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En modo navideño: aplaudo a todos, no critico a nadie

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Ya saben: en estas fechas estoy imbuido de un genuino fervor navideño, lo cual acentúa mi indulgencia para juzgar hechos y personas. Desde esa perspectiva, que Andrés Vázquez, jefe de la DGI, no haya avisado que tiene tres propiedades en Miami lo atribuyo a un desliz y no al deseo de ocultarlo; aquel que nunca se olvidó de declarar bienes por 2 millones de dólares que tire la primera piedra. ¿Kueider entró en Paraguay con 200.000 dólares en una mochila? Yo fui mochilero y solía hacer eso: salir de raje sin saber bien qué llevaba. ¿El fiscal Ramiro González festejó sus 60 años con una fastuosa celebrity party que le costó al menos 100 luquitas verdes? Lógico. Solo se cumplen 60 años una vez en la vida.

A Pucho Ritondo, jefe del bloque de Pro en Diputados, lo denunciaron por tener una ristra de propiedades, acá y en Miami, y cerca de 70 empresas. A ver: estamos ante un muchacho hiperactivo cuya entrega a la tarea legislativa no le impide construir un imperio. Los rumores de que trabaja más para el Gobierno que para Pro son infundados: trabaja para el país. Otra vez: nuestros corazones no deberían permanecer ajenos al espíritu de amor y paz propio de estos días. La Corte Suprema dio el ejemplo al establecer que puede funcionar con tres jueces: lejos de desafiar al Gobierno, acaba de adherir a la doctrina de la motosierra. El voto en disidencia de Lorenzetti no se aparta de ese criterio, sino que lo profundiza; planteó constituir el tribunal con un solo juez: él. Admito que me he pasado todo el año protestando por la designación de Ariel Lijo, con argumentos éticos, morales y profesionales. La proximidad de la Nochebuena me invita a una mirada más contemplativa: ya es tiempo de que llegue a la Corte; sí, en un expediente de 70 cuerpos: 50 sobre su enriquecimiento y 20 sobre su manto de piedad con los más crápulas de los crápulas. Uh, perdón, me distraje y perdí el tono. Ariel, feliz Navidad.

Vuelvo sobre Vázquez. Normalmente lo hubiese definido en términos severos. Hoy no. Por qué insistir en el bajo perfil con que manejó su declaración de bienes si fue extensivo a su imagen: durante años no hubo una sola foto de él, hasta que el lunes Hugo Alconada Mon le dio la cana (o la cara). Típico caso de celo por la privacidad. O de timidez. Asimilarlo con espías o con mafiosos es propio de gente dañina. Las redes hablan de una mirada fría, desalmada. Así deben verse los que persiguen a evasores y a fugadores de divisas. Duro con ellos, mastín. Es cierto que nunca contestó las preguntas que le hizo llegar Hugo sobre su fortuna. Además de tímido, modesto.

Lilita dice que es un tipo “pesado, pesado”, y lo acusa de haber sido un soldadito de Néstor y Cristina para hacer operaciones de inteligencia contra opositores, empresarios y periodistas. Eso suena muy feo. ¡Con los periodistas no, Andrés!

Si por un minuto se me diera por tener malos pensamientos –Diosito no lo quiera– sobre Kueider, Vázquez, Lorenzetti, Lijo, Ritondo, la forma de exorcizarlos (me refiero a los pensamientos) es considerar que todos ellos integran el club de los buenos de Milei. Los defiende, los protege, los consulta. Ya les entregó su credencial de fuerzas del cielo. “Ritondo es víctima de una operación”, dijo anteayer. Era mi sospecha, pobre Puchito. El nihil obstat de Javi exime de cualquier otra justificación, con lo cual no hace falta reparar en que estos cinco angelitos son cosecha de Santi Caputo. Sí, Caputín, un distinto cazando talentos.

Mientras escribo me parece oír los reclamos de la tribuna: ¿y tus famosos regalos de Navidad? Ya van, ya van. Pasa que este año son pocos: no hay plata.

Con Cristina siempre es complicado porque no le falta nada; finalmente resolví que al pie del arbolito le voy a dejar una foto, cruzada por una X roja, de Kichi, muñeco maldito que muerde la mano de la que le dio la mamadera. En el arbolito de Kichi, la foto de la mamadera. A Macri, barajas francesas para jugar al bridge; ya tiene, obvio, pero temo que va a necesitar más de un mazo: dispondrá de mucho tiempo. En el caso de Lili Lemoine, diputada y estilista del Presi, dudé entre un libro de historia argentina (la noto floja en cosas que pasaron hace más de 10 años) y un peine muy cool; me decidí por los dos: una forma de perderles miedo a los libros es que use el peine como señalador. A Pato Bullrich, grilletes, cosa de que no se le escapen los presos cuando los obliga a limpiar las cárceles; otro debería destinarlo a Vicky Villarruel: a esa mujer no se la puede dejar suelta.

¿A Javi? Wow, tan difícil como Cristina. No porque tenga todo, sino porque no quiere nada. Místico, asceta, vive desprendido de las cosas materiales de este mundo. Creo que me voy a inclinar por un látigo inteligente, última creación de la inteligencia artificial. Por ejemplo, se lo programa para que discipline a la casta, y allá va, feroz, implacable. ¿Y si la emprende contra alguno de los cinco angelitos? Reseteo. Que se autodestruya.

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