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"Desquiciados": un nuevo libro intenta entender la derecha extrema que lidera Javier Milei y cuál es su proyecto

"Desquiciados": un nuevo libro intenta entender la derecha extrema que lidera Javier Milei y cuál es su proyecto
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La crisis de representación que venía incubándose por el fracaso de los dos gobiernos previos abrió la puerta a un líder disruptivo, que inmediatamente dio vuelta el tablero político.

AI
  • 📚 Investigador Alejandro Grimson y equipo lanzan libro "Desquiciados: los vertiginosos cambios que impulsa la extrema derecha".
  • 🗓️ Análisis del impacto de la presidencia de Javier Milei en Argentina desde el 10 de diciembre de 2023.
  • 🔍 Sinopsis del libro: se explora el fenómeno de la derecha extrema en Argentina y su proyecto político.
  • 🌎 Comparaciones con líderes globales como Trump y Bolsonaro.
  • 🔍 Exploración de la mentalidad de los adherentes libertarios y su disposición a defender ideas en la calle.
  • 🤯 Reflexiones sobre el desquicio de la crisis prolongada en Argentina y el impacto de la extrema derecha en la política actual.
  • 📈 Análisis sobre el surgimiento de la extrema derecha en distintos países y sus consecuencias en la democracia.
  • 🔄 Descripción de la "liminaridad democrática" como concepto para entender situaciones de crisis en la democracia actual.
  • ❓ Preguntas sobre la convivencia con grupos extremistas y la importancia de mantener el respeto por la diversidad de ideas.
  • ❌ Recomendación de establecer un "cordón sanitario" frente a fuerzas extremistas para preservar la democracia.

El investigador Alejandro Grimson y un equipo de autores especializados lanzaron un nuevo libro titulado "Desquiciados: los vertiginosos cambios que impulsa la extrema derecha" (Siglo XXI), en el que se analiza el impacto de la presidencia de Javier Milei en Argentina desde que asumió el 10 de diciembre de 2023. 

Escriben, entre otros, Marina Franco, Pablo Semán, Gabriel Vommaro, Tomás Borovinsky, Sergio Caggiano, Ulises Ferro, Ezequiel Ipar, Daniel Lvovich, Martín Plot, Julián Rebón, Andrea Torricella, Daniela Slipak, Leandro Sowter y Agustina Súnico.

La sinopsis dice: 

"Cuando Javier Milei asumió como presidente en 2023, Argentina se convirtió en un experimento a cielo abierto. La crisis de representación que venía incubándose por el fracaso de los dos gobiernos previos abrió la puerta a un líder disruptivo, que inmediatamente dio vuelta el tablero político. Sometidos al bombardeo cotidiano de medidas que reformatean la economía y a un gobierno que insulta a feministas, zurdos, piqueteros, artistas populares, referentes políticos y periodistas, todos estamos en estado de shock, fuera de quicio, tratando de esquivar los golpes y salvar lo que se pueda"

"¿Cómo salir de la impotencia? ¿Qué es esta derecha extrema y cuál es su proyecto? Eludiendo el psicologismo y la mirada escandalizada o irónica sobre los exabruptos del presidente, Alejandro Grimson y un equipo formidable de autoras y autores iluminan el fenómeno desde todos los ángulos para captar en qué se diferencia y en qué se parece a otras fuerzas de derecha en la Argentina y a líderes globales como Trump o Bolsonaro"

"Poniendo el foco en los militantes y adherentes libertarios, que se piensan como individuos autosuficientes capaces de sobrevivir en la selva del mercado, los autores y autoras exploran si estamos o no ante una derecha movimientista dispuesta a defender sus ideas en la calle. En medio de una impactante desarticulación intelectual y política, este libro es un aporte imprescindible para empezar a entender cómo es que la Argentina, a cuarenta años de haberle dicho Nunca Más al terrorismo de Estado, parece haberle dicho Nunca Más a la inflación. Y es también una herramienta para trazar un camino realista que se haga cargo de la desilusión social"

A continuación, un adelanto del texto de Grimson: 

¿El desquiciado es el otro? Todos estamos atravesados por el desquicio de una crisis muy prolongada y extensa, en la que se suceden y se acumulan los efectos de la alta inflación, la pospandemia, el cambio climático, la desaparición del Estado ante la epidemia de dengue, el dólar alto o el dólar bajo, la recesión, los insultos. "¡El mundo está fuera de quicio!", sentenciaba Hamlet hace más de cuatro siglos. ¿Se sale de quicio cada tanto? El mundo, desde ya; y la Argentina, por cierto, no es la excepción. Lo sentimos porque es imposible terminar de acostumbrarse a que "algo está podrido en Dinamarca". La mitad del país no está de acuerdo con la otra mitad en la definición misma de qué está podrido y desde cuándo. Este libro es un aporte colectivo para una reflexión necesaria.

El 10 de diciembre de 2023, ocurrió un hecho insólito en la Argentina. El mismo día en que se celebraban cuarenta años de democracia, un récord para el país, asumía un gobierno de extrema derecha. La Argentina, capital americana de los derechos humanos, se convertía en capital americana de la derecha radical. Javier Milei derrotó en las urnas al peronismo con más del 55% de los votos.

Este acontecimiento plantea numerosos interrogantes. Responderlos será clave para entender el futuro de la democracia en nuestro país. 

En el mundo, estamos viviendo un período similar al de entreguerras, ese lapso de altísima inestabilidad marcado por el fin de la Primera Guerra Mundial y el inicio de la Segunda.

¿Puede en este caso terminar diferente?

Si observamos Europa, los Estados Unidos y América Latina, se destacan dos fenómenos de crecimiento vertiginoso de la derecha extrema. En ciertos casos, surgen nuevas fuerzas y, en otros, se radicalizan partidos de derecha preexistentes. En la Argentina, sucedieron ambas cosas a la vez, personificadas en la elección de 2023 por Javier Milei, Patricia Bullrich y Mauricio Macri. Finalmente, todos confluyeron en el gobierno.

Sin dudas, para que triunfara Milei, algo del cristal del pacto democrático del "Nunca Más", forjado desde los años ochenta con esa escena inaugural que fue el Juicio a las Juntas Militares y el repudio a la violencia política, se quebró. Sin embargo, esto tiene matices y el "Nunca Más" -aun debilitado- sigue interviniendo, porque el respeto a la convivencia plural no es un fenómeno de "todo o nada", sino algo más complejo, tanto en el plano del sentido común, como en el de la dinámica política.

¿Cuáles son los desafíos del campo democrático ante el crecimiento de las derechas extremas? Empecemos por una cuestión básica: es necesario comprender el fenómeno para poder enfrentarlo. Por eso publicamos este libro.

Hay una máxima de la antropología que este volumen interdisciplinario intenta poner en práctica: "Necesitamos comprender aquello que no podemos compartir". Todos los autores involucrados son personas fuertemente comprometidas con la democracia. Por eso han destinado tiempo y esfuerzo a entender algunas de las facetas de este fenómeno que llegó para quedarse entre nosotros. Más allá de liderazgos individuales, de éxitos o fracasos coyunturales, esa corriente social, cultural y política será parte del panorama argentino y global durante varios años. Es mejor entenderla.

El presente volumen no es una compilación de textos que cada persona escribió en soledad. Es el resultado de haber intercambiado ideas e hipótesis de trabajo como colectivo de investigación durante un año, con reuniones periódicas y algunas muy intensivas. Así, en ese diálogo, fueron tomando forma los temas y los abordajes de cada texto, que le deben tanto a cada autor como al diálogo compartido.

Hay una serie de sutilezas en las formas de designación y autopercepción que es importante considerar para entender el caso Milei. ¿Por qué Javier Milei no se llama a sí mismo liberal a secas? Históricamente, la filosofía política liberal ha estado atravesada, en la Argentina, por una contradicción entre el pluralismo que dice defender y la estigmatización desenfrenada de la alteridad social o política. "Civilización o barbarie" no es una dicotomía entre iguales. Unos deben prevalecer y exterminar a los otros. No se acepta la libertad para aquello considerado "barbarie" (que, obviamente, siempre está encarnada en el "otro").

Así y todo, figuras como Alberdi, Sarmiento o Roca, de maneras muy distintas, crearon y construyeron Estado: leyes, impuestos, moneda, escuelas gratuitas y laicas. Los desvelaba forjar "una nación en el desierto" en un país con escasa población originaria. Así organizaron la Argentina liberal sin pluralismo político, pero con un Estado laico que encabezó la alfabetización y la educación gratuita. "Demasiado Estado", para Milei, el de fines del siglo XIX.

Sumemos a esto que en el siglo XX hubo una corriente de liberalismo social, entendida como alternativa y oposición a los conservadores. Los liberales son aquellos que están a favor de que nadie dicte cómo hay que hablar, vestir o en qué dios creer, y rechazan que el Estado vigile a los ciudadanos. Por eso mismo, hasta hoy, en los Estados Unidos liberal (pronunciado con acento en la "i") equivale a progresista, de centroizquierda. 

Pero, ¿libertarios? Los verdaderos libertarios eran los anarquistas. Los anarquistas de la República Española o del movimiento obrero argentino buscaban la emancipación frente al capitalismo o cualquier otra forma de explotación. Libertad, para ellos, era romper las cadenas del yugo, encarnado tanto en los "patrones" como en el Estado.

¿De dónde viene la palabra "neoliberal"? En 1938 el término "neoliberalismo" se utilizó en un coloquio en París al que asistieron las dos grandes referencias de la escuela austríaca, Friedrich Hayek y Ludwig von Mises, y otras diez personalidades. Buscaban así distinguirse del liberalismo político, al que consideraban desacreditado y responsable de la situación crítica que padecía Europa. Puestos a elegir, preferían una dictadura que garantizara el libre mercado a una democracia que estableciera firmes regulaciones al capital. Por eso el apoyo de Hayek a Pinochet.

Después de décadas de un Estado que generaba leyes y regulaciones, la ofensiva neoliberal iniciada en los años setenta buscó debilitar el poder estatal. Y lo logró con contundencia. Además, coincidió con una etapa de la globalización que facilitaba la erosión de las soberanías estatales. Por ejemplo, se incrementó la cantidad de millonarios que se mudan de un país a otro para pagar menos impuestos, algo impensable cincuenta años atrás. Relocalizan sus residencias legales, sus empresas y chantajean con hacer lo mismos con sus inversiones: domestican a los Estados, luchan por su libertad. La libertad que grita Milei es la del capital frente a los ciudadanos organizados y al Estado.

Milei no encabeza una fuerza liberal. De hecho, en el mundo se los conoce como "iliberales". Se trata de una corriente global que, cuando puede, encarcela a sus opositores (como en Brasil), incentiva la ocupación del Capitolio (como en los Estados Unidos), restringe las libertades civiles y guarda silencio cómplice si intentan asesinar a sus contrincantes políticos (como en la Argentina). Si la entrevista que el comentarista político conservador Tucker Carlson le realizó a Javier Milei alcanzó millones de visualizaciones, es porque hay un relevante apoyo internacional para que la Argentina sea el experimento "libertario" de nuevo tipo. El objeto del experimento somos nosotros.

Las palabras y especialmente las formas de identificarse o de identificar a los otros son un capítulo crucial de la lucha política. Hay términos, como "populista", que han sido aplicados a fenómenos tan contrapuestos que pierden cualquier utilidad (véase Arditi, 2023). En el caso de Milei, su discurso contra la "casta" durante la campaña electoral remite con claridad a lo que se considera una retórica "populista" clásica. Pero una vez llegado al gobierno, es evidente que contra la "casta" solamente habla, porque las medidas afectan gravemente a todos los habitantes de un país que puede batir un nuevo récord de población bajo la línea de pobreza.

Creo que es importante clarificar el término "anarcocapitalismo". No existe el capitalismo sin ley de propiedad privada y sin fuerzas de seguridad que garanticen el cumplimiento de la ley. Por lo tanto, nunca hubo ni habrá capitalismo sin Estado. De modo literal, no habrá "anarcocapitalismo". Lo que hacen los neoliberales cuando gobiernan un Estado es impulsar la total libertad para el gran capital. En el Tercer Mundo, libertad para endeudar a los países y llevarse decenas de miles de millones de dólares. ¿O acaso el gobierno actual respetó la libertad de las paritarias entre empresarios y sindicatos? ¿Vieron a algún funcionario defender la libertad de quienes piensan distinto de ellos? 

Los libertarios están en contra de la libertad de cátedra en la universidad y la llaman "adoctrinamiento". ¿Dónde empieza el adoctrinamiento al enseñar historia argentina? ¿Cuando se dice que las Malvinas son argentinas? ¿Que San Martín soñó con la Patria Grande? ¿Que hubo un genocidio? ¿Que hubo mujeres que protagonizaron la historia y que por eso sus retratos adornaban un salón de la Casa Rosada, que el gobierno decidió desmantelar y rebautizar Salón de los Próceres? A los periodistas que los critican los llaman "imbéciles ensobrados", celebran la crisis de un diario en vez de celebrar la pluralidad de voces. Creo que habría que hacer una lista de qué libertades se celebran con esa frase que termina en "carajo". Muchas de las fundamentales quedarían fuera.

Hoy las democracias tambalean -sin morir- en varios países de América y Europa. El consenso de los años noventa, que consistía en aplicar el ajuste neoliberal bajo el paraguas de democracias liberales, se quebró a partir de 2016 con los triunfos de Trump y Bolsonaro. El neoliberalismo se impone de otra manera. Este crecimiento global de las derechas extremas comenzó tras la crisis económica de Lehman Brothers en 2008, la dificultad de muchos países para mantener las pocas certidumbres del Estado de bienestar, la crisis de la pandemia y la inflación de los años posteriores, lo que generó un crecimiento exponencial de la desigualdad. A estos síntomas globales de un cambio de época, agreguemos el triunfo del Brexit en 2019 y la ratificación de la salida del Reino Unido de la Unión Europea en 2020. En la Argentina, el fenómeno llegó más tarde, posiblemente por la relevancia histórica del pacto del "Nunca Más" y el rechazo a la violencia política. Al mismo tiempo, la crisis estructural, producto de la deuda, la sequía de 2023 y los errores de política económica, agravó el escenario más que en otros países.

La narrativa global que se impuso tras la caída del Muro de Berlín, con sus promesas de globalización y unión entre capitalismo y democracia, había llegado a un punto de quiebre. Por supuesto que en los veinticinco años que van desde 1990 hasta 2015 ocurrieron hechos decisivos, como el atentado a las Torres Gemelas en septiembre de 2001. Por otra parte, la crisis del neoliberalismo había estallado en algunos países sudamericanos y se expresó en el llamado "giro a la izquierda" en esa región. Sin embargo, el punto de inflexión de 2016 tenía otro alcance. La narrativa nacida en 1990 había muerto. Los avances civiles -como el matrimonio igualitario, el derecho al aborto legal y gratuito o las políticas de reconocimiento a sectores étnico-raciales oprimidos- recrudecerían la reacción conservadora. En muchos países, la propia democracia entró en una creciente zona de riesgo, con un futuro hoy imposible de prever.

En aquellos veinticinco años, la hegemonía económica de las políticas neoliberales se combinó a veces con fuerzas más conservadoras, y otras, con corrientes más progresistas en términos de derechos civiles. Esto último es lo que Nancy Fraser (2017) llamó críticamente "neoliberalismo progresista", o lo que también se designó como "multiculturalismo neoliberal" (Hall, 2014: 633); es decir, avances efectivos en derechos civiles que coexistían con políticas económicas altamente regresivas. La hegemonía cedía u otorgaba en el plano del reconocimiento mientras quitaba en el de la redistribución económica.

Si nos guiamos por los dos gobiernos de Trump y Bolsonaro, la ofensiva conservadora buscó restringir derechos civiles y derechos de los grupos minoritarios. En ambos casos, hubo misoginia, racismo, clasismo y homofobia, así como negacionismo de la pandemia y del cambio climático. En ambos casos, se apeló a fake news y a discursos del odio. En ambos casos, con gestos y acciones antipluralistas. Y como corolario, ambos casos culminaron en ataques (al Capitolio y a la Plaza de los Tres Poderes). Estamos ante tres fenómenos complementarios. 

Al combinar estos elementos, resulta claro que hay una nueva subjetividad que indica un cambio de época.

A lo largo de estas páginas aludimos a estos fenómenos como "extrema derecha" o "derecha radical" para utilizar las categorías más abarcativas. Es importante detectar similitudes y diferencias entre países: sus liderazgos, su carácter "antipolítico" o "anti statu quo", su identificación con "el pueblo", sus discursos y prácticas de fobia a la diferencia. En este aspecto, inciden de modo estructurante las historias y configuraciones nacionales.

Los viejos problemas del análisis que universaliza procesos estadounidenses o europeos vuelven a plantearse aquí. ¿Acaso vamos a explicar las condiciones del surgimiento de la derecha extrema como una réplica de lo sucedido en 2016 en los Estados Unidos o en cualquier otro país?

Otras preguntas de investigación giran en torno a cuáles son los marcos interpretativos de los votantes y cómo significan los discursos de los líderes. No va de suyo que la calificación de extrema derecha que aplicamos a un líder político deba ser aplicable a sus adherentes. Nuestra hipótesis es que, si nos interrogamos por la carga ideológica del votante, hay como mínimo dos grandes respuestas. Por un lado, es factible que los adherentes compartan partes del discurso o de la visión ideológica del líder. Por otro, en diferentes países hay movimientos anti statu quo, o "antipolíticos" en general, que se canalizan a través de un líder ultraderechista. Está claro que al menos así son los inicios del caso argentino. Javier Milei era un outsider radicalizado. No formaba parte de ninguna coalición o fuerza. 

Cuando se abre la crisis de representación y se erosionan sostenidamente los apoyos a las dos principales coaliciones, Milei surge como liderazgo carismático, como hombre providencial. En la campaña electoral utilizaba dos palabras para ordenar su mensaje. Todo el hartazgo y la bronca fueron dirigidos contra la casta, y toda la ilusión y la esperanza se encauzaron en la dolarización. Después, durante su gobierno, cada uno de estos términos adquirió vida propia.

Entre las corrientes más ideológicas y los líderes que canalizan un malestar social y superan el 50% de los votos, pueden existir diversas combinaciones.

El contraste entre las campañas de Macri en 2015 y Milei en 2023 no podría ser mayor. Aunque su distancia ideológica sea más estrecha, en 2015 Macri se instalaba sobre la base de un sentido común asociado a la justicia social, la inclusión y los derechos humanos. Jamás hubiese ganado prometiendo destruir la justicia social. Pero ocho años después muchas cosas cambiaron, entre otras razones porque los argentinos tienen cada vez menos ingresos. El punto clave del voto fue contra la inflación, como drama y también como metáfora de lo indeseable. Las certezas de otras épocas se habían vuelto sospechosas.

Otro tema relevante a considerar es hasta qué punto hay sectores de los adherentes que son militantes o activistas. Y, eventualmente, con disposición a qué tipo de acciones directas.

Las extremas derechas están presentes en todos los parlamentos europeos y gobiernan países poderosos. ¿Pueden terminar con la democracia?

Dada la complejidad de la época que atravesamos, necesitamos un concepto que aluda a regímenes híbridos, a situaciones de frontera. Por eso, hablamos de "liminaridad democrática". Las situacionesborde se multiplican, se replican. Las tendencias en favor y en contra de la vigencia del Estado de derecho se cruzan en ambas direcciones. Es mejor proponer una categoría para entender lo que sucede, que ceñirse exclusivamente a describir esos desplazamientos.

¿Qué es la democracia? Aquí estamos hablando de las democracias realmente existentes en Europa y en América. Es decir, democracias liberales, con sus virtudes y defectos. Lo "otro" de esas democracias fueron básicamente el fascismo y el nazismo en Europa, los golpes de Estado en América Latina y los regímenes comunistas.

Por un lado, existe una extensa tradición social para pensar la democracia. El pensamiento crítico puede afirmar que allí donde no hay igualdades sociales básicas es cuestionable hablar stricto sensu de democracia. También hay una producción teórica y política sobre una democracia participativa, radical, igualitaria. Todo esto será parte del debate futuro.

La democracia que hoy está en crisis puede encajar en la definición minimalista que propone Adam Przeworski: "La democracia es un acuerdo político en el cual las personas deciden su gobierno mediante elecciones y cuentan con una razonable posibilidad de destituir a los gobiernos en funciones que no sean de su agrado" (2022: 28). En nuestra visión, hay una conexión inexorable entre democracia y buen gobierno. Pero los casos que analizamos implican que esa definición minimalista está en crisis o en riesgo. Larry Diamond ya había señalado en 2015 que nos hemos internado en un período de recesión democrática.

En una democracia estable, la población apoya claramente al régimen de gobierno, la representación política funciona, las tensiones entre poderes no ponen en riesgo dimensiones constitucionales y el antagonismo político se mantiene dentro de ciertos límites (por ejemplo, que no impulsan a la violencia política). En cambio, en una situación de liminaridad democrática puede haber crisis de representación parcial o coyunturalmente paliada con un liderazgo carismático, las tensiones entre poderes pueden escalar hasta llevar al límite el régimen vigente y el antagonismo político es creciente, lo cual impide prever si se mantendrá una convivencia pacífica y plural.

Además de haber contextos democráticos y de liminaridad, existen los colapsos democráticos. Entendemos el colapso como la muerte de un régimen democrático, como fue la Alemania de 1933, la Argentina de 1976, el Chile de 1973 o tantos otros. En estos casos, es bastante sencillo decir que un día había democracia (con sus crisis) y que un mes después, ya no. No hubo liminaridad.

Ahora bien, en la actualidad es frecuente que no haya un día final de la democracia, sino procesos que a veces llevan varios años. En Cómo mueren las democracias, Levitsky y Ziblatt argumentan en ese sentido acerca de regímenes como los de Trump, Bolsonaro, Orbán y otros. En algunos casos, hubo elecciones competitivas y ellos mismos fueron derrotados, lo cual no significa que no fueran un fenómeno de masas, sino que la regla de Przeworski (el oficialismo puede perder elecciones) sigue vigente. Estos períodos de indefinición, donde existen restricciones democráticas y gobiernan fuerzas antidemocráticas, pero todavía no puede saberse si habrá o no un colapso, son los que definimos como "liminaridad democrática".

Mientras que durante la Guerra Fría tres de cada cuatro democracias cayeron por golpes de Estado, las democracias hoy mueren no por esa razón -cada vez más infrecuente-, sino porque los propios gobernantes producen daños graves (Levitsky y Ziblatt, 2018). En estos nuevos procesos prolongados, la muerte de la democracia puede resultar imperceptible y, agregamos nosotros, la historia no camina en una sola dirección: pueden debilitarse y también fortalecerse.

Cuando surge una fuerza de derecha extrema, las democracias, sus ciudadanos, sus jueces, sus líderes políticos se plantean una serie de preguntas: ¿puede haber convivencia pacífica con grupos que la rechazan? ¿Cómo mantener el indiscutible respeto por las ideas del otro sin aceptar que crucen límites que dañan la vida plural? ¿Hasta qué punto una campaña de denuncia del carácter antidemocrático de un grupo puede favorecer los intereses de ese mismo grupo? ¿Se puede permanecer en silencio cuando líderes autoritarios y antidemocráticos acceden al poder? Hay mucho para evaluar en cada contexto específico. La experiencia histórica muestra que un outsider ocupa el centro del poder sin que medie un golpe de Estado, si hubo sectores del establishment que tuvieron gestos o complicidades con ese espacio extremista. 

Por eso, de la lectura de Levitsky y Ziblatt se deriva que las fuerzas democráticas deben hacer un cordón sanitario. Lo contrario de lo que hicieron el rey de Italia con Mussolini o el presidente alemán Von Hindenburg con Hitler. Jamás aliarse en ningún punto, jamás hablar bien de los extremistas, jamás participar en ningún nivel de sus gobiernos. Marcar una frontera clara y contundente, justamente la que ellos intentan borrar. No alabarlos ni como rebeldes, simpáticos o patriotas; no hacer chistes en actos públicos con ellos; expulsar de las fuerzas democráticas a todos los dirigentes o militantes que acepten ser ministros o funcionarios de gobiernos de extrema derecha.

Pero si ganaron elecciones, ¿son gobiernos antidemocráticos? Si ganaron elecciones, tienen un origen democrático. 

Hitler accedió al poder por la vía electoral y una vez allí prohibió al resto de los partidos, cerró el Parlamento e inició la represión. Para que los gobiernos sigan siendo democráticos deben actuar en el marco de la Constitución y de la ley. Esto ha llevado a innumerables debates, dado que esos gobiernos han cruzado una y otra vez la frontera que separa lo democrático de lo autoritario. Al mismo tiempo, dos casos icónicos, como son Trump y Bolsonaro, decidieron ir por la reelección y perdieron. Que el oficialismo sea derrotado constituye un dato crucial para saber en qué lugar preciso de la liminaridad se encuentra. Por supuesto que después de perder actuaron de forma antidemocrática, violenta e insólita con la invasión al Capitolio y a la Plaza de los Tres Poderes.

 

+información https://sigloxxieditores.com.ar/libro/desquiciados/

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