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Central Córdoba, campeón de la Copa Argentina, puso a Santiago del Estero en la Libertadores y dejó a Vélez hundido en los nervios y el caos

Central Córdoba, campeón de la Copa Argentina, puso a Santiago del Estero en la Libertadores y dejó a Vélez hundido en los nervios y el caos
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El equipo de Omar De Felippe se impuso 1-0 en la final, con un gol de carambola; el equipo de Liniers perdió la segunda final del año y el domingo define la Liga Profesional ante Huracán

Desde la competencia que se jacta de ser la más federal del país, surgió un campeón de la provincia que nunca había festejado un título nacional de la AFA. Santiago del Estero está futbolísticamente de moda. Lo venía siendo en las categorías de ascenso, en las que las influencias de dirigentes con peso se tradujeron en favores arbitrales. Por medios más lícitos, Central Córdoba dio el golpe al vencer 1-0 a Vélez y conquistar la Copa Argentina, en la que había jugado la final de 2019 ante River

Premio a la aplicación táctica y el orden que inculcó Omar De Felippe en cuatro meses y medio de gestión, período en el que dio vuelta como una media a un equipo que era un colador con el colombiano Lucas González. “Omar le cambió la cara a este equipo. Estuvimos sin ganar 11 fechas durante un semestre”, dijo Matías Godoy, autor de un gol de carambola, reconocido desde su sinceridad: “Quise tirar un centro”. Godoy, de 22 años, además de ser bicampeón del torneo porque hace 12 meses se consagró con Estudiantes, también erigió en el goleador del certamen, con cinco tantos.

Central Córdoba se consagró en una campaña que tuvo triunfos sobre Quilmes, Estudiantes, Newell’s (penales), Temperley, Huracán y Vélez. Santiago del Estero entra también por primera vez en la geografía de la Copa Libertadores. La fiesta santiagueña no es una buena noticia para Boca, que necesita que Huracán el domingo no sea campeón de la Liga Argentina para clasificarse a la Copa Libertadores por la Tabla Anual. Si el Globo da la vuelta olímpica, Boca caerá a la Copa Sudamericana.

La derrota sumió a Vélez en un caos tras el final, con algunos jugadores -Santiago Cáseres estaba desencajado- enfrentados a los golpes con los hinchas en la platea, donde quedó involucrado el presidente Fabián Berlanga. “Nos queda la sensación de angustia por haber desaprovechado una oportunidad hermosa”, dijo el entrenador Gustavo Quinteros.

Condicionado por sus muy buenas campañas en todas las competencias locales del año, Vélez se vio en la necesidad de preservar algunas piezas, aunque lo de anoche se tratara de una final, en la que supuestamente no hay que guardarse nada. Salvo que dentro de cuatro se días esté disputando otro título (Liga Profesional), probablemente el que más colmará sus aspiraciones. Del medio campo hacia arriba, Quinteros ubicó jugadores que nunca habían sido titulares juntos. El dueño de la pausa y la distribución, Aquino, se quedó en el banco. También Pizzini, con menos fuelle en los últimos meses, estuvo entre los relevos. A Thiago Fernández se lo empezó a extrañar desde que se rompió los ligamentos.

Por primera vez, Ordóñez, Elías y el criterioso Bouzat se repartieron la zona media. Volantes laboriosos, constantes, siempre pendientes de las necesidades colectivas. Quinteros no quiso verse en inferioridad numérica en un sector que Central Córdoba cubre sin dejar espacios. Más adelante, por la banda derecha, el juvenil Carrizo, un zurdo atrevido; por el otro lado, la larga zancada de Pellegrini.

Más allá de los nombres, Vélez intentó ser fiel a su estilo, no cambió el guion. Asumió la iniciativa, quiso la pelota, procuró imponer condiciones desde el traslado ágil y las combinaciones. Central Córdoba tenía otro plan: bloque bajo para interrumpir el circuito rival y salir con pelotazos de 30 metros. Especuló con que la ambición de Vélez, que podía derivar en ansiedad a medida que no encontraba el gol, le dejaría los espacios para lastimar con la profundidad que salía de los pies de Godoy y Atencio, quienes hurgaban en los metros que había entre los volantes y los defensores de Vélez.

La resistencia de los santiagueños necesitó de los reflejos del arquero Ingolotti –de muy buen rendimiento también en la Liga Profesional- para tapar entradas francas y las definiciones de Carrizo y Pellegrini, ambos asistidos por Romero, que hacía más de inteligente distribuidor que de definidor.

Desde las tribunas del estadio de Unión, los hinchas de ambos equipos hacían bajar un clima de final que impregnó a los jugadores en lo referente a la entrega y el sacrificio. Ninguno se desenchufaba. Por momentos, la tensión pudo más que la claridad, hubo pasajes de confusión. Vélez empezó a mirar mal a Falcón Pérez al reclamar una mano en el área santiagueña (no hubo VAR en la final) y discutir otros fallos.

Estaba Vélez más cerca del gol, pero en realidad la mejor atajada de los primeros 45 minutos la hizo Marchiori con una reacción de lince para despejar una estupenda chilena de Godoy. Central Córdoba sentía que estaba jugando “su” partido: negar el repertorio más amplio de Vélez y esperar con la paciencia del cazador a sacar el disparo cuando la presa estuviera desprevenida.

La historia se fue abierta al descanso, dentro de los parámetros futbolísticos previsibles, pendiente de que Vélez fuera más continuo y eficaz en sus intentos, y Central Córdoba sacara provecho de su solidez.

Quinteros decidió que era momento de arriesgar un poco más en el segundo tiempo: Aquino reemplazó a Ordóñez. Una señal de que Vélez también necesitaba pensar un poco más, un conductor. De Felippe agregó explosividad en la franja izquierda con el colombiano Angulo, que venía de volver loca a toda la defensa de Racing. Y una modificación táctica para nada menor: el delantero sustituyó a un defensor (Abascia), con lo cual el Ferroviario pasó tener línea de cuatro, doble pivote en el medio, tres media-puntas y Cabral como cabeza de ataque. Vélez incrementó su ira contra Falcón Pérez, que ignoró un toque de la pelota con un brazo en una salida fuera del área. Era tiro libre y tarjeta amarilla.

Central Córdoba se estiró rápido con el ingreso de Angulo, que además obligaba a limitar las proyecciones de García. Cada arranque del colombiano transmitía la agresividad que estaba faltando. Se encargó de cruzar el campo para habilitar por la derecha a Godoy, que tuvo en la fortuna a un aliado: su centro bombeado se le terminó metiendo por el segundo palo a un sorprendido Marchiori.

Vélez sintió el golpe, el nerviosismo le quitó la poca fluidez de juego que ya tenía. Fue pura confusión, más allá de una ocasión de Pizzini y un tiro de Valentín Gómez en el travesaño. No tuvo respuestas. Vélez quedó malherido para la otra final, ante Huracán, no pudo con el bravo Central Córdoba.

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