Cuando un Franco Armani de apenas seis años declaraba un elocuente “soy de River” frente a una cámara VHS, ese arquerito no era consciente de que los años -y la épica- resignificarían aquella afirmación. Que lo convertirían en alguien de River.

Este sábado, cuando el capitán salga a atajar en su superclásico #18, alcanzará sus primeros 300 partidos como custodio del arco más grande del mundo. Uno que achicó en promedio una vez cada ocho días desde la firma de su primer contrato. Aquella la tarde del 11 de enero de 2018 en la que el Chili de Casilda cumplía, por fin, el anhelo de su vida.

El destino decidió que Armani cumpla los 300 frente a Boca. El rival argentino al que más enfrentó, al segundo que más venció (7; uno menos que Racing). Al que derrotó en uno de los partidos que eligió destacar al renovar su contrato hasta 2026, en aquella Supercopa Argentina 17 que lo vio brillar y despegar. Y en la cancha en la que protagonizó quizás una de las atajadas más memorables de la historia de River en los derbi, “la de Benedetto”, la que sostuvo el 2-2 en la final de ida de la Libertadores definida en Madrid.

Armani es de River. Por su estatura y pero también por su aura de superhéroe probada durante su impecable 2018. Una vara que se esmeró en sostener en las alturas, certificándolo especialmente en partidos ABC1 como tan reciente como durísima ida frente a Colo Colo por los cuartos de final de la CL (1-1). Una torneo que es obsesión del hincha, objetivo del grupo y también una zanahoria para el propio Franco.

Porque la Libertadores es su zona de confort. La ganó con Atlético Nacional en 2016, repitió con River dos años más tarde y este año anhela que haya bises en el Monumental. Y, mientras tanto, el Pulpo mejora las métricas de su leyenda: el martes, Armani igualará los 70 partidos de Leo Astrada, el futbolista del club que más veces jugó en el torneo más prestigioso de Conmebol.

Primero en La Boca y dos días después en Núñez, lo que hará Franco es seguir al pie de la letra su plan. Si al extender su contrato en mayo por dos años -con opción a estirarlo otro más- advirtió que quería “quedar en lo más arriba de la historia grande de River”. Por caso, él sigue lográndolo partido a partido.

Porque al menos con dos temporadas más por delante, Armani estará a partir de mañana a 106 juegos de igualar a Ubaldo Matildo Fillol, el número dos del podio de arqueros con más presencias en River (el líder es Amadeo Carrizo, con 551).

Dos leyendas a las que superó en otros registros. Con sus 134 vallas invictas -una cada dos partidos y fracción- que ya superan por 21 a las del gran Amadeo y que están muy por encima de las 74 del Pato.Y también los pasó con sus 965 minutos con la valla en cero durante su primer año en Núñez (batió las marcas de 789’ de Carrizo). Logros que lo transformaron en el héroe de su tiempo, incluso relegando a un segundo plano a un Marcelo Barovero que en la primera fracción de la era Gallardo parecía inigualable.

Franco pudo con la historia misma. Se metió en la de River y también en la del fútbol local: no solo es el arquero argentino más ganador (27, cifra que se le escapó en el recuento a Arturo Vidal; entre ellos un Mundial y dos Copas América) sino que además es el segundo goalkeeper en actividad con más trofeos detrás de Manuel Neuer (32).

Quizás aquel chiquilín al que le preguntaban por su deseo futuro, que anhelaba con parecerse a Sergio Goycochea y pedía atajar de verde en Alumni, no tenía idea de todo lo que vendría después.

Que le tocaría ir a la Bombonera ya no como un futbolista más que ocupa el arco sino como un héroe al que en La Boca recuerdan. Un papá al que su nene Valentino, de tres añitos, idolatra como el resto de los feligreses que visten de manto sagrado. Para ellos es The Special 1.