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Intensamente 2 arrasa y el cine respira (por ahora)

Intensamente 2 arrasa y el cine respira (por ahora)
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Intensamente 2 arrasa en todo el mundo. La película le da esperanzas a una industria que tiene un año malo en recaudación. Pero los festejos deberían ser medidos, si no se pretende profundizar la crisis.

AI
  • 🎥 "Intensamente 2" es la primera película del año en superar los US$ 1.000 millones en ingresos en menos de tres semanas, con un presupuesto de US$ 175 millones.
  • 🏢 Disney ha sido una fuerza dominante en la industria cinematográfica, lo que ha afectado la diversidad de películas en cartelera.
  • 💥 La pandemia llevó a un declive en la asistencia a cines, con Disney optando por el streaming y generando controversias.
  • 📺 La competencia en servicios de streaming ha generado presión en la industria, con Netflix ajustando su estrategia de contenidos.
  • 💔 Disney reconsidera su relación con los cines, destacando la importancia de alcanzar un equilibrio en la oferta de películas.
  • 👨‍👩‍👧‍👦 El éxito de "Intensamente 2" resalta la dependencia del público infantil en la asistencia a cines, afectando la diversidad de audiencias.
  • 💡 Se plantea la necesidad de atraer a sectores desplazados a través de la diversificación de la oferta cinematográfica.

Los cines respiran aliviados gracias a un aliado impensado. Intensamente 2 está arrasando en las boleterías de todo el mundo: es la primera película del año en superar los US$ 1.000 millones, cifra que alcanzó en menos de tres semanas, con un presupuesto de US$ 175 millones, sin contar gastos de marketing. Los exhibidores tienen razones para celebrar, porque el público masivo volvió a las salas. Pero el festejo amerita cautela: el éxito de Intensamente 2, por extraño que parezca, también refuerza una hipótesis sobre la crisis del cine.

Para empezar, Intensamente 2 es una película de Pixar, el estudio que es parte de Disney. La empresa que monopolizó las salas la década pasada, reventó las boleterías en 2019 con películas animadas y de superhéroes. 7 de las 10 más taquilleras de ese año, en todo el mundo, fueron de Disney. La monopolización era un hecho. Disney parecía imbatible. 

La contracara de ese éxito es que la concentración de títulos dejaba afuera a un público histórico, el de los adultos en general y el de los adultos mayores. También dejaba afuera a todo aquel que no estuviera interesado en ver Avengers, remakes de El rey León o Aladdin, cine animado o Star Wars. Disney había copado la cartelera y la teoría del derrame, al menos en el cine, no funcionaba. 

Las películas independientes o de mediano presupuesto no encontraban lugar en las grandes cadenas y tenían que refugiarse en el streaming. Al cine, en términos de recaudación, le fue bien en 2019. Lo que pocos se animaban a decir: se estaba generando un efecto de bola de nieve. 

Todas las películas de Disney que triunfaron en 2019 se promocionaron como películas evento: esas que nadie se podía perder. Culminaciones (Endame, El Ascenso de Skywalker), zeitgeist de movimientos sociales (Capitana Marvel), y secuelas o remakes de clásicos exitosos. Todas aptas para toda la familia, dirigidas especialmente a los más chicos, que no pueden ir al cine solos. Por cada entrada vendida a un menor, se vende al menos otra. Como dijeron Spielberg y Lucas unos seis años antes: el problema iba a llegar cuando esas películas dejaran de vender.

El problema llegó antes de lo que se previa. Con la pandemia, todas las salas tuvieron que cerrar por un tiempo indeterminado. Cuando algunos se animaron a reabrir, los números de tanques como Black Widow no fueron los esperados. ¿El público se había agotado de los superhéroes? ¿El zeitgeist de las mujeres protagonistas había terminado? En medio de la incertidumbre, Disney vio una oportunidad para subirse con todo al negocio del streaming. Los cines lo tomaron como una puñalada por la espalda: "Te dimos todas nuestras salas y ahora, en nuestro peor momento, nos abandonás", podría haber sido el pensamiento de los exhibidores.

Soul y Mulán fueron directo a Disney+. En las redes sociales, se pudo ver a los dueños de algunas salas de cine de Estados Unidos rompiendo carteles de ambas películas. Descargaban su ira contra lo que consideraban una traición total. A Disney no le importaba: enfocaba sus esfuerzos en el universo digital. Pero, de nuevo, la historia jugó otras cartas.

Como advirtió James Cameron, los servicios de suscripción de películas empezaron a crecer como una burbuja. A mayor competencia, encarecieron los precios y bajaron varios cambios con la cantidad de producciones que iban a financiar. Como admitieron en Netflix, ya no se podían permitir "proyectos de vanidad" que fueran a pérdida. Es decir, se terminaba la época de super producciones como El Irlandés, de Martin Scorsese. 

El lugar que tenía Netflix lo ocupó Apple, que tiene la cartera para aguantar varios fracasos comerciales. Lo que Apple entiende es que no está comprando películas: está comprando prestigio cuando financia o adquiere películas de Scorsese, los hermanos Coen o Ridley Scott. Si recaudan en cines es un bienvenido extra, pero no es el objetivo.

El negocio del streaming, en muy poco tiempo, entró en crisis. Los proveedores empezaron a parecerse cada vez más al sistema de TV por cable. Publicidad, precios más altos y contenido fragmentado en distintas empresas. Disney, que parecía invencible, no lo era. La inversión en películas como Doctor Strange en el Multiverso de la Locura era tan grande que los números finales llegaban en rojo, aún cuando la película triplicara los costos de producción en taquilla. Solo Spider-Man: Sin Camino a Casa dio números positivos pero para lograrlo tuvo que recaudar una cifra astronómica a inusual. El modelo, se notaba, era insostenible.

De a poco, Disney volvió a mirar con cariño a los cines. Como una relación de una pareja que termina en malos términos por una infidelidad, pero con el tiempo se reencuentran para algo más que un café. En el caso del cine y Disney, lo que podría movilizar esta segunda luna de miel es que a ninguno de los dos les está yendo muy bien por separado.

Si Deadpool y Wolverine es un éxito masivo (y todo parece indicar que lo será), la simbiosis de Disney con los cines podría continuar y volver a crecer. Es un arma de doble filo. La situación merece un análisis más frío y menos celebratorio si, a largo plazo, el cine pretende rearmarse.

Incluso en Argentina, donde se contabilizan la cantidad de tickets vendidos (y no la recaudación, por razones lógicas), las salas explotas con las emociones de Riley. Podría lograr una hazaña: superar a la película más vista en cines en la historia de Argentina, Toy Story 4, que en 2019 llevó más de 5 millones de espectadores a las salas.

Culturalmente, el mega éxito de Intensamente 2 refuerza la idea de que el público general no va tanto al cine. ¿Cómo, si esta película está arrasando? Claro: arrasa porque es una película dirigida a los más chicos. El cine, que en sus épocas de oro llevaba a los adultos a llenar una sala, ya no parece tener a ese público. En parte, porque la misma industria los dejó afuera. En cambio, depende de los niños.

Culturalmente, como dijo el CEO de Columbia Pictures, se perdió el hábito de ir a ver una película. En parte, porque la economía está golpeando los bolsillos de todo el mundo. Ir al cine, que era una de las pocas experiencias culturales transversales (en una sala podían estar desde personas de bajos a altos ingresos), cada vez restringe más el acceso. Entonces, la salida se transforma en una inversión para la clase media y baja. Hoy por hoy, el cine funciona como la salida con los chicos. Una suerte de guardería para entretener y sacar de casa por unas horas a los más pequeños.

No hay nada malo en que el cine quiera llevar a las familias a las salas. Ese negocio multimillonario lo vio Walt Disney en 1927. El problema es que se perdió el equilibrio: no hay películas ni funciones para ningún otro público. Es obvio que una película para adultos no va a mover la misma cantidad de millones que, supongamos, una secuela animada, aún cuando pueda dar ganancias, porque las películas para adultos no están diseñadas para vender juguetes, videojuegos o movilizar otras industrias, como las de casas de comidas rápidas, por ejemplo. En el caso de las películas animadas (o las de superhéroes), el negocio es mucho más grande.

Si el cine se enfoca en ese tipo de películas, no solo corre el riesgo de alienar a sus potenciales clientes. Entra en un camino bastante peligroso que podría tener como desembocadura el precipicio, aunque de entrada parezca una ruta estable. Para que el cine vuelva a tener relevancia cultural, necesita atraer a los sectores que se sintieron desplazados. La demanda existe y se nota en títulos que, unos cinco o siete años atrás, no hubieran tenido éxito comercial.

Al cine independiente, extranjero o de mediano presupuesto, no le fue mal en 2023. Películas como Días Perfectos, Todos Somos Extraños, Godzilla Minus One, El Niño y la Garza, Pobres Criaturas, Zona de Interés, Anatomía de una Caída y varias más, encontraron su público en salas. Algo inédito, por más nominaciones al Oscar que puedan haber recibido algunas de esas, los premios no mueven tanto el amperímetro comercial desde hace varios años. Todos esos casos tuvieron éxito en cines. 

No se sabe qué puede pasar en el mediano plazo. En 2019, nadie imaginaba que la industria iba a enfrentar su peor crisis apenas un año después. En 2020, nadie pensaba que la industria se iba a recuperar tan rápido. En 2023, nadie pensaba que 2024 iba a dar tantas señales de alarma. Los cines, de cualquier manera, ahora pueden respirar aliviados. Pero debería ser una oportunidad para reorganizar la industria y pensar en un nuevo paradigma de producción y exhibición.

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