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Docentes a los que les impidieron entrar a dar clase en dos facultades de la UBA y alumnos divididos

Docentes a los que les impidieron entrar a dar clase en dos facultades de la UBA y alumnos divididos
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Luego del veto a la ley de financiamiento universitario, las universidades nacionales tomaron distintas medidas de protesta, como tomas o clases públicas

“Intenté dar clase adentro y no se me permitió”, dijo una docente a LA NACION, que no quiso revelar su nombre, mientras cargaba un escritorio y cruzaba la calle Puán al 400, frente a la Facultad de Filosofía y Letras. Según relató, un grupo de estudiantes ingresó al aula y le exigió que se trasladara a la calle para dictar su materia.

“Me sacaron de forma violenta, diciendo que las clases debían darse afuera”, añadió. La docente también señaló las complicaciones para dar clases en la vía pública: “No se puede dar clases afuera con este sol. Es agobiante estar dos horas seguidas enseñando, y los alumnos no pueden concentrarse bajo estas condiciones”.

Un caso similar se dio esta mañana en la facultad de Psicología de la UBA, sobre la calle Independencia, cuando una profesora quiso entrar a dar clases y un grupo de estudiantes no se lo permitieron. Solo podía hacerlo fuera de la sede.

Otros docentes que vivieron casos similares usaron las redes sociales para contarlo. “Voy a dar clase a Puan, que está tomada. Me dicen que debo dar clase en la calle. Me niego, me meto, me quieren sacar. Yo también la estoy tomando, que me saquen con la policía, respondo. Doy mi clase en el patio. Un grupo de estudiantes está pelando papas”, escribió en X Valeria Castelló-Joubert, profesora universitaria, investigadora y doctora en Letras.

La toma en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA continúa en pie, con clases públicas que han ocupado la calle frente al edificio. Pupitres alineados de manera desordenada y carteles que rezan “Si hay veto, hay tomas” decoran el improvisado aula al aire libre. La medida de fuerza se enfrenta a un desafío adicional: el calor agobiante. Pese al sol inclemente, muchos docentes y estudiantes sostienen las clases en plena calle, aunque algunos grupos han optado por trasladarse a calles cercanas donde la sombra permite algo de respiro.

En el interior de la facultad, el ambiente es distinto. Sin clases regulares, los estudiantes han organizado debates y asambleas en los pasillos, donde discuten la legitimidad y efectividad de la toma como herramienta de protesta. El conflicto ha despertado posiciones encontradas, tanto entre los estudiantes como entre los docentes.

Gran parte de los estudiantes entrevistados por LA NACION están a favor de la medida. Según Santiago Ferreira, estudiante de Historia, la toma es un último recurso, pero necesario. “Llevamos años con promesas vacías y la única forma de presionar es visibilizando el problema. Las clases públicas son una forma de demostrar que queremos aprender, pero también queremos hacerlo con las condiciones adecuadas”.

Carla Fernández, de la carrera de Letras, coincide: “No podemos seguir cursando en estas condiciones. La toma es nuestra forma de decir basta. Si no nos organizamos, nadie va a venir a solucionarnos el problema”.

Los defensores de la toma argumentan que las medidas extremas son las únicas que logran captar la atención del Gobierno y de las autoridades académicas. “Nos dicen que tenemos que dialogar, pero ya lo hemos intentado muchas veces. No hay respuestas concretas”, agregó Carla, refiriéndose a la falta de avances en cuestiones de infraestructura y condiciones de cursada.

Sin embargo, no todos los estudiantes comparten este entusiasmo por las tomas. Algunos creen que la medida, lejos de ser efectiva, agrava los problemas. Mariano Antonelli, alumno de Filosofía, es uno de los que se opone abiertamente: “Esto es ridículo. El calor hace imposible prestar atención afuera, y adentro tampoco hay clases normales. Lo que más me molesta es que estamos muy atrasados. Ayer, un profesor tuvo que resumir cinco clases en una, porque no podemos seguir el ritmo. Si seguimos así, vamos a perder el cuatrimestre”.

Antonelli también cuestiona la efectividad de las tomas como herramienta de cambio: “Hay paros y tomas todo el tiempo, pero ¿qué se logra? Al final, los más perjudicados somos nosotros, los estudiantes. Los que apoyan la toma dicen que es para defender nuestra educación, pero lo único que están haciendo es perjudicar nuestro aprendizaje”.

Durante una de las clases que se realizaba en la calle frente a la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, se produjo un altercado entre dos estudiantes. Uno de ellos, molesto por tener que cursar en la vía pública, expresó su desacuerdo en voz alta, lo que generó una discusión con otros compañeros que apoyaban la toma. Los intercambios verbales se intensificaron rápidamente, con los estudiantes dividiéndose en dos posturas. “Hagamos un mea culpa, esto no está funcionando”, gritó uno de los involucrados, mientras la discusión escalaba entre los que defendían la protesta y quienes se oponían a ella. Pese a los gritos y la tensión, las clases continuaron al aire libre.

A lo largo de la cuadra, pupitres y sillas estaban esparcidos de manera improvisada, y aunque una parte de la calle estaba cortada, los autos que circulan por los espacios habilitados deben maniobrar entre los bancos.

En medio de la universidad tomada y con clases públicas en la calle, se llevó a cabo una reunión del Consejo Directivo de esa facultad. Durante el encuentro, Isabel González, presidenta del Centro de Estudiantes de la facultad e integrante de El Colectivo, tomó la palabra para denunciar el impacto de las políticas de ajuste en la educación pública y la situación socioeconómica de los estudiantes. “Hoy más de la mitad de la población está bajo la línea de pobreza, y el 50% de los estudiantes también”, expresó, señalando que la lucha por la universidad pública debe ser solo el comienzo de una resistencia más amplia contra las políticas del gobierno actual.

González destacó la importancia de la organización popular y la unidad entre docentes, no docentes y estudiantes para frenar políticas de ajuste que, según sus palabras, “ya arruinaron la vida de millones de argentinos”. Además, hizo un llamado a los representantes y consejeros a sumarse a las actividades impulsadas por los estudiantes, como las clases públicas, para visibilizar la defensa de la educación y exigir un aumento en el presupuesto 2025 y la apertura urgente de las paritarias para los trabajadores docentes y no docentes. “Defendemos nuestra educación porque queremos estudiar, queremos graduarnos y aportar al desarrollo de nuestro país”, afirmó.

En la Facultad de Psicología de la UBA, la mayoría de los estudiantes evita hablar con los medios. Mientras tanto, las clases continúan en la calle, entre bocinazos de apoyo que se escuchan de los automovilistas. Varios docentes se acercaron a la mesa central para expresar su malestar por estar dando clases en plena avenida. “Clases así no puedo dar”, comentó una profesora visiblemente frustrada.

Desde el centro de estudiantes intentaron explicarle que no tienen otra alternativa. Una alumna, que prefirió no identificarse, se acercó a la docente y le dijo que esta medida no la realizan por la facultad, sino “para ser visibles”. Cuando este medio le preguntó qué sentía al respecto, decidió no hacer más declaraciones.

En otro sector, las aulas permanecen vacías, con algunos docentes sentados al frente, pero sin estudiantes. Además, en la planta baja de la facultad también se están llevando a cabo clases de manera improvisada.

“Estamos acá defendiendo nuestra educación. La toma es una medida para visibilizar nuestros reclamos”, explicó Juan, un estudiante que se mostró a favor de la ocupación de la facultad.

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