Santiago Bulat: "Argentina no va a ser la estrella de los emergentes hasta que no elimine las restricciones cambiarias"

Inflación, ajuste, elecciones, cepo y mercados. ¿Cuánto margen tiene Milei para sostener su rumbo? ¿Puede Argentina volver a ser atractiva para los inversores? Proyecciones para el 2025 y el 2026 en este mano a mano de Santiago Bulat con El Economista.
- 📉 **Desinflación Esperada**: El economista Santiago Bulat pronostica que la inflación en Argentina podría descender entre 25% y 30% para 2025.
- 💼 **Recuperación Salarial Posible**: Se sugiere que los salarios pueden recuperarse sin aumentar significativamente los costos.
- 🔓 **Necesidad de Levantar el Cepo Cambiario**: Bulat advierte que eliminar las restricciones cambiarias es crucial para atraer inversiones y negocios.
- 🏛️ **Impacto Electoral por la Inflación**: La desinflación podría mejorar el desempeño electoral del gobierno de Milei en las próximas elecciones.
- 🔍 **Condiciones para el Mercado de Capitales**: El país necesita condiciones más atractivas para inversores, lo que incluye permitir la libre salida de capitales.
- 📊 **Expectativas sobre el Tipo de Cambio**: La inflación y el tipo de cambio deben ser monitoreados, con pronósticos de un pequeño ajuste cambiario del 1%.
- 🌱 **Crecimiento Económico Potencial**: Si se mantiene la tendencia de desinflación, se espera un crecimiento económico positivo en 2025.
- 🔗 **Relaciones Comerciales Internacionales**: La alineación con grandes potencias y la estrategia sobre Mercosur podrían afectar las exportaciones argentinas.
- 🌍 **Pragmatismo en Política Exterior**: A pesar de tensiones ideológicas, se busca mantener buenas relaciones comerciales con EE.UU. y China.
- 📉 **Cambio en la Percepción del Ajuste**: La percepción de que los ajustes pueden ser positivos sugiere apoyo a las medidas que el gobierno ha implementado.
"La medida más popular que puede lograr el gobierno de Milei es consolidar el efecto de desinflación", asegura Santiago Bulat, economista jefe del Grupo IDEA y socio de Invecq, la consultora que dirige junto a Esteban Domecq y Matías Surt. Asimismo, pronostica que en 2025 la inflación "va a descender bastante fuerte: entre 25% y 30%".
En cuanto a los salarios, considera que "todavía tienen margen para recuperar sin que necesariamente disparen los costos". ¿Y el ajuste? "No queda mucho para ajustar en esta economía", aclara el economista, que además tiene una maestría en Desarrollo Económico por Sussex University.
Respecto a la salida del cepo, opina que "para la habilitación de nuevos negocios e incluso para que entren nuevos fondos de inversión a comprar bonos en Argentina, muy probablemente haga falta eliminar las restricciones cambiarias para que el país siga subiendo de categoría". A su vez, agrega que si el país quiere "atraer proyectos de inversión a largo plazo, debería permitir la libre salida de capitales".
Desde Londres, donde se encuentra de paso, Bulat sigue de cerca la economía argentina y analiza el escenario político con la audacia perceptiva de quien sabe leer entre líneas y la cautela expresiva de quien prefiere ayudar a comprender antes que polemizar.
Si Argentina quiere que el peso sea atractivo, ¿qué incentivos tiene que ofrecer? ¿Puede Milei levantar el cepo sin generar la misma presión devaluatoria que sufrió Macri en 2018? Cuánto necesita el gobierno para hacerlo y qué riesgos corre si se apura. ¿Milei está dispuesto a romper el Mercosur? ¿Cómo impacta la guerra comercial entre China y Estados Unidos en la región?
—¿Cómo creés que el desempeño económico del gobierno en los próximos meses puede impactar en su resultado electoral? ¿Qué variables te parecen clave para entender esa relación?
—Bajar la inflación es una medida muy popular. Si la inflación sigue comprimiendo, veo que al gobierno le puede ir mejor. Sigo los índices de Di Tella, y el último dato de confianza del consumidor también dio al alza en enero. Está alcanzando buenos niveles: ya superó todo el promedio de Alberto Fernández y está bastante más cerca del de Macri en su momento, con lo cual el gobierno está bien posicionado.
De cara a las elecciones, uno analiza diputados, senadores, y ve que el gobierno tiene mucho para ganar en el Senado y bastante también en Diputados. Pero en el Senado prácticamente no tiene ninguna renovación, porque mantiene los seis senadores que ya tiene y tiene todo por ir a ganarle a Unión por la Patria, que renueva más o menos 14 de los 24 escaños en juego. Son un montón de bancas donde puede ganar terreno.
Si bien no llega a las mayorías, quedaría mucho mejor posicionado. Tiene un buen panorama por delante si se consolidara el efecto de desinflación, que es, básicamente, la medida más popular que podrían lograr hoy. Sobre todo va a ser un año en el que la economía va a crecer. Entonces, si logran mantener más o menos ese rumbo, llegan bien parados para las elecciones.
Me cuesta analizar la parte no económica: todos estos dichos sobre la homosexualidad, el feminismo, etc. Sinceramente, no sé bien cómo pega, no lo tengo muy claro. Pero estrictamente en lo económico van bien.
—Dijiste que el gobierno tiene mucho para ganar en el Senado frente a Unión por la Patria. ¿Creés que también puede sacarle bancas al PRO?
—Es que el PRO no sé si va a ser un aliado o no en las listas. Pero si esa alianza no se concreta, el PRO renueva solo tres senadores, de un total de 24 que se renuevan. No es la gran proporción. En Diputados sí representa más o menos el 20% de lo que se pone en juego. El PRO tiene 25 diputados que se van a renovar, que representan el 20% del total de bancas en disputa en esta elección.
Hoy el que más tiene para perder es Unión por la Patria. El peronismo tiene 104 diputados y 33 senadores, pero puede llegar a perder mucho de lo que está en juego. En el peor escenario, podría perder hasta 14 senadores y 52 diputados. El impacto puede ser grande si pierde ambas mayorías. Y eso sería un cambio de escenario.
La medida más popular termina siendo si el gobierno baja o no la inflación. De hecho, el año pasado recorrí bastante la Argentina y pregunté mucho sobre las formas del presidente: que putee o que cierre el INADI les importaba poco y nada a las personas con las que hablé. Hoy las formas del presidente no son la prioridad.
No digo que eso no pueda cambiar y que eventualmente pase a ser un tema central, pero hoy lo más popular es la posibilidad de vivir de una manera ordenada un tiempo, que exista crédito, mayor acceso a bienes. Eso hoy le gana a todo lo que, en una sociedad más ordenada, después le podríamos empezar a exigir al gobierno.
—El informe de Invecq del 17 de enero plantea una disyuntiva clave para el equipo económico de Caputo: o pone un "techo" a las negociaciones paritarias en pleno año electoral, o deja que la recuperación de los ingresos se consolide a costa de mayor inflación. ¿Cómo creés que el gobierno va a manejar esta tensión?
—Cuando analizo algunos indicadores que anticipan cómo será la inflación, miro tres cosas. Los salarios, el tipo de cambio oficial —aunque el paralelo también importa—, y las tarifas.
Hoy la cobertura tarifaria es muy alta. La mayor parte del ajuste ya se hizo, aunque todavía queda ver, en abril o mayo, cómo se definirá el nuevo sistema para los distintos segmentos. De los tres pilares que mueven la inflación—salarios, tipo de cambio y tarifas—, dos ya fueron acomodados en 2024, por lo que no necesariamente tienen que presionar la inflación en 2025.
El tipo de cambio va a ir a un crawling del 1%. La tendencia es que la inflación se vaya acomodando más hacia ese tipo de cambio. El ancla cambiaria sirve, siempre y cuando sea creíble. En 2023, Massa tuvo el tipo de cambio clavado desde agosto hasta diciembre y, aun así, la inflación fue del 12% mensual, porque las expectativas estaban completamente rotas. Pero si logran consolidar expectativas, el crawling del 1% sirve.
Dado que hay dos de los tres factores bastante anclados—las tarifas porque ya se ajustaron (aunque resta definir la estrategia tarifaria que sigue) y el tipo de cambio porque se devalúa al 1%—, los salarios todavía tienen margen para recuperar sin que necesariamente disparen los costos como pasó en 2024.
Los que la van a tener más complicada son los que operaron con márgenes de ganancia muy bajos en 2024 y ahora necesitan recuperarlos. Pero hay otros que ya van a poder dar aumentos salariales sin que los costos les golpeen tanto la puerta.
—Alejandro Radonjic, director de El Economista, le preguntó a Nicolás Guaia si la baja del crawling peg del 2% al 1% cambia mucho la proyección de inflación para 2025. Guaia respondió que su estimación ronda el 22%. ¿Coincidís con esta proyección o creés que la inflación podría ser mayor o menor?
—Va a ser clave lo que suceda con la brecha cambiaria y, desde nuestra consultora, Invecq, creemos que va a haber un desarme del cepo algo más acelerado después de las elecciones. Si eso ocurre entre noviembre y diciembre, podría haber un salto algo mayor del tipo de cambio. Si el gobierno entra en un programa con el Fondo, con bandas, por ejemplo, que habiliten algo más de volatilidad cambiaria, eso puede generar un aumento de precios sobre el final de 2025. Si esto no ocurre, creemos que la inflación va a descender bastante fuerte: hoy el pronóstico es de entre 25% y 30%. Hay que monitorear la brecha, que va a ser un factor clave, y, reitero, la forma en que se haga el ajuste de tarifas.
Otro factor que puede afectar en algo el número de inflación final es si cambian el índice de precios al consumidor del Indec. Si este año se hubieran modificado las ponderaciones, la inflación hubiera sido más alta.
—Levantar el cepo puede tener un impacto político fuerte, más si se mira lo que pasó con Macri en 2018, cuando eso terminó en devaluaciones. ¿Tiene sentido arriesgarse a sacarlo ahora que la economía está más ordenada, la inflación baja, el dólar está controlado y las encuestas son buenas?
—Hay que distinguir algunos matices entre un mandato y el otro. Cuando Macri levantó el cepo, logró credibilidad en una primera instancia y entraron muchos dólares de afuera, de capitales extranjeros, comprando deuda argentina. Venían, dejaban los dólares y con eso se planchaba el tipo de cambio. De hecho, en 2017 el tipo de cambio quedó por debajo de la inflación sin cepo cambiario, algo que parecía inalcanzable en Argentina. Eso se dio porque el gobierno de Macri venía ampliando su déficit de cuenta corriente: había más importaciones que exportaciones, pero al mismo tiempo ingresaban muchos dólares de la cuenta financiera. Pese a que el déficit era alto, alguien lo financiaba: el gobierno tomaba deuda en el exterior para cubrir el déficit fiscal. Cuando ese proceso se dio vuelta y, en abril de 2018, los fondos financieros decidieron salir de Argentina—por la sequía, la tasa de interés y otros factores—, hubo una presión fuerte para fugar capitales.
Hoy, si se miran las estadísticas de inversión extranjera directa y de inversión en cartera, los números son bajos. Para hacer un paralelismo, la inversión de "cartera", es decir en activos financieros de deuda, había aumentado en los dos primeros años por US$ 80.000 millones y acá van tan solo US$ 9.000 millones. Además, el fisco no tiene déficit fiscal, por lo que el gobierno no necesita financiamiento externo permanente que, de un día para otro, pueda retirarse. Naturalmente, la presión de estos fondos para salir es menor.
En 2018, hubo una suba del tipo de cambio de más del 90%, con una pérdida de reservas de US$ 15.000 millones. Hoy es difícil ver que ese escenario pueda repetirse, incluso levantando el cepo. Milei habla de US$ 11.000 millones como el monto necesario para hacerlo. Desde la consultora hicimos una estimación sobre por qué podría ser ese número: la deuda comercial impaga ronda los US$ 7.000 millones. Si se consideran los dividendos que podrían querer girar las compañías, en base a sus ganancias y a lo que se ha girado en otros momentos de la historia, el número da aproximadamente US$ 5.000 millones. Sumando ambos factores, se llega a los US$ 11.000 o US$ 12.000 millones que saldrían del país si se levantara el cepo cambiario. La razón principal para mantener el cepo es ese monto, más que la necesidad de financiar el déficit fiscal, que no está presente en este contexto. Por eso Milei le pone un número tan preciso a lo que necesita para salir del cepo.
—¿Por qué sería más positivo para la Argentina salir del cepo en lugar de mantenerlo?
—Si bien 2025 va a ser un año de crecimiento: la economía, estadísticamente, va a crecer por distintos sectores que van a traccionar; lo cierto es que, a largo plazo, si un alemán viene a Sudamérica y compara Argentina, Brasil o Chile, no va a invertir en el país que tiene control de capitales y que no le permite girar sus dividendos a su casa matriz. Y hoy ese país es Argentina.
Para la habilitación de nuevos negocios e incluso para que entren nuevos fondos de inversión a comprar bonos en Argentina, muy probablemente haga falta eliminar las restricciones cambiarias para que el país siga subiendo de categoría.
Hoy los mercados, en general, funcionan con cuentas de capital y financiera abiertas, con ciertas restricciones macroprudenciales, que nosotros debemos mantener de largo plazo. Es lógico que, si alguien viene a invertir por corto plazo, tenga que dejar una parte o haya cierta regulación. También se podría establecer un límite de extracción de divisas para que una eventual salida de capitales no sea tan abrupta. Pero Argentina está lejos de ese esquema. A largo plazo, si el país quiere atraer proyectos de inversión, debería permitir la libre salida de capitales, principalmente eliminando la restricción cruzada. Es decir, hoy quien compra dólares en el mercado oficial no puede operar en el contado con liquidación durante 90 días. Esa es la principal restricción a quitar, aunque hoy es entendible que no sea el mejor momento para hacerlo.
—¿Argentina puede volver al mercado de deuda sin salir del cepo?
—Sí. De hecho, ya hizo un repo con bancos. No fue algo extraordinario, fue poca plata, pero está logrando, de alguna manera, volver a posicionarse en los mercados internacionales. Ha subido de categoría en ciertos indicadores. Si uno mira, por ejemplo, la calificación de Standard & Poor's, Argentina ha ido mejorando. No va a volver a ser la estrella de los emergentes hasta que no elimine las restricciones cambiarias, pero eso no significa que el riesgo país no pueda seguir bajando.
Obviamente, es más fácil pasar de 2000 a 700 puntos que de 700 a 400. En esta etapa, el mercado se va a poner más exigente, por lo que llegar a 400 sería más sencillo sin restricciones de capitales. Pero no es imposible volver a los mercados con el cepo. El repo apunta a eso, aunque de manera gradual.
—¿Cómo creés que va a impactar la reciente baja de retenciones en la recaudación y en la estabilidad del mercado cambiario? ¿El gobierno las redujo para aliviar al sector o porque está desesperado por dólares?
—Puede ser una combinación de ambas. De todas maneras, el sector estaba sufriendo una "triple tormenta": precios de commodities espantosos, retenciones altas porque no se habían modificado y un tipo de cambio apreciado en comparación con el año pasado. Además, en muchas compañías hubo mal management dentro del agro, y eso está complicando aún más a muchos actores de la cadena.
El agro claramente necesitaba alguna medida. Primero, se intentó con la baja de aranceles para abaratar costos, pero con eso solo no alcanzaba. Por eso la reducción de retenciones tiene sentido. El hecho de que sea temporal invita a que liquiden. Viéndolo así, se puede pensar que el gobierno necesita y quiere que le liquiden pero puede haber una combinación de ambas cosas. El sector agropecuario corre con desventaja respecto de otros sectores, y más en un contexto tan complicado. Si la soja estuviera a U$S 600, estaríamos hablando de otra película, un poco más tolerable. Pero no es el caso [hoy el precio de la tonelada de soja es de U$S 300 aproximadamente].
—Cristina Fernández de Kirchner comentó en X: "Arrugaron. No se animaron por temor al desarme de posiciones en pesos. Larga vida al carry trade". Considerando que la microdevaluación se redujo al 1% mensual, pero la tasa de interés sigue igual, ¿esto puede terminar apreciando el peso en términos reales y profundizando el atraso cambiario? ¿Cuál es el costo de sostener un peso fuerte en este contexto?
—Pensemos en algunos aspectos más teóricos y en lo que pasó en otros países de la región, como Perú, Brasil y Chile, que sufrieron hiperinflaciones en los años '80, igual que Argentina, y usaron anclas monetarias, fiscales y cambiarias para bajarla. En general, todos atravesaron una apreciación cambiaria fuerte. Diría que eso iba a pasar acá también; después se puede discutir la velocidad, pero tiene sentido que haya una apreciación cambiaria si se quiere bajar la inflación en un país con una moneda en la que nadie confía. En Brasil, por ejemplo, la tasa de interés es del 13% con una inflación del 5%.
Si Argentina quiere que su moneda compita con otras, necesita ofrecer un premio mayor porque su moneda tiene menor demanda. Es cierto que pagar más intereses de deuda implica un costo fiscal más alto, pero la contracara de eso sería mantener una tasa de interés baja, que todos se vayan al dólar y que eso termine en una devaluación más fuerte.
Cuando se critica una parte de la película, hay que ver qué pasaría en el otro escenario. Nunca es clara la tasa óptima. De hecho, la tasa en dólares que tendría Argentina con este esquema sería muy atractiva, pero sigue siendo Argentina y tiene sus riesgos. Todos los que entraron en el país hicieron mucha plata en 2017, pero en 2018, cuando se disparó el tipo de cambio, perdieron un montón. No es tan claro cómo salir de esta situación. Cuando el riesgo de invertir en un país es alto, es lógico que se pida una tasa de interés más alta en pesos.
Es verdad que hay un costo fiscal, y es algo que hay que monitorear. Pero si Argentina tiene superávit fiscal, pagar una tasa de interés alta no es tan perjudicial como sí lo sería con déficit. Eso fue lo que pasó con Sturzenegger en 2017: trataba de que la gente se quedara en pesos mientras, al mismo tiempo, le daba pesos al Tesoro para que siguiera gastando. Había emisión, y eso generó una bola difícil de frenar. Como hoy el gobierno no genera nuevos pesos por la vía fiscal, pagar una tasa de interés alta en pesos no es tan dañino como si hubiera déficit. Es una diferencia clave entre Macri y Milei. También es distinto al carry trade de la "tablita" de los '70. En la época de Martínez de Hoz, había un déficit fiscal de diez puntos del PIB. Hoy eso no está. Lo fiscal es el ancla más importante para cuidar en los próximos tres años.
Arrugaron. No se animaron por temor al desarme de posiciones en pesos.Larga vida al carry trade. pic.twitter.com/x1qcCEJigx
—Teniendo en cuenta que Brasil, China y la Unión Europea son los principales socios comerciales de Argentina, ¿qué impacto económico podría tener una estrategia que priorice alineamientos ideológicos por sobre los intereses comerciales? ¿Cuáles serían los riesgos concretos de debilitar la relación con el Mercosur o con la UE en términos de exportaciones y crecimiento para las pymes?
—El mayor riesgo para una economía como la Argentina es que la guerra comercial entre Estados Unidos y China se profundice tanto que alguno de los dos obligue a elegir un bando. No creo que eso pase. Incluso Trump ha dejado trascender que su relación con Xi Jinping es buena, que va a buscar la paz mundial en Ucrania y que quiere dejar de financiar gastos en defensa fuera de Estados Unidos. Sin embargo, Trump tiene una estrategia de negociación muy clara; de hecho, escribió un libro sobre eso, The Art of the Deal, donde explica cómo ganar discusiones, cómo plantarse en la mesa y cómo, desde una situación límite para el otro, conseguir una ventaja. Un ejemplo fue lo que pasó con Colombia: Trump les dijo que, si no aceptaban a los deportados, les iba a imponer un arancel del 25% o incluso del 50%. Al final, Colombia los recibió.
Lo interesante ahora es ver qué pasa con los BRICS y cuánta importancia se le da a esta nueva entidad, que parece perfilarse como una alternativa al FMI.
—¿Qué implicancias puede tener el BRICS para Argentina?
—Argentina busca ser más aperturista en el comercio internacional, pero se encuentra en un contexto global donde las grandes economías empiezan a cerrarse. Mientras el país intenta ampliar su acceso a los mercados, el mundo se mueve en una dirección más proteccionista. La negociación del acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea es un ejemplo claro de esta tensión.
Lo complicado sería que Argentina tuviera que elegir entre uno de los dos. Con China tiene un swap y un comercio importante, sobre todo en el sector de la soja. Con Estados Unidos, la situación es similar si se busca avanzar en un tratado de libre comercio. De todas formas, el gobierno entendió la necesidad de mantener buenas relaciones con ambos. Milei, que al principio estaba más enfrentado con China, hoy dice: "Los chinos son muy buenas personas". Es pragmático. Argentina también lo es, porque sabe que necesita a los dos.
El país busca socios comerciales y financieros en distintos frentes. Necesita esos US$ 11.000 millones que está tratando de conseguir, al mismo tiempo que mantiene un swap con China de casi US$ 18.000 millones. En este contexto, el debate más claro es el del Mercosur y la Unión Europea.
Europa enfrenta una crisis de crecimiento importante. Si se miran las estadísticas recientes, Asia, África y América han mostrado un mejor desempeño, mientras que Europa crece a un ritmo de apenas 0,5% o 0,8%, intentando alcanzar el 1%. Ese crecimiento lento afecta la dinámica del comercio internacional. Mientras economías como India y Estados Unidos buscan expandirse—Estados Unidos con estrategias como el nearshoring o el reshoring, que buscan que las compañías vuelvan a producir en su territorio—, Europa está explorando una línea similar. Países como Francia, Polonia o Países Bajos, entre otros, se oponen al acuerdo tal cual está escrito ahora,
El mundo se está volviendo más proteccionista. Aunque Argentina históricamente ha sido una economía cerrada, con aranceles muy altos—por encima del promedio del Mercosur —, ahora busca abrirse más al mundo, justo cuando las grandes potencias empiezan a cerrarse con políticas más proteccionistas. La idea detrás de este giro es que, si la producción se queda dentro del país, se genera más crecimiento económico, probablemente ante la incapacidad de dar respuesta de la falta de buenos resultados.
En este contexto, la negociación final del acuerdo Mercosur con la Unión Europea podría ser distinta a la de 2019. Es probable que el Mercosur cambie en los próximos años. Uruguay busca mayor apertura, Brasil hoy está más cerrado, pero Argentina también quiere abrirse. Milei incluso ha dicho que, si el Mercosur le cuesta la relación con Estados Unidos, prefiere romperlo. No parece que el bloque vaya a desaparecer, pero sí que se transformará. Lo que se ve en el horizonte es un Mercosur diferente, probablemente más abierto al mundo.
—Trump está revisando los acuerdos comerciales y dijo que puede imponer mayores aranceles a México, Canadá y China. ¿Argentina tiene que preocuparse por esto de alguna forma? ¿Nos puede afectar indirectamente en exportaciones o en cómo se mueve el comercio global?
—En su momento, cuando China estuvo involucrada en disputas comerciales con México y Canadá, se especuló que podía haber un desvío de comercio hacia Sudamérica. Es decir, si a esos países les ponen mayores aranceles, podrían venir a buscar productos a nuestra región que antes conseguían en otros mercados. Sin embargo, Argentina no es un socio comercial tan complementario con México ni con Canadá.
Donde sí puede haber un impacto es en la relación entre Estados Unidos y China. La semana pasada, Reuters publicó una nota interesante sobre cómo China estaba pagando la soja de Brasil más cara que la de Estados Unidos, justamente porque la guerra comercial entre ambos países se intensificó. Esto ya había pasado en 2018, cuando Estados Unidos le impuso aranceles más altos a China y, como represalia, China empezó a comprar soja argentina y brasileña. La estrategia de China fue clara: primero agotaron el stock de Argentina y Brasil y después compraron el remanente a Estados Unidos. Como resultado, hubo sobreoferta de soja estadounidense, lo que bajó su precio, pero no ocurrió lo mismo con la soja de Argentina y Brasil, que mantuvo su valor. En este sentido, si la guerra comercial entre Estados Unidos y China se recrudece, el impacto en Argentina vendrá más por ese lado que por lo que pase con México o Canadá.
—Las encuestas muestran un respaldo social mayor al esperado, pese a que los manuales de política sugieren que las medidas de ajuste suelen generar rechazo. ¿Qué explicación le encontrás?
—No necesariamente un ajuste es negativo. Hay ajustes que son expansivos. Parte de lo que venía pasando en Argentina era que había una percepción de corrupción muy alta. Más allá de lo que diga la justicia, el ciudadano de a pie sentía que había corrupción, entonces, cuando se empiezan a desmantelar estructuras que no le llegaban, ese ajuste no lo afecta. En cambio, las tarifas sí tienen un impacto más fuerte, por eso el gobierno está siendo más controlado con ese tema. Si uno compara el calendario de aumentos tarifarios previsto para 2024 con lo que terminó ocurriendo, se nota que el gobierno fue más precavido. La gente siente que los aumentos de tarifas afectan directamente su consumo diario, por eso se decidió que los niveles 2 y 3 (N2: ingresos bajos y N3: ingresos medios) mantengan un nivel de subsidios, mientras que los de ingresos altos (N1) pagan prácticamente el 100% de la tarifa de electricidad y gas.
El impacto del ajuste fue positivo para el gobierno porque logró bajar la inflación, y al ciudadano de a pie lo único que le pegó fueron las tarifas. En el caso de las jubilaciones, hubo una caída importante al principio, pero luego, con los bonos y distintos aumentos, el poder adquisitivo volvió a niveles previos a la devaluación de diciembre. La AUH, en cambio, casi se duplicó en términos reales, lo que indica que a la población de menores ingresos no se la dejó desprotegida.
A futuro, el panorama dependerá de qué pase con una economía más abierta y con un tipo de cambio más bajo. También habrá que ver qué ocurre con el desempleo. En los '90, el tipo de cambio apreciado y la apertura económica generaron problemas de competitividad en algunos sectores, lo que llevó el desempleo al 17% en 1995. Menem logró reelegir con ese nivel de desocupación porque la inflación era baja y la productividad mejoraba, pero con un mercado laboral muy golpeado. Hoy, algunos creen que esto no se va a repetir porque la economía digital y las plataformas colaborativas como Uber o Rappi ofrecen una salida rápida al desempleo, aunque a costa de precarizar los ingresos.
En general, cuando un ajuste fiscal termina siendo expansivo, el gobierno logra evitar que la reducción del gasto público se sienta como un impacto negativo en la gente. En este caso, se manejó con cautela el tema de las tarifas, lo que explica en parte por qué el ajuste no generó el nivel de rechazo que muchos esperaban.
—Según el resultado electoral, ¿qué cambios podría haber en la estrategia económica del gobierno? Si Milei obtiene un fuerte respaldo en las urnas, ¿podría sentirse habilitado para avanzar con un mayor ajuste?
—No queda mucho para ajustar en esta economía. Está el tema tarifario, puede seguir exigiendo exámenes de idoneidad a trabajadores del Estado nacional o privatizar empresas públicas, pero si se analiza el gasto público nacional, Argentina volvió a niveles de 2009. Con el ajuste que se hizo en 2024, que fue gigantesco, no veo la necesidad fiscal de profundizarlo, salvo que el gobierno decida hacer una reforma tributaria que reduzca drásticamente los ingresos del Estado, como bajar el IVA al 15%. Ahí sí habría que recortar el gasto de manera muy fuerte.
Si se observa la estructura actual, hay margen para reducir algunas retenciones, lo que representaría una baja de aproximadamente 0,3% del PIB. Según nuestros cálculos, 0,25 % para ser más precisos. No necesariamente esto llevaría a un déficit este año, porque hay impuestos como el IVA y Ganancias que van a repuntar. Hay espacio para hacer algunos ajustes más, pero, por ejemplo, en términos de obra pública, creo que debería haber más inversión, no menos. En 2024, el gobierno decidió romper todo para después arreglarlo. En 2025, la obra pública tiene más margen para expandirse que para seguir contrayéndose. Incluso hay acuerdos con gobernadores para finalizar obra pública que estuvo todo el año paralizada.
—Si al gobierno le va bien, ¿creés que la economía puede crecer en 2026?
—Sí, la verdad que sí. Argentina tiene que romper con el ciclo de subir y caer constantemente. Sube en año electoral y baja en los años no electorales. En economías normales, el crecimiento es sostenido, no se pierde todo lo que se gana en un año al siguiente. El equilibrio fiscal es clave para eso.
Lamentablemente, tuvimos que llegar al equilibrio fiscal porque el mundo dejó de creer en nosotros. Hay otros países que tienen déficit y no pasa nada porque tienen financiamiento, pero Argentina se había quedado sin crédito. Ahora hay margen para crecer, aunque resta ver cómo se define el escenario cambiario.
—¿De la mano de qué sectores?
—La energía va a ser un gran motor, la minería también, los servicios basados en el conocimiento deberían seguir creciendo, la industria automotriz tiene mucho por desarrollar, el agro puede expandirse más, la construcción sigue con precios deprimidos en relación a lo que deberían ser, y la industria financiera todavía tiene un nivel de crédito muy bajo.
Hay sectores que, por proyección global y por recuperación interna, pueden darle aire a la economía. No imagino un crecimiento impulsado por el consumo con tasas bajas, Previaje, Precios Cuidados o precios máximos. No veo que se apunte a eso. Me imagino más un modelo basado en inversiones y en el RIGI.
—¿Qué tipo de reacción esperás por parte del mercado según cómo le vaya al gobierno en las elecciones?
—La suba del Merval en el último tiempo llevó a precios altos, especialmente considerando el nivel de riesgo país que todavía tiene Argentina. Sin embargo, de cara a las elecciones, el mercado no parece inclinado a asumir posiciones demasiado expuestas. En general, los inversores tratan de anticiparse, y si ven que la confianza del consumidor y la del gobierno se mantienen bien y la inflación sigue bajando al 2 %, lo que ya se compró, se compró.
El flujo de inversión que realmente falta es el del exterior, y ahí puede estar el mayor impulso post elecciones. Los inversores extranjeros siempre mueven el arco con distintas exigencias: primero que baje la inflación, después que se reduzca el gasto, luego que el gobierno gane las elecciones de medio término, que saque el cepo, que gane las generales. Siempre hay una nueva condición.
El mayor impulso puede venir del exterior, pero al revés de lo que pasó con Macri en 2017-2018. En aquel momento, primero entró mucha plata de afuera, que después terminó jugando en contra. En el caso de Milei, fueron más los inversores locales los que compraron.