintió una fake news sobre su muerte que circuló este martes desde una cuenta apócrifa. “Editorial Alfaguara lamenta el repentino fallecimiento de Eduardo Sacheri, uno de los autores más queridos e importantes de Argentina en los últimos años", posteó la cuenta falsa @AlfaguaraAr. “Me acabo de enterar de que un idiota en esta red anda diciendo que acabo de fallecer. Me siento medio tonto avisando que ‘sigo vivo’ pero prefiero eso que el equívoco”, publicó en X el autor de El secreto de sus ojos.
El homicida virtual, “el asesino de X”, como se lo llama ahora, es el periodista y profesor italiano Tommaso Debenedetti, quien ostenta un prontuario notable. El año pasado fue el autor de la falsa noticia sobre la muerte del célebre lingüista estadounidense Noam Chomsky y antes asesinó desde cuentas falsas de Twitter y X a escritores como Mario Vargas Llosa, Haruki Murakami, Antonio Muñoz Molina, Isabel Allende y J.K.Rowling. Sacheri es el tercer escritor argentino que “mata” después de Claudia Piñeiro y César Aira. ¿Pero quién es este asesino serial digital? Hasta 2012, era un profesor de literatura italiana radicado en Roma que publicaba con regularidad entrevistas a grandes personajes de la cultura y la política como Dalai Lama, Mijaíl Gorbachov, Vargas Llosa, Chomsky y Gabriel García Márquez, entre otros, en varios periódicos de provincia de Italia. Los reportajes los inventaba. Lo desenmascaró el estadounidense Philip Roth, cuando ya tenía 80 entrevistas falsas publicadas.
La primera entrevista apócrifa la hizo en el año 2000. Como periodista, asistía a las conferencias de prensa y trataba de conseguir reportajes, a pesar de que le pagaban “muy mal”, unos 20 euros por artículo, como comentó al periódico El Mundo de España. Un día le pidió una entrevista al escritor estadounidense Gore Vidal y él accedió. Pero a último momento la canceló. “Había apalabrado publicar la entrevista en el periódico napolitano Il Mattino, y cuando les dije que no la tenía me presionaron. Me dijeron que tenía que conseguirla como fuera, que ya me habían guardado el espacio. Así que decidí inventármela", confesó.
John Grisham, John Le Carré o Lech Walesa aparecían entrevistados en muchos periódicos de provincias italianos sin que nadie sospechara nada. Debenedetti aseguró que nunca le preguntaron cómo hacía para conseguir entrevistar personajes de primerísima línea, cuando además cobraba por cada entrevista entre 20 o 30 euros. Como ha confirmado en más de una oportunidad, su objetivo era burlarse del periodismo italiano, interesado en la superficialidad y la espectacularidad más que en la verdad.
El juego de imaginar reportajes que nunca sucedieron se acabó cuando La Repubblica lo descubrió. En una entrevista con ese periódico italiano, le preguntaron a Roth --que supuestamente había sido entrevistado previamente por Debenedetti-- por una afirmación que había hecho y el autor de Pastoral americana negó que le hubiera concedido una entrevista. La revista The New Yorker decidió investigar quién era Debenedetti, repasó los numerosos reportajes que había publicado y contactó a los entrevistados. Todos eran inventados. Entonces optó por abandonar ese juego para jugar otro. En enero de 2013, el periodista italiano fue el que difundió, desde una cuenta de correo electrónico falsa a nombre del entonces ministro de Cultura de Venezuela, Pedro Calzadilla, la foto falsa del entonces presidente Hugo Chávez intubado.
Pronto empezaría, a través de Twitter primero, luego en X, una larga ola de "crímenes digitales" de personalidades de todos los ámbitos. En 2012 creó un perfil falso del ministro de Interior ruso y afirmó que el dictador sirio Bashar al Assad había sido asesinado. Entre sus víctimas se destacan el Premio Nobel de Literatura Kazuo Ishiguro y Milan Kundera –que murió en 2023--; creó un perfil falso de Carla Bruni donde difundió la muerte de Margaret Thatcher y puso en boca de Umberto Eco palabras que lamentaban la muerte de García Márquez (que en aquel momento vivía) y también a través de un perfil apócrifo mató a Javier Marías antes de su muerte.
Debenedetti dice que su propósito es denunciar la falta de credibilidad de las redes sociales, de internet y de los medios que no controlan las fuentes de las noticias. En noviembre de 2024, la agencia de noticias EFE replicó la información que el periodista italiano subió en un perfil fraudulento de la Editorial Tusquets, donde comunicaba la supuesta muerte del escritor Fernando Aramburu. La verdadera cuenta de la editorial española desmintió la fake news y la agencia tuvo que retirar la publicación. ¿Cómo confiar en las informaciones que circulan en las redes sociales a la velocidad crucero de los clics? ¿Es esa velocidad, esa necesidad imperiosa de inmediatez, la que atenta contra la calidad del periodismo? ¿Los asesinatos seriales de Debenedetti estarán llegando a su fin o encontrará una nueva forma o un nuevo juego? La impresión es que esta historia continuará...