Tregua en Gaza. Israel abandona las negociaciones y continúa la masacre
Al rechazar cualquier tregua permanente y oponerse a la liberación de algunos detenidos palestinos, el Estado de Israel se ausentó de las negociaciones para obligar a Hamás a ratificar un acuerdo que le convenía.
Si bien las negociaciones entre Israel y Hamás se reanudaron, bajo los auspicios de Estados Unidos, el 6 de febrero, en Doha, París y El Cairo, se han vuelto significativamente más complejas. Rechazando el acuerdo propuesto por los negociadores de Hamás, que preveía el fin de la crisis en tres etapas, la retirada de las fuerzas israelíes y el establecimiento de una tregua permanente, Netanyahu continúa ejerciendo presión, desde el 7 de febrero, sobre el movimiento palestino. Amenazado por una oposición popular cada vez mayor, Netanyahu apuesta por una guerra permanente para mantener el apoyo del ala más extrema de su coalición y agotar a la sociedad civil israelí para mantenerse en el poder.
Cuando Ismail Haniyeh llegó a El Cairo el 20 de febrero, redujo los objetivos del movimiento. En lugar de liberar a 1.500 prisioneros palestinos a cambio de las mujeres, niños y ancianos cautivos, Hamás se alineó con la propuesta estadounidense: 40 prisioneros israelíes serían liberados a cambio de entre 350 y 400 detenidos palestinos durante una tregua, cuyo carácter temporal o permanente aún se estaba debatiendo. Rechazando esta segunda propuesta, Israel invirtió sin embargo en parte su línea diplomática el 26 de febrero, aceptando la liberación de miembros destacados de los distintos componentes de la resistencia palestina. Debido a su oposición a la liberación de palestinos que hubieran cometido \'crímenes antiisraelíes\', acusación muy utilizada por las fuerzas de represión en Cisjordania, y a su deseo de continuar la guerra cueste lo que cueste, Netanyahu se negó a satisfacer las demás exigencias del movimiento. El sábado, Estados Unidos anunció que Israel también había aceptado una tregua de seis semanas.
Al exigir una tregua permanente y el regreso de los habitantes de Gaza desplazados desde el inicio de la invasión terrestre, Hamás no respondió a la contrapropuesta israelí. Las condiciones de un posible intercambio de prisioneros tampoco satisfacen sus objetivos. Khalil al-Hayya, que preside la delegación de Hamás, que llegó ayer a El Cairo, habría puesto de relieve los puntos polémicos.
Por un lado, Hamás intenta conseguir la liberación de más palestinos detenidos en cárceles israelíes e incluir a presos condenados a cadena perpetua. Por otro lado, Hamás exige una tregua permanente. Aunque su objetivo estratégico sigue siendo la \'liberación total\' de la Palestina histórica, desde la segunda Intifada defiende un compromiso táctico: sin reconocer al Estado de Israel, defiende la idea de una tregua permanente con el Estado colonial que le permitiría cohabitar con él a largo plazo manteniendo formalmente sus reivindicaciones maximalistas [1]. Tras los atentados del 7 de octubre, parece que los dirigentes de Hamás vieron en la campaña genocida de Tsahal en Gaza una oportunidad para alcanzar sus objetivos tácticos: con la esperanza de que Israel perdiera parte del apoyo internacional del que goza y de que la brutalidad de la ofensiva en Gaza desalentara los intentos de normalizar las relaciones diplomáticas entre los Estados árabes y el Estado colonial, la guerra en Gaza debía ser una oportunidad para alcanzar una solución política.
Al observar la negativa de Israel a acceder a estas solicitudes, Hamás dejó la propuesta israelí sin respuesta. El Estado colonial, por su parte, optó por la política de la silla vacía y anunció que no enviaría ninguna delegación encargada de tomar decisiones a El Cairo hasta que Hamás hubiera bajado sus exigencias. Después de que Qatar informara a David Barnea, jefe del Mossad, de que Hamás se negaba a facilitar la lista de rehenes aún vivos y no aceptaba las condiciones del intercambio de prisioneros, Israel decidió no presentarse a las negociaciones para presionar al movimiento palestino. Más allá de las negociaciones, Netanyahu está tratando de doblegar el movimiento amenazando con invadir Rafah. Mientras se intensifican los bombardeos sobre la ciudad donde se han refugiado 1,4 millones de palestinos exiliados por la invasión del norte del enclave, miembros cercanos al gabinete de guerra afirman que el Gobierno israelí podría lanzar incursiones terrestres limitadas para dar más credibilidad a las amenazas de una tierra invasión cuyas consecuencias serían apocalípticas.
[1] Nicolas Dot-Pouillard, La mosaïque éclatée : une histoire du mouvement national palestinien, 1993-2016, Paris, Actes sud, 2016, pp. 79-81.
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