Intentaron recusar a la jueza por “imparcial”: sospechan que la productora de su hermano prepara una serie sobre el juicio

Un cambio de roles en el Tribunal y la posibilidad de que haya dos “infiltrados” entre el público que trabajarían en la empresa audiovisual del hermano de la jueza Julieta Makintach terminó en un pedido de recusación que dio vuelta la audiencia. Uno de los imputados más complicados declarará, al final, el martes. Ya declararon 43 testigos
Hasta la última audiencia, el martes pasado, la ubicación de los jueces en el estrado había sido la misma. Maximiliano Savarino en el centro, presidiendo el debate, y las vocales Julieta Makintach y Verónica Di Tomasso a derecha e izquierda. Pero en la de hoy, la jornada 18, algo había cambiado. Makintach se sentó en el centro y anunció que ella dirigiría el debate de ahora en más. Dijo, además, que Di Tomasso sería la presidenta del Tribunal y Savarino, vocal. Las partes pidieron un cuarto intermedio. La novedad los sorprendió pero además tenían otro dato: que entre el público había dos personas que no eran ni público ni periodistas acreditados, sino productores de una empresa de producción audiovisual. El dueño de la productora es Juan Makintach, hermano de la jueza que acababa de asumir la dirección del debate. Makintach, que estrenaba silla en el juicio por la muerte de Diego Maradona, terminó con un pedido de recusación encima.
Quien inició el revuelo fue Julio Rivas, abogado de Leopoldo Luque, médico de confianza del exfutbolista, acaso el imputado más complicado. “Cuando declaró (la psiquiatra Agustina) Cosachov, la doctora Makintach levantó insistentemente la mano para preguntar. Yo no soy abogado de Cosachov, pero noté por el modo y el contenido que esa pregunta fue inquisitoria. También noté preguntas inquisitivas a (Víctor) Stinfale de parte de Makintach. Es un hecho grave que afecta la independencia y la imparcialidad en este juicio”, arrancó Rivas.
Hasta ahí, el abogado que representa al imputado más comprometido con la muerte de Maradona, dudaba de que la jueza Makintach pudiera ejercer su nuevo rol sacudida de preconceptos. Pero hubo más. Recargó Rivas: “A eso sumo que tomé conocimiento de que en este momento en esta sala hay dos personas que quiero que el Tribunal identifique”. Eran un hombre y una mujer que casi desde el inicio del juicio se sientan entre el público. No figuran entre la lista de los acreditados de prensa, habilitados para trabajar en sala. Pero tampoco se les pidió el DNI, como sí lo hacen cada jornada a cualquier ciudadano que quiera presenciar la audiencia. Rivas dejó su escritorio, caminó por el pasillo que divide a la querella y Fiscalía de las defensas, y los señaló. De regreso al micrófono, avisó a la jueza que sospechaba que esas personas trabajaban para la productora Pegsa, de la que su hermano Juan Makintach es dueño junto a Agustín Pichot.
Diego Maradona, incluso ya muerto, sigue generando ideas que generan, a su vez, interés y, por ende, dinero. La BBC trabaja en una documental sobre el juicio. De hecho, para la segunda semana de debate, que arrancó en marzo, un inglés filmó con su celular parte del debate, justo al lado de un cartel que avisa que está “prohibido el uso de teléfonos celulares dentro de la sala, no se permite filmar ni reproducir imágenes de la audiencia con ningún dispositivo”. Al productor inglés alguien le dio permiso para hacer lo que nadie puede. En el caso de “los infiltrados” señalados por Rivas y su relación entre la jueza Makintach y su hermano, elDiarioAR consultó a Agustín Pichot -socio de Makintach en la productora- y respondió que “no están grabando nada de nada de Maradona”.
La jueza Makintach admitió que su hermano es dueño de una productora audiovisual pero que nada tiene que ver con el debate. Refirió que su hermano nunca se hizo presente en sala. Nadie le preguntó lo obvio: ¿el hermano mandó productores de su empresa a la sala de audiencias? Fernando Burlando, abogado de Dalma y Gianinna, y Mario Baudry, abogado de Dieguito Fernando, presentaron una denuncia en la Fiscalía de turno. Quieren que investiguen si en el transcurso del debate hubo abuso de autoridad, prevaricato, trafico de influencias, cohecho y incumplimiento de los deberes de funcionario público. Más fácil: si una empresa privada aprovechó el contacto directo con un funcionario judicial para producir una serie comercial.
“Hay requisitos para producir una serie o documental. Se hace con una solicitud formal al Tribunal o la Corte Suprema (Bonaerense) para obtener el consentimiento de las partes, la protección de los datos de damnificados... A nosotros nadie nos preguntó si estamos de acuerdo o no en prestarnos a un documental. Lo que queremos saber es si a ustedes les llegó una solicitud”, se plantó Patricio Ferrari, el fiscal, a los jueces. El Tribunal descargó responsabilidades en el área de Prensa. Pero el fiscal insistió y obtuvo un “no, no recibimos ninguna solicitud” de parte del juez Savarino. Las personas señaladas por Rivas, abogado de Luque, explicaron a los jueces -desde el fondo de la sala- que son escritores y que uno de ellos trabaja en una productora independiente que no es Pegsa.
A todo esto, a la vuelta de un cuarto intermedio, los jueces resolvieron rechazar la recusación a Makintach y cedieron en volver a los roles anteriores: Savarino, presidente y director del debate; las juezas, vocales. Makintach dijo que a ella la caracteriza “la vehemencia” y cuestionó que se dudara de su imparcialidad. “La rotación de tareas tiene que ver con aliviar el rol del presidente, no iba a modificar nada. No veo perjuicio, agravio, agresión o argumento malicioso de mi parte, me parece un disparate. Pero voy a bregar por la paz y la calma de todos ustedes”, concluyó Makintach. Del tema de la productora del hermano no se habló más. De las dos personas señalas como “infiltrados” una se retiró de la sala y la otra permaneció hasta el final del debate.
El testimonio más esperado de la jornada tendrá que esperar. El psicólogo especialista en adicciones Carlos Díaz pensaba ocupar cuatro horas de la tarde para prestar declaración, pero la recusación a Makintach y el tema de “los infiltrados” se llevó buena parte de la audiencia. Sí alcanzó a dar testimonio Carlos Bacchini, uno de los acompañantes terapeúticos que asistió a Diego Maradona la última noche en la Clínica de Olivos y, al menos, unos cuatro días en la casa del Tigre. Se ausentó porque debía hacerse un estudio médico y fue reemplazado por un colega. Los médicos de cabecera -Luque, Cosachov y Díaz- desistieron de los acompañantes terapeúticos a mitad de la internación domiciliaria. Y Bacchini nunca volvió a ver a Maradona.
“Después de veinte años de consumo, en 2017 inicié un tratamiento donde estuve dos años en rehabilitación. Y a raíz de eso empecé a devolver un poco la ayuda que me dieron”, se presentó Bacchini. Luego explicó en qué consiste la tarea de un acompañante terapeútico: “Cuando empezamos a trabajar con el paciente no hay que consentirlo, hay que brindarle la menor ayuda posible. Si uno empieza a dar lo que el paciente quiere, no le sirve la persona. Tratamos de explicarle y se enoja. Pero igual le hablamos. La mayoría de las veces el paciente lo entiende”.
A Bacchini le dicen “Coco” y fue, según él, bienvenido por Maradona aunque el ex futbolista no sabía que era su acompañante terapeútico cuya tarea era manejar la abstinencia de alcohol. Bacchini destacó que Diego no permitía que los enfermeros entraran en la habitación. Les decía “tomatelás”. Había que hacer un pasamos para que tome la medicación: la preparaba Dahiana Madrid o Ricardo Almirón -ambos enfermeros, se repartían los turnos, los dos están imputados- y se la daban a Johnatan Espósito -sobrino de Diego- o a Maxi Pomargo, el secretario; o a Monona, la cocinera. Coco entraba con ellos al dormitorio. “No sé que le daban, pero sí que él tomaba la medicación porque yo lo veía, estaba ahí”, confirmó el testigo.
Habló, además de la inestabilidad emocional de Maradona, de la casa y del entorno. Que la última noche en la Clínica de Olivos “se despertó alterado” porque se quería ir y que “los enfermeros tuvieron que tranquilizarlo; lo higienizaron y se quedó dormido”. Que una vez, ya en Tigre, lo subieron junto con la enfermera al primer piso para bañarlo, que pidió que pusieran música. Y que cuando lo sacaron en andas del baño, ya duchado, vio a través del ventanal el lago artificial de country. Entonces Diego gritó: “¡Johny! ¡Comprá una moto de agua!”. Como el resto de los testigos, apuntó que el baño estaba lejos de la habitación, que una pidió que lo lleven, que lo alzaron entre dos, “pero no alcanzó y se hizo encima”. Recordó que Diego le dijo que buscara a Oscar Ruggeri entre los contactos del teléfono, que quería hablarle. Coco se dio cuenta de que la llamada no salía, posiblemente porque “los teléfonos no tenían línea”.
“Estando con sus hijos, Diego era otra persona. Con Benjamín (N. de la R.: hijo de Gianinna, su nieto) estuvo escuchando musica, después quiso que lo paremos y estuvo jugando al basquet. Me daba la sensación de que Diego quería y no podía. Necesitaba mucho a sus hijos, y pienso que eso hubiese sido lo que a él lo hubiera sacado adelante”, dijo Coco. Gianinna, que lo escuchaba en la sala, lloraba.
VDM/DTC