Boleto de ida y en el furgón de cola: la encerrona que Milei ofrece a Macri
Letanía de la “última oportunidad” que los aliados ofrecen al ultra. Demasiada ambición para pocas sillas. “A Cristina se la aclama, no se la prefiere”. La mesa ínfima de los Kirchner resta margen hasta para celebrar goles propios.
El instinto de supervivencia pasó a ser el principal motor de un arco político que se abroquela en torno al proyecto de Javier Milei. En la medida en que el ultraderechista mantenga competitividad, el PRO a la cabeza, pero también cardúmenes del peronismo, la UCR y los provinciales, calculan que pararse en la vereda de enfrente podría marginarlos en 2025.
No porque el campo opositor a Milei esté en retirada. Por el contrario, a la luz de casi todas las encuestas, creció en los últimos meses, y el núcleo más crítico, que valora la gestión del Ejecutivo como “muy mala”, prevalece con claridad entre los no mileístas.
Ocurre que el espacio de la oposición encuentra representaciones más genuinas entre las variantes del peronismo, el cristinismo y la izquierda. El “peronismo republicano”, un sector de la UCR y el partido de Elisa Carrió tomaron algo de distancia —quizás tarde— del denigrante lugar de “darle las herramientas al Presidente” que asumieron durante el primer cuatrimestre del año, y comenzaron a actuar como opositores. La etiqueta de “ratas” y “degenerados fiscales” que les endilgó el Presidente no les dejó mucho margen para abandonar el papel para el que fueron electos.
Casi todos los diputados y senadores del partido fundado por Mauricio Macri y la derecha de la UCR están siempre dispuestos a brindarle una última oportunidad al Ejecutivo. El ciclo comenzó con la dilación para bloquear el mega-DNU con pretensiones de reforma constitucional firmado por Milei apenas asumió, luego, con la aprobación en dos turnos de la ley Bases y, más recientemente, con el bloqueo al aumento a los jubilados y al presupuesto universitario. La lógica del eterno sacrificio final antes del despegue. El DNU que estipuló un aumento inusitado de fondos reservados para desmanes de inteligencia a cargo de Santiago Caputo pudo ser revertido, pero el oficialismo mostró un núcleo significativo hasta para causas que no disimulan su impronta gangsteril.
“Mauricio se hartó”, filtran allegados al expresidente una y otra vez. Fernando de Andreis habló por el expresidente cuando recordó la fábula del escorpión y la rana a la salida de una reunión de Macri y Caputo. Allegados hacen circular mensajes —algunos de ellos sórdidos, con aroma a forcejeo por negocios—, seguidos por agrios desplantes de los hermanos Milei, fricciones directas con Santiago Caputo y milanesas de reconciliación en Olivos. Los apoyos que necesita el Gobierno en el Congreso vuelven a aparecer, con filtraciones de que no volverá a ocurrir. Regreso al punto de partida.
Tan líquida se volvió la política, tan masiva es la difusión de fake news, tan impunes son las redes y el periodismo para confundir, que hay legisladores que votan en un sentido, Milei presiona, y luego se permiten derogar la propia decisión.
A Patricia Bullrich, los saltos ornamentales le cuestan poco. La temeridad es lo suyo y encontró un nicho. Compitió palmo a palmo con Milei por la radicalización del discurso en años recientes, salvo un breve período antes de la primera vuelta de 2023, cuando fingió tener preocupaciones institucionales porque el ultra tenía ideas “peligrosas para la sociedad”. Por lo demás, nadie espera coherencia en una política que hizo del cambio de partido un sello.
Macri, a su modo, también tiene legitimidad para dejarse interpretar por el camino de Milei. No dejó de tender puentes con el extremista ni siquiera durante la campaña electoral, en detrimento de los postulantes de Juntos por el Cambio, la coalición que se supone lideraba. “Lo mismo, pero mucho más rápido”, aquello que prometió el expresidente en 2019, se parece bastante a lo que ejecuta el Presidente. Radicales de peso, como el mendocino Alfredo Cornejo, también adoptaron hace años un credo económico que no difiere demasiado del elegido por Milei.
Los gobernadores peronistas de Catamarca y Tucumán, los filoperonistas de Misiones y Salta, y el sindicalista que gobierna Santa Cruz dan indicaciones contranatura a sus diputados y senadores, como si hubieran comercializado su voluntad, algo que seguramente no ocurrió.
Al segmento de Juntos por el Cambio que se presentaba como liberal, o al menos con inquietudes republicanas y compasión social, el apoyo a Milei se le hace más cuesta arriba. Para María Eugenia Vidal y Silvia Lospennato, convivir con los memes armados con sus propios posteos que envejecieron mal, en los que aparecían enarbolando lo contrario de lo que ahora dicen, es un mal trago inevitable, a la espera de que el tiempo pase.
Diego Santilli se transformó en un cruzado de Milei. No fue premiado en persona con un cargo en el Ejecutivo, ni parece contar con el favor de Karina. Su oficialismo desmesurado le alcanza para ubicar a hombres en segundas líneas de ministerios y rodear a Victoria Villarruel en el Senado, además de conservar porciones en el Gobierno de Jorge Macri, en CABA.
¿Qué busca Santilli? “Encabezar la lista en la provincia de Buenos Aires el año que viene. Cree que estuvo cerca de ser gobernador, le echa la culpa a Horacio (Rodríguez Larreta, del que fue aliado) de no haberlo conseguido y está convencido de que puede”, responde un hombre del PRO bonaerense que conoce bien las internas del partido.
Esa ambición denota uno de los problemas que tiene el oficialismo el año próximo. Hay demasiados aspirantes y tribus a los que satisfacer para cupos limitados en las listas. Ni la mejor de las hipótesis electorales para Milei alcanzará para satisfacer al armado de La Libertad Avanza, lo que pida Bullrich, los puros y los conversos del PRO, los radicales derechizados y los saltimbanquis de siempre.
La posición para la que trabaja Santilli también es reclamada por José Luis Espert, al parecer, impulsado por el propio Milei, pero no por su hermana, Karina, que también suena. Diego Valenzuela, intendente de Tres de Febrero, era hasta hace no tanto un moderado del macrismo, pero también se tienta con correr con el cartel del Presidente y toda la derecha unida.
Acudir a las elecciones en listas separadas sería arriesgar una clara victoria del peronismo en la provincia que marcará el título de ganador en la noche de la votación. Habrá una sociología electoral segmentada. La lectura de los resultados de Córdoba, Santa Fe y Ciudad de Buenos Aires no será lineal a la hora de saber si el Gobierno ganó o perdió. En el cúmulo de interpretaciones, la de la provincia donde vota el 37% de los argentinos podría prevalecer.
A todos aquellos que no son los hermanos Milei y el círculo de energúmenos que reproducen su discurso y sus amenazas en redes y streamings, les atraería un líder que no hiciera gestos masturbatorios en público, que insultara menos y que no actuara con modos de un desequilibrado.
Es obvio que las maneras de Milei no son las de Macri. El expresidente tiene aspiraciones de conservar influencia, codearse con líderes e intelectuales de la derecha global, representar a la FIFA y viajar.
Lo que el próximo turno electoral delimitará es si el no peronismo y la antiizquierda adquieren por completo el rostro de Milei. Hay ejemplos internacionales que hablan de un sorpasso de los ultras a toda la derecha y centroderecha, como lo ocurrido con los liderazgos de Jair Bolsonaro, en Brasil, y Donald Trump, en Estados Unidos, así como en otros países actuaron diques de formaciones tradicionales que contuvieron a la alt right.
A esta altura, cabe preguntarse si hay marcha atrás posible. Si existe vida propia luego de haber votado con argumentos pueriles una rebaja a las jubilaciones y a los sueldos de los universitarios, hasta ubicarlos en un piso histórico. Un trauma que quedará para la historia.
Parte de la relativa fortaleza de Milei está dada por la crisis del peronismo. Cristina acertó en la semana al hacer blanco en los gobernadores de Catamarca, Raúl Jalil, y Tucumán, Osvaldo Jaldo, y un diputado peronista de Misiones. Son aliados de Milei, incumplen el mandato, traicionaron a sus votantes. “Ordenar lo que se desordenó”, dice la expresidenta y, en ese punto, no le falta razón.
Las presiones para que el riojano Ricardo Quintela retire su postulación a presidir el Partido Justicialista son intensas. Con el vacío en el peronismo que dejó el dislate de la mala relación entre Alberto Fernández y Cristina, “El Gitano” vio espacio y se lanzó. Encontró eco con el capital de ser un firme opositor a Milei proveniente del Norte del país, sin formar parte de la ortodoxia referenciada en el Instituto Patria y La Cámpora.
Si se produce la interna, el 17 de noviembre, sería una novedad en la vida del peronismo y, en particular, la de Cristina. De punta a punta de su actuación política nacional, los Kirchner hicieron lo imposible para evitar la competencia interna. Cuando alguien se le plantó, aunque la victoria estuviera asegurada, Cristina levantó sus cosas y armó otro sello, como Unidad Ciudadana, en 2017.
“A Cristina se la aclama, no se la prefiere”, dice con sorna un dirigente que suele aclamarla. La aclamación se hace desear. La candidatura de Quintela —en los papeles, amplia perdedora ante Cristina— está apoyada sobre los peronismos del interior que hace años se sienten raleados por las disposiciones del Instituto Patria. Ello incluye al Partido Justicialista de Córdoba, férreo opositor al kirchnerismo y aliado crítico del Gobierno, cuyos afiliados podrían votar.
Dos veteranos del peronismo que estuvieron cerca de Quintela son ahora emisarios del pedido de que decline sus aspiraciones: José Luis Gioja, desde San Juan, y Gildo Insfrán, desde Formosa.
Sin embargo, el sustento mayor del gobernador de La Rioja surge de funcionarios del Gobierno bonaerense y un puñado de intendentes. Axel Kicillof, valedor inicial del proyecto de Quintela, evitó un pronunciamiento público desde que La Cámpora removió el avispero con la postulación de Cristina a través de un tuit.
“¿Sabés quién es el más convencido de que Quintela no se tiene que bajar? Axel”, se pregunta y se responde una voz del armado de “El Gitano”. Si eso se corrobora, sería una señal de que el gobernador bonaerense, aunque se declare prescindente y reparta elogios tanto a la expresidenta como a Quintela, decidió llevar a fondo su disputa con La Cámpora.
Las partes hablan de “salir por arriba” para evitar las internas. Desde la óptica de Cristina, parada sobre su reconocida conexión con el voto popular, ello no tiene ninguna otra acepción que recibir el apoyo de su contendiente, y para Máximo, que Kicillof acepte tocar la partitura “elaborada por todos los compañeros”, forma elíptica de referirse a sí mismo.
Hay, a la vuelta de la esquina, una hipótesis catastrófica para el peronismo: que la elección salga mal, porque sus padrones están desactualizados y el PJ carece de estatuto electoral en funciones. El jueves pasado, los apoderados Jorge Yoma, el hugomoyanista Daniel Llermanos y el santafesino Leandro Busatto se trasladaron a la oficina partidaria de la calle Matheu para inscribir la candidatura de Quintela ante la junta electoral. Con la sede desierta, los atendió el portero y encargado de seguridad, que se vio en un brete para saber qué hacer con el papel.
Una elección que termine con impugnaciones de resultados en varias provincias, acusaciones de fraude y altercados violentos sería la mejor noticia que podrían recibir los hermanos Milei.
A su vez, una conducción centrada entre el Instituto Patria y La Cámpora, impuesta de facto, sin elegancia, ampliaría la lista de defraudados y estiraría la crisis del peronismo, escenario también deseable para los ultras.
Un ejemplo. El Fondo Monetario Internacional dispuso el viernes una reducción de la tasa de interés que pagan los países hiperendeudados como Argentina. Se trata de un logro nítido del exministro Martín Guzmán, que remó años para ese fin junto a su mentor, Joseph Stiglitz. El país ahorrará US$450 millones por año en intereses.
Al final, una meta tan complicada se conseguía con paciencia y construcción de alianzas internacionales. No alcanzaba con una clase magistral de Cristina con gráficos diseñados a los apurones, ni con una rabieta extemporánea de Máximo Kirchner.
Los exministros Kicillof, Martín Lousteau y Jorge Remes Lenicov suscribieron el reclamo ante el board del FMI.
La mezquindad como práctica política les impide a los Kirchner reivindicar como propio un logro impulsado por tres de sus exministros de economía. Hito que expone además la agobiante herencia de deuda legada por Macri, Luis Caputo y Federico Sturzenegger.
Algunos ensayan que Cristina es la única capaz de reagrupar al peronismo en un momento de desorientación. Difícil constatarlo a la luz de sus cartas públicas que actúan como un compendio infinito de pases de factura.
SL/DTC