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Libertades democráticas. Represión en universidades estadounidenses: defendamos el derecho a protestar por Palestina

Libertades democráticas. Represión en universidades estadounidenses: defendamos el derecho a protestar por Palestina
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Después de suspender y desalojar a estudiantes y ordenar su represión, la Universidad de Columbia en la ciudad de Nueva York se ha convertido en la zona cero de los ataques contra el movimiento pro palestino. Lo que suceda en Columbia en los próximos días tiene implicaciones para nuestros derechos democráticos básicos, como el derecho a protestar.

AI
  • 👩‍🎓 La Universidad de Columbia ordenó la represión de estudiantes activistas pro palestinos que ocuparon el campus.
  • 📋 La dirección de la universidad se comprometió a disciplinar a profesores y despedir a otros para evitar críticas en el Congreso.
  • 🎓 El movimiento estudiantil pro palestino enfrenta represión policial dentro de la universidad, marcando un punto álgido en la ofensiva de la universidad.
  • 👥 La Universidad de Columbia está en el centro de una tormenta por sus vínculos con el sionismo e Israel, generando indignación en amplios sectores.
  • 👮‍♀️ El régimen bipartidista busca reprimir a los sectores radicales del movimiento pro Palestina para desmoralizar y dividir a los manifestantes.

La Universidad de Columbia ha aparecido en los titulares nacionales e internacionales tanto por el combativo movimiento estudiantil que surgió en oposición al ataque genocida de Israel contra Gaza, como por los descarados ataques de la dirección de la universidad contra estudiantes activistas. El 18 de abril, la universidad ordenó la represión de cientos de estudiantes y pidió a la Policía de Nueva York que arrestara a más de 100 estudiantes que ayudaron a organizar la ocupación dirigida por estudiantes denominada “Campamento de Solidaridad con Gaza”. Esta represión se ha convertido en el último punto álgido de la ofensiva de la universidad contra el movimiento. También marcó la primera autorización de represión policial dentro del campus en décadas.

Los estudiantes de Columbia organizaron la ocupación de East Butler Lawn para pedir la desinversión y denunciar la suspensión y el desalojo de seis estudiantes de Columbia a principios de este mes. Comenzaron su ocupación la mañana de la audiencia en el Congreso en la que participó el presidente de la Universidad de Columbia, Nemat “Minouche” Shafik.

En diciembre, el Comité de Educación y Fuerza Laboral de la Cámara de Representantes celebró una audiencia para interrogar a los presidentes de las universidades de Harvard, UPenn y MIT y presionarlos para que reprimieran a los manifestantes pro palestinos en sus universidades. Después de ser criticados en el Congreso por no hacer “todo lo posible” para disciplinar al movimiento, los presidentes de Harvard y UPenn fueron presionados para que renunciaran. Shafik, con la esperanza de evitar el mismo destino, fue más lejos que los presidentes de otras universidades de élite y se comprometió a disciplinar a los profesores de Columbia, Joseph Andoni Massad y Katherine Franke, y a despedir al profesor Mohamed Abdou.

Tanto el Partido Republicano como el Partido Demócrata en el Congreso elogiaron los comentarios de los administradores de Columbia, quienes prometieron restringir la libertad académica en nombre de enfrentar el “antisemitismo”. La caza de brujas bipartidista del Congreso se está extendiendo ahora a los distritos escolares K-12, cuyos administradores de ciudades como Nueva York enfrentarán una audiencia similar en el Congreso el 8 de mayo.

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Las audiencias en el Congreso son importantes para el gobierno de Biden, que intenta contener el movimiento sin precedentes de solidaridad con Palestina, especialmente antes de las elecciones. El régimen bipartidista está presionando a las burocracias académicas de todo el país para que aplasten en su nombre al incipiente movimiento estudiantil, que desempeña un papel importante en las protestas pro Palestina. Al mismo tiempo, el Partido Demócrata está tratando de desviar el movimiento mediante la cooptación, presentando concesiones retóricas en torno a la demanda de alto el fuego, tratando de canalizar el movimiento fuera de las calles y llevándolo a las urnas a través de la “campaña no comprometida” del ala izquierda del Partido Demócrata y ofreciendo concesiones como el paquete de alivio de la deuda estudiantil recientemente propuesto por Biden.

La ofensiva macartista que arrasa con las universidades, los lugares de trabajo y las calles es clave para el régimen bipartidista porque los coloca en una mejor posición para atacar a los movimientos que cuestionen sus intereses en el futuro. Al mismo tiempo que se ataca a las universidades, en tres estados se ataca el derecho a la protesta. Esta semana, la Corte Suprema anunció que no escuchará Mckesson v. Doe , que deja vigente una decisión de un tribunal inferior para eliminar efectivamente el derecho a organizar una protesta masiva en los estados de Luisiana, Misisipi y Texas.

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El macartismo, la persecución política y la represión estatal que infringe los derechos democráticos básicos tienen una larga historia en Estados Unidos, a pesar de que el país es aclamado incluso por sectores de la izquierda como una “ciudadela de la democracia”. La masacre de Kent State (en 1970 en la Universidad estatal Kent la Guardia Nacional disparó contra los estudiantes, asesinando a 4 de ellos e hiriendo gravemente a 9) intensificó el movimiento contra la guerra en Vietnam y, después del Black Lives Matter (BLM), se aprobaron una serie de leyes en todo el país que restringían el derecho a la movilización y la libertad de expresión.

En las universidades, los administradores están recordando las tácticas de intimidación orwellianas y de la escuela de la CIA, como los interrogatorios y la vigilancia de la tecnología, incluidas las cuentas de correo electrónico. Como contó a Left Voice uno de los estudiantes de Columbia recientemente suspendido, los grupos universitarios también están recibiendo correos electrónicos amenazantes de las autoridades del campus para disuadir al activismo estudiantil.

Los recientes acontecimientos en Columbia ya están provocando la indignación de amplios sectores, incluidos algunos profesores de la universidad que tienen puntos de vista diferentes sobre Palestina. Figuras públicas como Cornel West e Ilhan Omar se han manifestado en solidaridad con quienes enfrentan ataques. La propia hija de Ilhan Omar, estudiante de Barnard College, una universidad de Columbia, fue suspendida después de los comentarios de su madre, lo que demuestra la naturaleza selectiva de los ataques. Shafik, que envió un correo electrónico a la universidad antes de ordenar la represión policial de la ocupación, intentó transmitir un tono arrepentido y pintar a los estudiantes que se movilizaban como “manzanas podridas” dentro de la comunidad de Columbia. Pero la administración sabe exactamente lo que está haciendo y a quién persigue: a cualquiera que se pronuncie en solidaridad con Palestina.

Los vínculos de la Universidad de Columbia con el sionismo e Israel

La Universidad de Columbia ha sido un importante lugar de lucha para el movimiento de solidaridad con Palestina. Por un lado, es una institución de élite más antigua que el propio país y que desempeña un papel clave en el funcionamiento del régimen capitalista, es el alma mater de varios ex presidentes, es un lugar donde podes codearte con guerreristas, expertos en invasiones estadounidenses a otros países como Hilary Clinton; y sus donantes disfrutan de estrechos vínculos financieros con el Estado de Israel. Pero por otro lado, Columbia tiene un cuerpo estudiantil politizado con una importante tradición de lucha, y es el hogar académico de varios pensadores pro palestinos prominentes.

De acuerdo con los vínculos de la universidad con el régimen imperialista bipartidista, la presidenta de Columbia, que es la primera árabe en dirigir una institución de la Ivy League (conferencia deportiva compuesta por 8 universidades de élite del nordeste de Estados Unidos) y la primera mujer en dirigir Columbia, es también ex directora del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional. Ambas instituciones desempeñan un papel central en el mantenimiento de la opresión imperialista de los países dependientes mediante la promoción de políticas de austeridad que benefician las ganancias y los intereses de las grandes corporaciones multinacionales vinculadas al imperialismo.

Estas características hacen de Columbia un lugar importante en la lucha de solidaridad con Palestina. Exponen la relación entre el régimen imperialista y las burocracias académicas, así como las contradicciones entre las administraciones que protegen los intereses del régimen bipartidista y sus cuerpos estudiantiles, que están jugando un papel disruptivo debido a su creciente sensibilidad contra los intereses del imperialismo de Estados Unidos, como lo demuestra el movimiento pro palestino.

Estas tensiones ya habían llegado a un punto crítico en el apogeo del movimiento cuando Columbia decidió adoptar un enfoque de mano dura y prohibir abiertamente la Voz Judía por la Paz (JVP por sus siglas en inglés. N. de T.) y los Estudiantes por la Justicia en Palestina (SJP por sus siglas en inglés. N. de T.) en su campus, creando un manual para que otras universidades hagan lo mismo. En los últimos meses, el movimiento ha experimentado una desaceleración en las calles, sin embargo, todavía hay una serie de acciones radicales que expresan la profundidad del odio hacia el genocidio ayudado e instigado por el imperialismo estadounidense.

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Pero la ocupación de Columbia y la posterior represión han puesto a la universidad en el centro de una tormenta. La ocupación revive tanto la tradición radical de la ocupación de Columbia de 1968, como también el trauma de la brutal represión en la que la Policía, con la bendición de la universidad, eliminó violentamente la ocupación, finalizándola con uno de los mayores arrestos masivos en la historia de la ciudad de Nueva York.

El régimen y sus representantes están tratando de reprimir a los sectores más radicales del movimiento actual para reducir su influencia en la población y en particular sobre los trabajadores, desmoralizar a los sectores que aún se movilizan y dividir a los “buenos” manifestantes (los que escriben a sus congresistas y votan “sin compromiso”) de los manifestantes “malos” (los que “perturban” las calles y ocupan campus y lugares de trabajo, como lo hicieron los trabajadores de Google la semana pasada). Necesitamos una perspectiva que unifique a todos quienes están siendo atacados con todos los sectores conscientes, disgustados por la violación de los derechos democráticos básicos. Esto llega en un momento en el que empresas como Google están despidiendo a trabajadores directamente por sus opiniones, y grupos como Within Our Lifetime están siendo excluidos de Instagram por movilizarse valientemente contra el genocidio. Es hora de organizarnos contra esta caza de brujas de forma coordinada.

Defender el derecho a protestar es defender a Palestina

Si bien queda por ver cómo se desarrollará la situación en Columbia y si más estudiantes y trabajadores académicos serán perseguidos, esta semana muestra el nivel de represión que las burocracias académicas, los patrones y el régimen bipartidista buscan desatar contra el movimiento. Mientras la administración Biden intenta construir una campaña electoral en torno a la “defensa de la democracia” aquí y en todo el mundo, surge la pregunta: ¿una democracia para quién? Claramente, ésta no es una democracia para activistas, trabajadores y estudiantes pro palestinos.

Está claro que un país que ni siquiera puede permitirse los derechos democráticos básicos a sus propios ciudadanos, que financia y apoya regímenes brutalmente opresivos o a Estados como el de Israel -que hoy dirige Netanyahu-, un país que inspira a otros países como Francia y Alemania a prohibir también el derecho a protestar, es cualquier cosa menos una verdadera democracia. Como dice un dicho que se hizo popular aquí: “La Policía de Nueva York, el KKK y las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI) son todos iguales”, la misma Policía que nos reprime aquí está entrenada por la Policía que reprime a los palestinos. Sin duda, nuestras luchas están intrínsecamente conectadas.

La lucha actual en defensa de nuestro derecho a hablar, a protestar, a no temer la censura, contra la criminalización o la persecución donde trabajamos, estudiamos y vivimos, es una prioridad urgente. No podemos permitir que nos llamen “terroristas” mientras son ellos los que envían bombas para matar a palestinos inocentes. No podemos quedarnos sin voz en medio de un genocidio.

No podemos permitir que estos ataques contra activistas pasen desapercibidos o se conviertan en parte de nuestro sentido común. La Universidad de Columbia se está convirtiendo en el epicentro de un incipiente movimiento contra la represión. Necesitamos aprovechar este impulso y construir una campaña nacional audaz, amplia y coordinada que reúna a figuras públicas, sindicatos, activistas, la comunidad académica y más, para luchar con un solo puño contra la ofensiva que intenta aplastar nuestro movimiento. La declaración de Student Workers of Columbia publicada recientemente puede ser la base para el tipo de campaña democrática que se necesita para proteger el derecho a hablar en favor de Palestina.

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