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Liliana De Riz, una centrista crítica de Milei

Liliana De Riz, una centrista crítica de Milei
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Desde Flores a Recoleta, la socióloga Liliana De Riz piensa el mileísmo con una mirada de largo aliento. En Laboratorio político Milei, reconstruye el camino que llevó a una ciudadanía agotada a abrazar un proyecto que promete futuro mirando al pasado.

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  • 📘 **Libro sobre Javier Milei**: La socióloga Liliana De Riz presenta "Laboratorio político Milei", analizando el fenómeno Milei en Argentina.
  • 🔍 **Mirada crítica**: De Riz aborda la transformación social que permitió el ascenso de Milei, con una perspectiva histórica y reflexiva.
  • 📉 **Movilidad social descendente**: La autora menciona la caída de la movilidad social en el país, contrastando su propia experiencia familiar en Argentina.
  • ⚠️ **Economía en declive**: Argentina actualmente posee un PIB per cápita bajo en comparación con décadas anteriores, lo que explica el auge de líderes populistas.
  • 🌐 **Aprovechamiento de redes sociales**: Milei se presenta como un líder disruptivo, utilizando memes y algoritmos para conectar con la ciudadanía.
  • 📊 **Polarización política**: De Riz plantea que Milei polariza a la sociedad, buscando apoyo a través de emociones en lugar de consensos.
  • 🤝 **Alianzas inestables**: Milei forma alianzas personales sin buscar acuerdos amplios, lo que refleja una estrategia política singular.
  • 💰 **Desigualdad**: La autora destaca que el modelo libertario de Milei podría reducir la pobreza, pero incrementar la desigualdad.
  • 🏛️ **Visión autoritaria**: Se alerta sobre el riesgo de que la economía y la inseguridad social abran puertas a un posible giro autoritario en la política argentina.
  • ⚡ **Cambio en la comunicación**: Se analiza cómo la transformación digital y las redes sociales crean una nueva dinámica en la política y la comunicación.
  • 🤔 **Futuro incierto**: De Riz enfatiza la incertidumbre en la política argentina y el impacto de la figura de Milei, incluyendo su relación con figuras internacionales como Trump.
  • 🔗 **Legado intelectual**: A través del libro, De Riz conecta su análisis con teóricos políticos clásicos, buscando comprender el presente argentino.
  • ✨ **El desafío de la clase media**: Comenta sobre la fragmentación de la clase media en Argentina y cómo eso influye en su percepción de la política actual.

"Milei es un extraordinario peronista, porque no le tiene miedo a las contradicciones". Son las palabras de la socióloga Liliana De Riz. En su último libro, Laboratorio político Milei. El primer año en el sillón de Rivadavia, explora en seis capítulos cómo fue que la Argentina se volvió mileísta.

El libro abre con un prólogo de la periodista política Luciana Vázquez dedicado a situar con claridad el lugar desde el que escribe De Riz: una intelectual que piensa el presente con lupa, pero también con la distancia panorámica brindada por una vida de pensamiento sobre las ideas políticas de la Argentina y de América Latina. Esa mirada recorre íntegramente el libro: una lectura de la coyuntura actual, aunque tejida con el hilo largo de las transformaciones sociales que la preceden. Como si a De Riz le hubiese sido concedido ese raro privilegio, parafraseando a Halperín Donghi, de "verlo todo y lo contrario de todo".

"El 'fenómeno Milei' no se comprende sin el telón de fondo de las transformaciones del paisaje social en Argentina", escribe De Riz. Y ese telón de fondo —la transformación de la morfología social y política— es el auténtico protagonista de las primeras páginas. La autora rastrea, también en clave autobiográfica, la historia de una movilidad social que supo ser ascendente y que en el presente, como señala en otro pasaje del libro, es decididamente descendente. 

Su padre, inmigrante italiano, fue óptico en la calle Florida antes de tener su propio consultorio; su madre, empleada telefónica, llegó a jefa de personal. Era la época de m'hijo el doctor, la icónica pieza de Florencio Sánchez, cuando nacer en una clase y morir en una más alta era una expectativa razonable. Esa Argentina, escribe, ya no existe.

De Riz no es complaciente con el presente. "En mi juventud, Argentina se ubicaba poco más abajo del vigésimo lugar en el PBI per cápita, y en la actualidad está cerca del puesto sexagésimo", recuerda. A mediados de los años setenta, dice, emergió una Argentina fracturada, con una economía que dejó de crecer y un Estado colonizado por intereses privados. Es esa ruptura la que permite entender el avance de un liderazgo como el de Milei, que ofrece una salida furiosa a una ciudadanía desfondada.

Pero Laboratorio político Milei no se detiene en la melancolía. Narra el ascenso del nuevo profeta libertario. Un líder que emerge de las redes sociales, quien habla el lenguaje de los memes y de los algoritmos, y promete una "travesía liberadora" contra la casta. Es también, dice De Riz, una democracia plebiscitada, donde no se busca la representación sino la adhesión emocional a la tribu del león.

—Abre el libro Laboratorio político Milei con una cita de La guerra de Yugurta, de Salustio: "La concordia hace crecer las pequeñas cosas, la discordia arruina las grandes". ¿Considera que en algún momento el gobierno de Javier Milei se va a ver forzado a sembrar la concordia en lugar de la discordia para sostener su proyecto? —le pregunta El Economista a Liliana De Riz. 

—La Argentina tiene una tradición de discordia de larga data. Cito a José Luis Romero, quien escribió en el año 1956: "El bien más escaso en la Argentina es la posibilidad de coincidir". De modo que esto es una constante. Asimismo, Milei no es un líder de reconstrucción estilo siglo XX; él no vino a armar el rompecabezas roto. Milei es un líder disruptivo, marca un corte entre la política del siglo XX y del siglo XXI.

Es disruptivo porque intenta una destrucción creadora, como la que intentó Menem en la economía, una reforma estructural enorme. Además, le agrega el elemento de la batalla cultural, que es otra destrucción; batalla que emprende con una dimensión fenomenal, porque se trata de destruir para recrear otra cabeza en la sociedad, otra economía. Es difícil imaginar cómo Milei puede elaborar consensos, porque él crece en la medida en que divide y polariza. Su modo de gobernar es como el de los Kirchner. Lo trato de populista porque es una máquina de polarizar y gobernar diluyendo instituciones.

Si bien tiene un discurso dogmático, en la acción negocia y es pragmático. Negocia individualmente, con alianzas inestables sometidas al trade-off: "Te doy recursos; me das lealtad". No hay un consenso sobre un programa de gobierno que vaya más allá de una ley. Tampoco se relaciona con otras fuerzas políticas. Para Milei, el PRO no existe. No va a hacer alianza con otra fuerza política.

Hace alianzas tejiendo con individuos a través de su hermana, Karina Milei, quien es la encargada de un proyecto ambicioso, comparable al de Perón. Quiere crear un partido, una fuerza nacional, con el aparato del Estado. Esto es lo que había hecho Perón.

Un partido creado así siempre termina siendo un partido hegemónico, por más que se diga lo contrario. Porque con el manejo de los recursos públicos pueden construir aparatos territoriales donde La Libertad Avanza no tenía presencia.

—"Ningún gobierno pudo conciliar crecimiento económico y bienestar de las mayorías", señala en su texto. ¿Interpreta que el experimento libertario de Javier Milei podría lograr crecimiento económico sin que eso se traduzca necesariamente en una mejora de la calidad de vida para la mayoría de los argentinos?

—Se puede crear riqueza de la manera en que lo hizo Pinochet, porque se puede reducir la pobreza, pero aumentar mucho la desigualdad, que es la dirección de un programa de este tipo. Tendremos menos pobres, porque si se frena la inflación, que es una máquina de crear pobres, baja la pobreza. Pero vamos a tener ricos más ricos.

—¿Milei demanda cierta lealtad? ¿Busca "caras de leones" en los rostros de los demás?

—Él les dice "Soy el León" y los conduce por la selva. Como solo gobierna con el mercado, es una selva. Pero la metáfora del león, el rugido del león, la trajo él. Y la idea de los memes con él, con "cabeza de león", forma parte de su ritual. Los espectáculos que hace, más que los discursos al público, son recitales góticos, con esa oscuridad, y después aparece él, sólo él, enfocado. "¡Soy el león!".

—"Lo cierto es que si el Milei economista tuvo éxito, es porque la política fracasó, y él domina el saber de la economía, un saber muy apreciado en tiempos de desesperación", escribe en el capítulo IV. ¿Considera que Milei convierte deliberadamente ese saber —proveniente de una ciencia social— en algo inaccesible, casi críptico, para reforzar su autoridad?

—Es probable. Porque lo que uno entiende es que él habla de una manera tan abstrusa de la economía, que es un ritual. Podría hablar en sánscrito y da igual. El grueso de su público no entiende nada. Pero, por ejemplo, en uno de los festivales el público gritaba "Keynes ladrón", y no tienen idea de quién fue Keynes. Milei es un extraordinario peronista, porque no le tiene miedo a las contradicciones. No creía en la intervención del mercado y gobernó hasta acá con cepo; defiende los monopolios, pero critica el de Clarín e impide la fusión Telecom-Telefónica.

Milei interviene cuando se le canta. Tiene un discurso liberal en lo económico, aunque no es liberal en lo político. Es el líder de una sociedad que no tiene una tradición del respeto a las instituciones como Chile.

—¿La economía va a ser el factor predominante a tener en cuenta a la hora del voto, o las batallas culturales también definen al votante?

—Los segmentos mayoritarios de voto en la Argentina se rigen por el bolsillo. Mientras la inflación baje y haya cierta estabilidad, va a haber una renovación de la confianza. Vivimos con turbulencias por la incertidumbre de Trump. Aunque el gobierno de Milei está colgado de un hilito, mientras no haya nadie que le haga sombra, no va a perder muchos votos. Le va a ir bien en esta elección.

—¿Usted considera que Trump puede beneficiar al gobierno de Milei?

—Trump es imprevisible. Y con él, el mundo se volvió todavía más imprevisible de lo que ya era: reina la confusión. Hace lo que quiere, no le responde a nadie, ni siquiera a sus aliados republicanos. Podría ayudar, sí, pero no sabemos si lo va a hacer. ¿Cómo se puede anticipar el comportamiento de alguien que hace temblar al mundo con ese estilo de apostador inmobiliario? ¿Cómo se puede confiar en quien maneja a Occidente como si fuera su casino? ¿Qué se puede esperar que haga con nosotros? Salvo que, como dice Claver-Carone [el enviado especial de Trump para América Latina], decida cerrarnos el acceso a China y vea en la Argentina una pieza clave para su estrategia geopolítica. Ahí sí, podríamos pasar a ser importantes para él.

En paralelo, Milei viaja por el mundo y se codea con todos. Lo vienen a visitar personajes importantísimos. Entra a Mar-a-Lago. Para mucha gente, eso es un castillo. Es como entrar al castillo de Blancanieves. Están chochos de ver que nos codeamos con el mundo. Pero claro, el mundo está decadente, como él —asegura De Riz en diálogo con El Economista. 

De Riz propone pensar a Milei como parte de una tradición política más conocida de lo que parece. "¿Asistimos a un peronismo especial?", se pregunta en el libro citando al historiador económico Pablo Gerchunoff. La autora sugiere en sus páginas que sí. Un peronismo monetarista, que en su dimensión política evoca el "menemismo aggiornado", aunque con las debilidades de su novel fuerza política: la falta de vocación de diálogo, la carencia de probada experiencia y el conocimiento insuficiente del mapa del Estado. 

De Riz, quien también fue una crítica severa del kirchnerismo, sostiene que la llegada de Milei no se entiende sin su antecedente inmediato. "Son variaciones del mismo tema, aunque estén en desacuerdo", escribe. Ambos proyectos, dice, comparten premisas para construir poder. Como en los años setenta, ha regresado el debate que entonces protagonizó el pensador Ernesto Laclau, esta vez con un signo contrario aunque con la misma estructura: la antinomia entre la "gente de bien" y las "élites corruptas", entre el pueblo y sus enemigos. La hegemonía gramsciana, concluye De Riz, regresó, pero esta vez encarnada en la extrema derecha del arco político.

—Al final del libro escribe que Cristina Fernández de Kirchner "ya no es la líder indiscutida del peronismo kirchnerismo". En la actualidad, figuras como Axel Kicillof parecen disputar esa centralidad. ¿Considera que el liderazgo de Cristina Kirchner está en retirada? ¿Imagina que Kicillof está pensando en la candidatura de 2027? —le pregunta El Economista a De Riz. 

—La interna es una bolsa de gatos, pero a diferencia del pasado, en vez de reproducirse, se van a comer mutuamente. Porque han llegado a una fase destructiva. Cristina Kirchner es una figura que se apaga, que está condenada, a pesar de que la Argentina da vueltas para que pueda ser electa. Es ella quien está obturando la renovación del peronismo. El peronismo no tiene un Cafiero equivalente, entonces da vueltas sobre sí mismo, alrededor de una líder que tiene su peso: el partido del conurbano, la tercera sección.

Y la disputa con Kicillof, que es hijo putativo de Cristina, contribuye a exponer aún más la crisis del peronismo. El peronismo ya no tiene su base social de apoyo, que eran la mayoría de los sectores populares. Tampoco tiene el eco a nivel nacional que supo tener. El interior es mileísta. Con un liderazgo que se apaga y una interna no resuelta, muchos ciudadanos pueden decidir no votar al peronismo.

En otro plano, Massa tiene peor imagen que Cristina porque la expresidenta todavía conserva un aura de "Evita": los pobres la ven siempre bien vestida, con sus alhajas, una mujer sacrificada que perdió a su gran hombre, como Perón con Eva. Ese relato todavía convoca a un público de muchas necesidades insatisfechas, que adora mirar esta imagen mítica. La interna es una desobediencia total. Asimismo, tiene un hijo que es inepto para la política —argumenta De Riz. 

Laboratorio político Milei se inscribe en esa corriente que —sin un canto a la nostalgia, pero tampoco con un cinismo a medida— intenta dar sentido a un presente desconcertante. ¿Qué es esto? De Riz, desde una óptica distanciada de los vértigos de la coyuntura actual, elige leer este presente a través de una biblioteca, una trayectoria, una formación. Esta operación es, también, un gesto político: rescatar la historia, el pensamiento y la democracia frente a un tiempo que amenaza con volverlos humo. En ese esfuerzo, en esa dedicación por las palabras, De Riz dialoga con figuras clásicas del pensamiento político como Emile Durkheim, Alexis de Tocqueville y Max Weber, convocando sus ideas para pensar la sociedad, el poder y las formas cambiantes de la política democrática.

En un país donde la excentricidad ganó visibilidad global, Laboratorio político Milei aporta algo más difícil de conseguir: contexto, temple y una voz para pensar lo que está pasando. Se configuró, dice De Riz, un nuevo pueblo elegido —la "gente de bien"— y un líder-profeta que los guiaría en una dolorosa travesía hacia el futuro. Aunque ese futuro que promete Milei se apoya, paradójicamente, en utopías regresivas, nostalgias del siglo XIX, pasados dorados a los que se predica volver.

Un pensamiento merodea la obra de De Riz: la promesa de la clase media y los cambios morfológicos sociales que impactaron, en las últimas décadas, en el crecimiento de la movilidad social descendente. Esta historia contrasta con el propio recorrido de De Riz, con su itinerario social desde Flores a Recoleta. 

"Tuve una infancia típica de clase media modesta, pero con un nivel de vida que hoy sería equivalente al de la clase media acomodada. Fui a una escuela religiosa —la Sagrada Familia del barrio de Flores— con  uniforme adusto de sarga azul, misa cada domingo y culpa por los 'malos pensamientos'. Vacaciones en  Córdoba, en hoteles sobrios, con 'pensión completa', que hoy serían la envidia de veraneantes no acaudalados. La vida cotidiana transcurría entre la escuela y la casa, los deberes y los almuerzos reforzados por una abuela que nos daba jugo de carne exprimiendo trozos de lomo. Salidas a hacer compras en el centro de la ciudad: una excursión completa a Casa Scherer, cerca de Gath & Chaves, enorme y elegante. Éramos una familia de clase media austera con expectativas de progreso. Nietos de inmigrantes, con el ímpetu que impuso el apetito de porvenir de los que llegaban a encontrar un futuro dispuestos", escribe De Riz en su libro.

—En el prólogo, Luciana Vázquez subraya cómo su mirada sobre la clase media funciona como un hilo que recorre buena parte de la historia política argentina. ¿Cómo interpreta desde este presente a esta clase media fragmentada, atravesada por la incertidumbre, y en parte, seducida por la promesa disruptiva del mileísmo? —le pregunta El Economista a De Riz. 

—La fragmentación de la clase media, estudiada muy bien por Guillermo Oliveto, refleja que, además de que Argentina tiene pobreza estructural, también existe una clase media baja que cae cada vez más y que está al borde del precipicio, con todos los temores que eso causa día a día. Tenemos una clase media-media que araña un poquito cierto nivel de vida, y después, más arriba, las clases altas que están sideralmente lejos.

Por eso, empecé este libro, precisamente, con una reflexión sobre la sociedad transformada, fracturada, en la cual esta clase media comenzó, ya en los noventa, a dividirse entre la competitiva y la no competitiva. Y ahora Milei también es fruto de lo que ya había comenzado antes: el degradamiento de los apoyos populares del peronismo.

—¿Está naciendo una nueva clase media virtual con demandas que desafían la comprensión de la política tradicional?

—Hay un fenómeno del cual Milei no se puede despegar, que es efectivamente la transformación de la comunicación social. No solo cambia el modo de producir: la política cambia porque cambia el modo de relacionarse de las personas.

Es una revancha de la sociología, porque si no se entienden los modos de relacionarse, no se entiende lo que se está analizando en la política. En el presente la política es horizontal, está en todas partes y tiene el control inmediato de lo que pasa en el mundo de la dirigencia política. 

Las redes, obviamente, crean estos guerreros virtuales que no tienen más ley que la lucha en tribus. Por eso, esta clase media virtual no solo tiene aspiraciones porque está conectada al mundo día a día, sino porque el mundo de Internet es uno de crecientes expectativas no realizadas. 

En la Argentina, hay un mundo de aspiraciones de jóvenes de clase media sin recursos, que tienen bronca y frustración. Estos jóvenes no ven cómo pueden salir del pozo en el que están concentrados. Hay dos generaciones sin trabajar y sin formación; son los chicos que no estudian ni trabajan. Crecen y están en un mundo sin horizonte. Porque los que tienen horizonte, si tienen recursos, salen adelante, pero si se estancan se politizan todavía más, porque están encerrados sin salida —argumenta De Riz. 

En su modesta casa de clase media, el mayor anhelo era que se casara con un médico. Su hermano sí cumplió con ese destino y ofició de cardiólogo. Ella, en cambio, eligió el desvío y las ciencias sociales. "Fue un acto de rebeldía", dice. De Riz es el resultado de la educación pública: fue a la escuela Normal N° 4, en Caballito —"un faro de modernidad en la época"—, y luego se formó en sociología de la Universidad de Buenos Aires. Con Gino Germani como profesor y jurado, entró por la puerta grande a la carrera que terminaría definiéndola. "Era una rara avis", dijo. Se licenció en 1965. 

De Riz conoció de primera mano a Mario Bunge, Gino Germani, Tulio Halperin Donghi y José Luis Romero, palabras mayores de las ciencias sociales argentinas. "Tulio decía que para ser historiador había que tener malicia. Yo le decía: 'Tulio, vos tenés real malicia'. Me respondía: 'Nena, vos no te quedás atrás'". 

De Riz fue profesora en la UBA, en FLACSO, en la Universidad de la República, en la UNAM y en la Universidad de París. Publicó Sociedad y política en Chile, La Argentina dividida, Las formas del olvido, entre otros libros. Recibió el Premio Konex, el Premio Bernardo Houssay y el Premio Daniel Waksman Schinca, entre otros.

Escribió sobre la clase media porque la vivió, aunque ya no cree morir en esa sociedad ascendente. Fue una adolescente existencialista en los años sesenta, vestida como Juliette Gréco, entre cafés, becas y huidas. Se casó para poder irse. Duró un año. "Era una generación a la que el mundo le quedaba muy distinto." 

Liliana De Riz en 1966, después de recibirse de socióloga, partió al exilio voluntario. Vivió en Chile, Uruguay y México. Nunca dejó de pensar en su país. 

—"En ese momento decidí partir del país, ya que la carrera de Sociología era un pasaporte al peligro", escribe. ¿Qué fue lo que la llevó a estudiar Sociología en primer lugar, sabiendo —como sabía— que implicaba también un riesgo político? ¿Cuando eligió ese camino qué buscaba entender o transformar? 

—En el contexto de la época, la sociología podía darme instrumentos para entender el mundo en que vivía, y pensaba que era un mundo que había que cambiar. En los sesenta, la clave de toda la discusión era el movimiento obrero, que en Argentina tenía un solo nombre: peronismo. 

Con Germani nos preguntábamos, "¿qué cosa es el peronismo?", y si la clase obrera del campo, sin formación previa, estaba anómica, y cómo habían sido las migraciones. Me formé en esa discusión, que era sociológica. Leíamos a Raymond Aron y sabíamos que para pensar había que saber economía, política y sociedad. Con la transición democrática, pusimos el ojo en las instituciones, porque se trataba de ver cómo se sostenía una democracia. Después de esa ilusión institucionalista, en el presente, más que nunca, para entender el mundo hay que volver a saber de sociología y de economía. Y la Argentina, con un modelo productivo fallido, no se entiende sin saber de números —asevera De Riz.

En 1977, estudió el doctorado en la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París, bajo la dirección de Alain Touraine. Su tesis —publicada como Sociedad y política en Chile— sostenía que el golpe de Estado no era un destino inevitable. "Había una enorme dosis de contingencia", escribió. Fue una lectura disonante en plena ola estructuralista, y fue distinguida con honores.

Touraine y De Riz mantuvieron una correspondencia desde los tiempos del doctorado hasta poco antes de la muerte del sociólogo francés. En estas cartas, pueden leerse fragmentos como el siguiente: "Siempre he tenido admiración y confianza en usted, por su trabajo, por su comportamiento en circunstancias difíciles y por toda su vida personal. Después de tantos años sombríos en Argentina, se ve la posibilidad —frágil— de un renacimiento del país y uno de los elementos más positivos de la situación del país es la presencia en Buenos Aires de personalidades como usted".

—En Laboratorio político Milei advierte: "La inseguridad social y el miedo abren las puertas al autoritarismo". ¿Evalúa que en la Argentina actual existe el riesgo de un giro autoritario? 

—Seguramente. Porque la Argentina siempre sucumbió a los giros autoritarios. Desde 1930 en adelante, es recurrente la fantasía de que va a venir, con botas o sin botas, un salvador al cual se le da un cheque en blanco. Como tiene una misión histórica, las instituciones no pueden restringir su meta. Y eso es algo que permea largamente esta sociedad. Argentina tuvo una primavera con el alfonsinismo, y creí que el pluralismo y los derechos humanos no iban a retroceder más. 

Aunque ahora, no me imaginé que esto fuera posible. Les imponen obediencia debida a los funcionarios, hacen auditorías ideológicas en organismos del Estado, convirtiéndolos en empleados de un señor en vez de consejeros públicos. La sociedad naturaliza no solo el insulto —que es un estilo—, sino el hecho de que Milei restringe la ley de información pública, mete en la misma bolsa a toda la prensa como "ensobrada", y en nombre de una "casta política" —como hizo Beppe Grillo, como hizo Podemos—, embolsa a todos, y se coloca por encima, como un patrón divino, como Terminator, para venir a liquidar a los que no le gustan —detalla De Riz en diálogo con El Economista.

En los años setenta, en México trabajó para Naciones Unidas, concursó, enseñó. Se había casado por segunda vez —"esta vez fue en serio"— con Daniel Waksman, un periodista uruguayo, amigo del consagrado escritor Julio Cortázar. Fue Waksman quien inspiró a Cortázar para uno de los personajes de Fantomas contra los vampiros multinacionales. "Julio era muy amigo de Daniel", recuerda De Riz, quien también tuvo una amistad cercana con el autor.

Waksman murió de cáncer. Más tarde, De Riz se casó nuevamente con Jorge Feldman, su tercer marido, con quien compartió militancia, viajes y también la emoción del rezo laico en la 9 de Julio, en plena campaña de 1983. "Jorge decía: 'Alfonsín va a ganar, va a ganar'", cuando pocos se animaban a afirmarlo.

De Riz fue retratada por la icónica fotógrafa argentina Sara Facio. Militó, sin partidismo duro, aunque con convicciones. "El alfonsinismo fue la puerta de regreso a este país respirable", dice. Presentó el libro Democracia y consenso, de Alfonsín. El expresidente argentino le agradeció, especialmente, su discurso. 

Viaja en colectivo, conversa con quien se le cruza. Toma el 101, el 132. Visita  Flores, donde vive su hermano, cerca de donde ella vivía antes de mudarse a Recoleta. Ya no es tan joven, pero sigue informada como un chico de veinte. Su vitalidad desborda.  

La voz de Liliana De Riz entrelaza cultura, política y memoria. Habla del pasado porque estuvo ahí, y del presente como si todavía pudiera cambiarlo. Lleva los derechos humanos en el cuerpo: se le humedecen los ojos cuando menciona a Alfonsín y el Juicio a las Juntas. Liliana De Riz hizo de su vida un viaje, vivió en distintos países, combinó diversos trabajos con publicaciones y atravesó cada década con profundidad. 

—Ha escrito que Joseph Goebbels fue el inventor de la "moderna ingeniería de manipulación en democracia", y lo vincula con los actuales "ingenieros del caos" quienes, a través de redes sociales e impresiones sensoriales, buscan sustituir el juicio crítico. A partir de ese análisis, ¿considera que el gobierno de Javier Milei tiene su propio "ministerio de propaganda"? 

—Con Santiago Caputo vamos en camino. Cuando el gobierno rescata la imagen de la Roma imperial —imagen que Pío XII rescató para decir que Hitler iba a poner el mundo de pie— es escalofriante; con los emblemas, además, del fascismo y del nazismo.

Aunque no se puede transpolar una experiencia, ni decir que esto es nazismo o fascismo, porque la historia es implacable y los anacronismos no llevan a ningún lado. Sin embargo, hay un elemento autoritario en Milei y sus seguidores cuando sueñan con gladiadores romanos, circos, emperadores. Es una simbología impensable en la Argentina del siglo XXI. Y además con personas jóvenes que son sensibles a estas imágenes porque carecen de la experiencia, de la memoria de la dictadura o de los comienzos de la democracia. Como decía el maravilloso autor Claudio Magris: en Italia los jóvenes padecen de "Alzheimer cultural".

—¿Cómo se reconstruye en la Argentina un extremo centro, un centro popular, afirmativo, propositivo? ¿Observa en algún/algunos dirigentes cierta esperanza de esa reconstrucción del centro político?

—Lamentablemente, por ahora no la veo. El escenario está demasiado polarizado, y la política actual tiende a polarizarlo aún más. El centro se centrifuga. Esto pasa acá, en Europa y en Estados Unidos. Son tiempos muy difíciles para las políticas de centro, que están hechas de razonamiento y no de emociones. 

—¿Usted se considera de centro?

—Sí, por supuesto. 

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