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Cuando los nazis llenaron el Luna Park

Cuando los nazis llenaron el Luna Park
el-pais

"Las universidades viven lo que pasa como una provocación"

El Luna Park es un punto en el que se cruzan el deporte, la música y la política. El mítico palacio de los deportes fue escenario de inolvidables veladas de box. Allí, la selección de básquet obtuvo el primer campeonato mundial. Juan Domingo Perón y María Eva Duarte se conocieron en sus tribunas durante un festival benéfico por las víctimas del terremoto de San Juan, en 1944. Frank Sinatra cantó en 1981, auspiciado por un Palito Ortega que fue a la quiebra por la crisis financiera. Raúl Alfonsín convocó a sus seguidores en el estadio a fines de 1982. Un par de años después, a bordo de un vehículo Dodge Phantom 1937 descapotable, Diego Maradona entró al estadio para celebrar su casamiento con Claudia Villafañe: el Luna Park se había convertido, esa noche, en un salón de fiestas.

Artistas como Luciano Pavarotti, Mercedes Sosa, Tom Jones, Joan Manuel Serrat, entre otros, actuaron allí. Carlos Menem celebró los diez años de democracia en 1993. Antes, en 1989, había jugado al básquet en el estadio que durante años, hasta su muerte en 2002, gerenció Juan Carlo Lectoure.

La presencia de Javier Milei une política (es el presidente de la Nación), música (cantará con una banda) y la presentación de un libro que se une a unas obras completas jalonadas por denuncias de plagio. Sin duda, el acto quedará como uno de los hitos, en una fecha muy especial: otro 22 de mayo, pero de 1976, fue asesinado Oscar Ringo Bonavena en Reno, Nevada, y su funeral se realizó en el Luna Park, en la primera manifestación popular desde el golpe de Estado de dos meses antes.

El de Milei, más allá de su componente musical y el hecho de presentar una obra para lo cual quiso hacer un fallido acto en la pista central de la Sociedad Rual Argentina durante la Feria del Libro, se inscribe en los momentos en que el Luna Park reflejó a la derecha argentina. En este caso, con un presidente que abjura de la justicia social y de la solidaridad y que consigue un superávit a costa del sacrificio de millones de personas, con un Estado que no hace erogaciones básicas.

Sus seguidores, sus fieles convencidos, quizás se asemejen a los feligreses de un líder religioso, a los que no guía la racionalidad. En ese aspecto, la presencia de Mieli y sus acólitos remite a las presentaciones del pastor evangelista Luis Palau, que hizo varias reuniones en el estadio techado desde los años 70. 

Muchos años antes, cuando la única situación extra-deportiva en un estadio dedicado al boxeo había sdo el velatorio de Carlos Gardel en 1936, sucedió el primer gran acto político en el Luna Park. Las imágenes del 10 de abril de 1938 son estremecedoras. Si no se supiera que es en Buenos Aires, uno supondría que era en la Alemania de Adolf Hitler. El Luna Park albergó ese día el acto nazi más grande realizado fuera de suelo alemán hasta entonces, un hecho que no resiste comparación con ninguna otra manifestación política en Corrientes y Bouchard. 

Los periodistas Juan Manuel Bordón y Guido Carelli Lynch reconstruyeron ese día en su libro Luna Park. El estadio del pueblo, el ring del poder. La convocatoria se llevó a cabo para celebrar el Anschluss, la anexión de Austria, que Hitler había logrado un mes antes sin disparar un tiro. Aquel 10 de abril, un referéndum formalizó que Austria pasaba a integrar el Reich de los Mil Años. 

La idea de los filonazis del Río de la Plata, según cuentan Bordón y Carelli Lynch, era reunir a miles de austríacos y alemanes residentes en el país para embarcarlos en La Plata rumbo a Alemania y poder votar en una elección en la que el Sí obtuvo el 99 por ciento de los votos. Además, se renovó el parlamento alemán, que ya tenía una sola bancada: la del nazismo. Hacía cinco años que Hitler había impuesto un régimen totalitario. Y el Luna Park ya había albergado dos actos en 1936 y 1937 por el Día del Trabajador. 

El presidente Roberto Ortiz, que había asumido en febrero, no autorizó esa movida, pero sí dio luz verde a la celebración del Día de la Unidad Nacional. La Federación Universitaria Argentina se opuso y pidió al ministerio del Interior que no permitiera el acto. No hubo caso. El gobierno de la Concordancia se lavó la manos, bajo el argumento de que el acto no era tan grave como haber querido organizar la movilización al referéndum.

Al menos doce mil personas, todas de las diferentes delegaciones alemanas de distintos puntos del país, entraron al estadio con simbología nazi. También ingresaron representantes de la juventud fascista local. Además del embajador del Tercer Reich dijeron presente el gobernador de Buenos Aires, Manuel Fresco y su ministro de gobierno, el futuro fundador de Clarín, Roberto Noble, y el vicecónsul de los Estados Unidos, W. F. Busser. En su informe, este último aseguro que el acto no era muy distinto de los que hacía el nazismo en Alemania.

Otto Meynen, encargado de negocios de la embajada alemana, abrió el acto. Se escuchó el "Heil Hitler!" que atronó en las gargantas de los participantes. Al hablar, comparó la anexión de Austria con la Revolución de Mayo, ya que el 25 de mayo de 1810 no se había derramado una gota de sangre, como en el Anschluss. Después habló Heinz Ott, ataviado con el uniforme de las SA.

A la misma hora, los universitarios, opositores a la convocatoria nazi, hicieron un acto en la estatua ecuestre de José de San Martín en la plaza homónima, en Retiro. Hubo amagos de choque con la policía y llegó la noticia de que en el Luna Park se habría quemado una bandera argentina. Eso derivó en ataques a locales de Ferreterías Alemanas. La policía salió a reprimir. En Plaza San Martín perdió la vida Juan Carmino

La jornada dejó otro muerto, el español Toribio Santos García, que salió de la parroquia de Las Victorias y fue pisoteado por un caballo de la policía montada. Los uniformados cargaban contra los manifestantes que habían ido al Instituto Cultural Argentino-Germano, ubicado a pocos metros de la iglesia.

El encargado de negocios Meynen se quejó antes el canciller argentino, Manuel Alvarado, mientras que el embajador en Alemania, Eduardo Labougle, le dijo a las autoridades alemanas que los hechos del 10 de abril marcaron el fin de cualquier simpatías que tuviera la sociedad argentina sobre el nazismo.

Con menos prensa, recuerdan Carelli Lynch y Bordon, los fascistas de Mussolini tuvieron un acto propio en el Luna Park a los pocos meses. Pero el acto político por antonomasia había sido el de los nazis, del cual, según se lee en Luna Park. El estadio del pueblo, el ring del poder, se halló material fílmico que se conserva en Washington, en el Museo del Holocausto.

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