Las mejores 5 series y películas para ver este fin de semana en Netflix, Max, Disney Plus y Apple TV
Una selección con las series y películas recomendadas para este fin de semana.
- 🎬 Nuevas recomendaciones de series y películas para el fin de semana en plataformas como Netflix, Max, Disney Plus y Apple TV.
- 📚 La adaptación de "Cien años de soledad" de Gabriel García Márquez explora la saga de los Buendía en 8 episodios destacados por su producción y contenido mágico.
- ⚖️ La película "Jurado N° 2", dirigida por Clint Eastwood, plantea dilemas éticos en el sistema legal estadounidense a través de un juicio complicado.
- 🌋 "La Palma" es un drama que combina el thriller de catástrofe con la historia de una familia noruega en vacaciones a punto de enfrentarse a una erupción volcánica.
- 👩❤️👨 La serie irlandesa de humor negro sigue a las hermanas Garvey lidiando con la muerte de un familiar y un nuevo villano a la vista.
- 🐎 "El jockey" es una obra del director Luis Ortega que explora la búsqueda de identidad de un hombre atrapado en el mundo de las carreras de caballos y su amor por una jocketa.
Una selección especial con las mejores series y películas, que incluye también estrenos en salas de cine.
Estas son las series y películas para ver en el fin de semana en Netflix , Max, Disney Plus y Apple TV.
No debe haber sido tarea fácil adaptar la obra monumental de Gabriel García Márquez -una de las novelas más importantes de la literatura latinoamericana-, dirigida por Alex García López y Laura Mora Ortega bajo la asesoría de los hijos del autor. Lo cierto es que estos 8 episodios exhibidos (los 8 restantes el año próximo) no desmerecen la imaginería del gran autor colombiano.
Tampoco su prosa, conservada en muchas de las expresiones del narrador que va desmadejando el ovillo de la saga de los Buendía, una familia marcada por la soledad, las pasiones y un destino trágico, en el ficticio pueblo de Macondo.
José Arcadio Buendía (Diego Vásquez), su fundador, sueña con la grandeza del lugar, pero su obsesión con la alquimia lo lleva a la locura. A lo largo de siete generaciones, los Buendía enfrentan guerras civiles, amores prohibidos, incestos y sucesos extraordinarios que desafían la realidad. El tiempo en Macondo parece circular: los nombres y errores se repiten, atrapando a la familia en un ciclo fatal. La llegada de una peste del olvido y la influencia de personajes como Melquíades, el gitano, refuerzan el tono mágico del relato.
Con lujos de producción y una ingeniosa puesta que no desdeña los planos secuencia para describir el pueblo, seguir a los personajes y hacer vital la jungla que lo rodea, la sensualidad que desprenden los actores y sus numerosos encuentros eróticos alivianan una trama excedida en acciones, divididas entre el pragmatismo y lo mágico, lo terrestre y lo idealista.
Serie para degustar episodio a episodio -el atracón bulímico puede empachar- es otro de los grandes logros de Netflix para este año que se va, junto a su adaptación del Ripley de Patricia Highsmith.
Muy recomendada.
Repuesto del traspié que significara la patética Cry Macho, Clint Eastwood -en la que quizás sea su última película como director-, realiza una exploración profundamente ética del sistema legal estadounidense. Más allá de su narrativa como drama judicial, la película plantea interrogantes fundamentales sobre la falibilidad humana, la memoria y las tensiones entre responsabilidad individual y colectiva en la búsqueda de justicia.
El protagonista, Justin Kemp (Nicholas Hoult), encarna una paradoja ética: seleccionado para juzgar un caso de homicidio, descubre que podría ser responsable del crimen que se está deliberando. Este conflicto sitúa al espectador en el corazón de un dilema moral: ¿cómo puede alguien desempeñar un papel imparcial en la administración de justicia cuando su propio sentido de culpa y responsabilidad lo consume? Justin, un hombre en recuperación de su alcoholismo, escenifica como personaje la lucha entre los valores ideales que sustentan el sistema judicial y las imperfecciones humanas que lo socavan.
La película problematiza la memoria como base para tomar decisiones legales. Las escenas de flashback, evocadoras del estilo narrativo de Rashomon (Akira Kurosawa, 1951), difuminan la línea entre realidad y percepción, subrayando la incertidumbre inherente a la reconstrucción de los hechos. A través de este recurso, Eastwood cuestiona no solo la capacidad de los jurados para discernir la verdad, sino también el propio concepto de justicia como algo absoluto y objetivo.
La fiscal Faith Killibrew (la siempre admirable Toni Collette) representa otro aspecto del dilema ético central de la película. Como abogada que busca ascender políticamente, Faith enfrenta el conflicto entre su ambición personal y su deber de buscar la verdad. Su eslogan de campaña, "fe en la justicia", se despliega irónicamente a medida que la evidencia del caso desafía las certezas que sustentan su estrategia. A través de Faith, la película sugiere que el sistema judicial está profundamente condicionado por las motivaciones humanas, desde las aspiraciones políticas hasta los prejuicios implícitos.
Sin embargo, el desarrollo ético de la película no está exento de debilidades. La trama, aunque efectiva en mantener la tensión, se basa en giros inverosímiles que a veces minan la credibilidad del relato. Por ejemplo, la participación de Harold (J.K. Simmons), un jurado con experiencia como detective retirado, introduce una contradicción ética sobre la composición imparcial del jurado que nunca se aborda completamente. Este tipo de concesiones narrativas diluyen el impacto de las cuestiones éticas más amplias que la película intenta plantear.
A nivel técnico, Jurado N° 2 adopta un enfoque minimalista muy propio del estilo de Eastwood, dejando que la moralidad de los personajes y el contenido del caso sean el núcleo de la historia. La música y la dirección carecen de grandilocuencia, lo que podría interpretarse como una elección deliberada para enfocar la atención en los dilemas éticos en lugar de los adornos cinematográficos. No obstante, esta simplicidad también contribuye a una sensación de falta de especificidad que a veces distancia al espectador de las implicaciones más profundas del relato.
En última instancia, sin desdeñar el entretenimiento y construyendo un suspenso sostenido, el film es un examen de la fragilidad ética del sistema legal, donde los jurados son tanto árbitros como participantes de las mismas imperfecciones que el sistema busca resolver. Eastwood utiliza la historia de Justin para confrontarnos con una verdad incómoda: la justicia no es un ideal puro, sino una construcción social condicionada por nuestras limitaciones humanas. Al hacerlo, la película plantea una pregunta central: ¿puede el sistema legal, basado en algo tan subjetivo como la memoria y la moralidad, aspirar a un estándar ético verdaderamente imparcial? Aunque no ofrece respuestas definitivas -el final queda abierto-, su compromiso con la exploración de estas cuestiones la sitúa como una obra profundamente reflexiva en el corpus de Eastwood.
Muy recomendada.
Una familia noruega va a pasar unas vacaciones a la isla de La Palma, en las Canarias, España. Llevan su propia mochila de pesares. Fredrik (Anders Baasmo Christiansen), el padre, se contenta con una copa de vino blanco y rascarse la panza. Su mujer Jennifer (Ingrid Bolsø Berdal, una especie de Naomi Watts escandinava) está rejuvenecida, practica meditación y se ha puesto en línea. La hija de 17 años, Sara (Alma Günther), se ha aislado mucho y oculta un secreto que, de descubrirse, teme que la aleje de sus afectos. Y el niño Tobias (Bernard Storm Lager), es autista, demandando la atención de los que lo rodean ante algún estímulo fuera de su comprensión.
Por su parte, Marie Ekdal (Thea Sofie Loch Næss), es una joven investigadora de Geología que detecta señales de una erupción inminente en el volcán que corona la isla y lucha por alertar a las autoridades. También carga con un hermano al que le gusta bucear para alejar los traumas de infancia que les produjera un tsunami en el que perdieron a sus padres.
Entre las autoridades que deben velar por los turistas y los nativos de la isla, nadie presta atención a las advertencias de Marie. El volcán escupe su lava, produciendo un desprendimiento de montaña que, al sumergirse en el mar, derivará en un temible tsunami.
Como corresponde, llegamos a la catástrofe con personajes bien delineados. Nos implicamos en sus destinos. En el momento de la erupción, tanto los miembros de la familia como los dos hermanos se encuentran separados, en distintas partes de la isla. La salvación reside en llegar a la cercana isla de Tenerife... ¿Llegarán? ¿Quién quedará en el camino?
Combinando drama familiar con una bien construida incursión en el género del cine catástrofe, La Palma es un formidable entretenimiento que nos tiene en ascuas a lo largo de sus cuatro episodios, con numerosas escenas de suspenso, excelentes efectos especiales y buenas actuaciones del elenco.
Recomendada.
La segunda temporada de esta irreverente serie irlandesa encuentra a las hermanas Garvey reponiéndose de las consecuencias que tuvo el fallecimiento del esposo de una de ellas, con sus consabidas expresiones de humor negro. En el segundo (de los 10 episodios) un giro trágico congela las sonrisas..., mientras se va delineando un nuevo villano, Angélica Collins (Fiona Shaw, siempre impecable, como cuando interpretaba a la jefa de los espías en Killing Eve y en cualquier proyecto que se embarque).
Angélica es una devota católica con una gran habilidad para hacerles maldades a las hermanas, ya que sospecha de su participación en el pase a mejor vida del molesto cuñado.
También se suma el nuevo marido de la reciente viuda, Ian Reilly (Owen McDonnell), aparecido de la nada, pero amable y comprensivo, en fuerte contraste al monstruo que le cedió el lugar... involuntariamente.
¿Quién morirá en esta temporada? ¿A manos de quién? Con 7 episodios ya emitidos, ya hay dos cadáveres...
Las inquietas hermanas y sus enredos, no decepcionan. Vale la pena seguirles el rastro.
Recomendada.
El trabajo como jockey ya no le da a Remo (Nahuel Pérez Biscayart) la satisfacción espiritual y el sentido de identidad que lograra en otros tiempos. Convertido en una máquina de triunfos por el explotador Sirena (Daniel Giménez Cacho), Remo ha perdido la brújula y se enreda en una conducta autodestructiva.
¿Qué puede sacarlo de eso? El amor por Abril (Úrsula Corberó), una jocketa exitosa que también está bajo las órdenes del mismo empleador.
Tras varios choques con una realidad opaca y enturbiada, Remo logrará -a través de un arduo proceso de transformación- la trascendencia que su espíritu buscaba.
Lo antedicho es una posible interpretación del poema cinematográfico que Luis Ortega (Caja negra, El ángel, Historia de un clan) ha dado a luz en medio de una realidad que pregona el apagón cultural para que las cuentas cierren.
No tenemos muchos poetas en nuestro cine, y Ortega tiene una voz de las más poderosas. Su mirada desarticula mucho de lo que está calcificado en nuestra percepción de la realidad y de lo que es el cine de fórmulas, realizado para la distracción y la digestión rápida.
Un film de Ortega deja trazos en la subjetividad del que percibe y se deja llevar por la sugestión que sus ideas transmiten. Al mismo tiempo, a través de una puesta en escena excepcional, el poeta juega con las imágenes y los sonidos de alguna manera como aquel niño grande que era Leonardo Favio, en quien reconoce una filiación.
No por eso olvida a su padre, uno de nuestros self made man: Palito Ortega aparece homenajeado con varios de sus temas que se hacen carne en las imágenes a través de la banda sonora, y por la mención de Irineo Leguisamo, el legendario jockey uruguayo que fue su padrino en la boda con Evangelina Salazar.
Aquí, la búsqueda de trascendencia del personaje conecta con la de los personajes de Robert Bresson, el maestro francés que alentó un soplo espiritual en sus ficciones a través de una mirada poética. No por nada en la escena en que Remo hace ronda en el patio de la cárcel se escucha una composición de Mozart, al igual que en Un condenado a muerte se escapa (1956)
El mismo estilo actoral -que muchos atribuyen a Kaurismaki pero que en realidad el finlandés adoptó de Bresson- era el que informaba a los "modelos", los intérpretes despojados al mínimo de emociones en su expresividad que pululaban en El proceso de Juana de Arco, El dinero, Una mujer dulce, etc.
Por supuesto que Kaurismaki está presente, en el director de fotografía (el habitual del finlandés), en la presentación visual de algunos personajes en el encuadre, en ese humor tan particular que caracteriza sus cintas, por el retrato valorizado de cierta marginalidad.
Pero la visión de Ortega es más absurda y oscura, abrevando en el maestro surrealista David Lynch: no sólo parecen los gemelos que abundan en sus cintas, también los planos que muestran líneas de separación de carriles en carreteras perdidas, con personajes cuyos cerebros han sido borrados. Las reiteradas apariciones del Malevo (que algunos asocian con el Malevo Ferreyra) replican las apariciones del cowboy siniestro de Mulholand Drive ("si aparezco dos veces, alguien vive. Si aparezco tres veces, alguien muere").
Los años 70 repican de diversas formas en la banda de sonido de El jockey, no sólo por la presencia de Sandro (y su seductor Trigal) o de Nino Bravo, también en las expresiones de Sirena ("hay que volver a la violencia", "hay que hacerlo desaparecer"), un personaje siniestro que siempre carga con un bebé distinto que nunca se dice de dónde proviene.
A la delgadez extrema de Daniel Fanego, cuya piel apenas parece contener los nervios, se le opone lo rotundo de la masa corporal de Roly Serrano, en relación con la Mística (Adriana Aguirre, en su faceta más grotesca y alienígena).
Film que puede disparar las más insólitas asociaciones, ver al excelente Pérez Biscayart con un huevo por cabeza deambulando por las calles de nuestra ciudad con un vistoso tapado de piel hizo presente a una Elizabeth Taylor -puros ojos azules bajo un turbante- recorriendo las calles de Londres para hacer justicia con una niña desamparada por sus familiares (Ceremonia secreta, de Joseph Losey, basada en el cuento de Marco Denevi).
Como muchos personajes de don Luis (y podríamos hablar de don Buñuel también), Remo coquetea con la muerte. Y si muere varias veces como Dave Bowman, es para renacer en otra dimensión, al igual que el astronauta de 2001: odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968)
De más está decir que ver El jockey es de visión imprescindible para aquellos (the happy few diría Stendhal) que todavía consideran que el cine puede ser un medio de expresión artística.
Imperdible.