Esteban Domecq: "Hay una crisis de bajo poder adquisitivo, pero no de desempleo"

Al hablar con El Economista, Domecq no muestra ningún apuro, ninguna necesidad de impresionar. Al contrario, parece alguien francamente feliz de estar donde está, reflexiona con calma sobre una economía que tantas veces definió su destino personal.
- 📈 **Trayectoria única**: Esteban Domecq no es un economista común; su vida está marcada por crisis económicas en Argentina.
- 👶 **Infancia afectada**: Nació en 1981 y vivió situaciones difíciles desde joven, como la crisis del tequila en los 90 que impactó su familia.
- 🏫 **Formación y experiencia**: Estudió en la UBA y comenzó su carrera trabajando en el negocio familiar durante la crisis de 2001.
- 💼 **Creación de su consultora**: Fundó INVECQ a los 25 años, centrada en asesorar a pequeñas y medianas empresas.
- 🌟 **Eventos económicos**: Organizó el Congreso Económico Argentino y la Expo EFI para discutir la economía en un contexto de falta de datos claros.
- 🔍 **Visión seria**: Domecq comparte su perspectiva de manera reflexiva, mostrando comprensión de los ciclos económicos que ha vivido.
- ⚖️ **Desafíos estructurales**: Señala que la economía argentina ha estado estancada desde 2011, abordando temas de empleo y macroeconomía.
- 🚢 **Metáfora del Titanic**: Usa la comparación de un barco hundiéndose para explicar la importancia de la macroeconomía frente a los problemas sectoriales.
- 📉 **Condiciones laborales**: Critica la precariedad del empleo y la falta de reformas laborales que impiden el crecimiento de empleo de calidad.
- 🎛️ **Perspectivas futuras**: A futuro, se espera un crecimiento económico lento, dependiendo de la mejora de la productividad y la situación política.
- 🗳️ **Impacto electoral**: Las próximas elecciones son cruciales para definir el rumbo económico del país y la confianza de inversores.
- 🤔 **Análisis del FMI**: Domecq critica algunas proyecciones del FMI y destaca la importancia de una estabilización macroeconómica genuina.
Esteban Domecq no es un economista común. Su biografía está atravesada por los vaivenes de la economía argentina que dejaron una huella en su recorrido personal y profesional. La economía, a Esteban, le pasa por el cuerpo, le pasa por la vida.
Cuando se lo escucha hablar sobre la tablita de Martínez de Hoz, la híper de 1989, el tequila de 1995 o el corralito del 2001, no se limita a recitar números abstractos o términos técnicos: habla de heridas, de momentos, de giros bruscos en su propia vida. "El tequila se llevó mi campo y mi infancia", recuerda.
Domecq nació en febrero de 1981, justo cuando la economía argentina volaba por los aires con Martínez de Hoz. Creció en Temperley, al sur del conurbano bonaerense, y tuvo una infancia dividida entre el ritmo tranquilo del campo y la vida urbana. Hasta que llegó la crisis del tequila, la gran debacle financiera de mediados de los noventa, y con ella la caída abrupta del presupuesto familiar. A los 14 años, tuvo que cambiar de colegio, abandonar amigos y entornos conocidos, y entender —a la fuerza— lo que significaba una crisis económica. Su padre, quien hacía consultoría para grandes empresas, estuvo casi dos años sin trabajo.
Más adelante, mientras estudiaba Economía en la Universidad de Buenos Aires, Domecq se encontró con otra crisis, tal vez la más honda de todas: la de 2001. Su primer trabajo, lejos de las elegantes oficinas de un banco o de una multinacional, fue en un modesto local de ropa para bebés en Lomas de Zamora, que había puesto su madre. "Allí aprendí el minuto a minuto, la diaria. La economía en la facultad es una carrera por momentos muy teórica, en la esfera planetaria", explica, "pero en el negocio familiar se aprende sobre la calle, los números concretos, se habla con la gente, se factura". Era la otra cara de la economía, la más terrenal.
Fundó su primera empresa a los 25 años, especializada en financiamiento a pequeñas y medianas empresas. Con la imposición del cepo cambiario en 2011-2012 por parte del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, percibió que el modelo económico estaba llegando a su límite. Fue entonces cuando decidió crear su consultora, INVECQ: una combinación entre el acrónimo de Investigaciones Económicas y el final de su apellido, Domecq. "Era lo que más me apasionaba: asesorar a empresas y pensar la economía desde una perspectiva macro", explica.
En pocos años, Invecq se consolidó, creció y logró diversificar servicios. Hoy cuenta con veinte personas en su equipo, entre economistas y consultores empresariales. También fue la semilla del Congreso Económico Argentino y de la Exposición Argentina de Economía, Finanzas e Inversiones (Expo EFI), eventos que Domecq ideó en tiempos en los que el Indec intervenido ocultaba la auténtica inflación del país. "Había que alumbrar esa nubosidad", cuenta. Para el primer congreso, recuerda que se presentó en FIEL, habló con Daniel Artana, con Miguel Kiguel en Econviews, con Carlos Melconian, Orlando Ferreres y Tomás Bulat, entre otros referentes. Les propuso crear un espacio donde distintas visiones pudieran ofrecer datos y diagnósticos sobre la economía argentina.
Así nació el Congreso Económico Argentino, en marzo de 2013. Un año después, ese evento mutó en una propuesta más abarcativa: la Expo EFI. En su edición más reciente, convocó a casi ocho mil personas, con más de 200 conferencias distribuidas en siete auditorios simultáneos.
Lo notable en Domecq es la serenidad con la que relata estos logros. Al hablar con El Economista, Domecq no muestra ningún apuro, ninguna necesidad de impresionar. Al contrario, parece alguien francamente feliz de estar donde está, reflexiona con calma sobre una economía que tantas veces definió su destino personal. Ante algunas preguntas largas no morcillea: escucha.
Su padre, quien nunca pudo estudiar, siempre tuvo pasión por la economía, y Esteban —el segundo de cinco hermanos— fue el primero en lograr un título universitario. "Fue una especie de transición", dice, casi emocionado, "completé algo que a él le había faltado". Su madre volvió a estudiar de grande y ejerció como docente terciaria. Son datos que revelan una constancia familiar que lo ha marcado a fuego.
"La economía argentina no crece desde 2011, justo desde que creé la consultora", recuerda con una sonrisa, consciente de la paradoja. La inestabilidad económica, lejos de desanimarlo, lo desafía: "Esto es 24-7, muy difícil, vertiginoso. Aunque también entretenido y desafiante".
Tal vez lo más fascinante de su recorrido sea esa idea constante de que el destino económico del país nunca le fue ajeno, sino que estuvo entrelazado con su vida personal. Domecq es un economista profundamente argentino en ese sentido: entiende de ciclos porque los vivió, los sufrió, y —en el fondo— los respetó. Y los respeta. Los sigue respetando. Los mira de frente. Después de todo, los economistas argentinos son hijos de la incertidumbre. Domecq lo asume con naturalidad y con algo parecido a la fortaleza.
—Algunos analistas señalan que la política económica actual se concentra exclusivamente en las variables macro —déficit, tipo de cambio, inflación— sin una mirada activa sobre los sectores productivos. ¿Puede una economía crecer de manera sostenida sin una estrategia sectorial?
—Si se tiene un Titanic que se está hundiendo y alguien tiene enormes problemas en los camarotes 1, 2 y 3, los del 4, 5 y 6 están más o menos, y los del 7, 8 y 9 están bien, el capitán del barco no tiene que salvar a quienes están en los camarotes 1, 2 y 3, sino que la prioridad es salvar el Titanic. Eso es macroeconomía pura.
Si el gobierno no arregla la macro, no va a tener buenos resultados electorales. Basta mirar las últimas seis elecciones en Argentina. Desde 2013 hasta el presente hubo seis elecciones: tres presidenciales y tres de medio término. En cinco perdió el oficialismo. Solo hubo una victoria, la de 2017, transitoria, de Macri.
Después fueron todas derrotas. Porque la economía está rota y es por culpa de la macro, no de la micro ni de sectores puntuales.
La urgencia y la prioridad es la macro. A veces cuando se intenta arreglar la micro y sostener algunos sectores, trabajar en sólo algunos "camarotes", se corre el riesgo de que el Titanic termine hundiéndose. Una vez estabilizada la macro, tiene que venir un proceso de contención sectorial o micro.
Y hay que tener en cuenta que esta estabilización macro, que se da en el marco de esta transformación económica, también cambia el set de dinámicas sectoriales en términos de ganadores y perdedores. Porque cada modelo económico genera ganadores y perdedores. Y una cosa es el que está sufriendo y no debería estarlo. Algo distinto es la empresa que estaba en determinado sector, que vivía de la protección y de la emisión monetaria porque, gracias al déficit fiscal y a los subsidios económicos, generaba una venta artificial y sostenía un negocio que, en realidad, en la Argentina es inviable. Y ése es un perdedor estructural. No se puede cambiar la economía sosteniendo esos sectores, porque si no, no hay transformación económica.
Argentina va a tener que empezar a hacer algo que no hizo en los últimos 20 años: favorecer a los sectores que, por cuestiones naturales, tienen más ventajas comparativas y son mucho más dinámicos.Hubo sectores que se sostuvieron artificialmente y solo pueden subsistir en una economía cerrada, desequilibrada, con impulso artificial a la demanda, bombeo fiscal y bombeo monetario. Ese cóctel explica por qué el Titanic se está hundiendo, por qué la economía argentina es lo que es desde hace 15 años, y por qué cada vez se ha desequilibrado más, ha acumulado inflación y pobreza.
Allí reside el estancamiento estructural: se castigó a los sectores competitivos para sostener a sectores no competitivos.
—Desde la consultora Invecq señalan que el rebote iniciado a mediados de 2024 se interrumpió en febrero de 2025. ¿Qué factores explican el freno?
—Entre abril de 2024 y febrero de 2025 hubo una recuperación lineal.Desde febrero de 2025 hasta el presente, se observa una meseta irregular: una especie de límite al proceso de recomposición del nivel de actividad. De febrero a julio, el crecimiento acumulado es cero.
¿Qué fue lo que permitió esa recuperación tan lineal y vigorosa? La recomposición de los ingresos, fruto de la estabilización. La baja progresiva de la inflación que vimos el año pasado permitió que, desde abril del año pasado, los ingresos le ganaran a la inflación mes a mes. Hubo un proceso lineal de recuperación de los ingresos, aunque heterogéneo: algunos recuperaron mucho —el sector privado y algunos sectores en particular— y otros recuperaron poco, por ejemplo los salarios públicos nacionales. Pero el primer gran driver era la recomposición de los ingresos. Esa recomposición, en los últimos cinco meses, da cero.
Otro motor de la demanda ha sido el crédito. La estabilización económica y el ordenamiento de las cuentas públicas permitieron una expansión fuerte del financiamiento, y eso motorizó sobre todo el segmento de bienes durables o semidurables: autos, motos, electrodomésticos. El crédito desde abril se está apagando. Porque, con el reseteo del programa que se hizo con el FMI, la tasa de interés en términos reales quedó alta y hasta octubre va a ser difícil que baje. Y después de lo que vimos con el desarme de las LEFIs, es una tasa de interés que implica un costo financiero alto para empresas e individuos. No empuja hacia el crecimiento, y, por el contrario, empieza a aparecer morosidad, irregularidades en las carteras y cheques rechazados.
Desde el lado de la demanda, otra variable es el empleo. Hubo un proceso de destrucción neta de empleo que terminó en agosto de 2024. Desde agosto hasta el presente hay creación neta: se crean más puestos de los que se destruyen. Y si bien hay creación neta, es anémica en el sector privado, casi cero. Es un driver que no tiene potencia para empujar. Desde el lado de la demanda no hay más impulso. Y por eso la actividad no puede avanzar mucho más.
Desde el lado de la oferta, hay sectores que están dinámicamente expansivos: minería, petróleo, gas, energía, real estate y algo de servicios profesionales. Apenas alcanzan a contrarrestar el resto, que está resentido por este cóctel macroeconómico combinado con la apertura económica. Y por eso la actividad no puede avanzar mucho más. Se recuperó, quedó en este nivel y empieza a flotar en esta meseta irregular, de la cual va a ser difícil salir hasta después de las elecciones.
Hay que observar el resultado electoral, lo que haga el gobierno en materia de programa económico; y las reformas estructurales.
—¿Cómo debería el Gobierno intervenir —si es que debería hacerlo— frente a esta economía de "dos velocidades"?
—El programa transita etapas. Estamos en una etapa que empezó el 11 de abril, con el reseteo que se hace en el marco del nuevo acuerdo con el FMI. Es una etapa que va del 11 de abril al 26 de octubre. Esta programación económica deja este nivel de actividad y no puede dar mucho más en el corto plazo, porque hay desequilibrios acumulados y todavía hay tareas por resolver.
No hay reservas —sólo hay reservas negativas—, no hay financiamiento —el riesgo país sigue alrededor de los 750 puntos—, es una economía con una inflación molesta del 1,5 o 2% mensual y hay presión dolarizadora por las elecciones. Estos problemas, con los que el programa todavía convive, le impiden atender esas velocidades de sectores que están saliendo de manera anémica, en esta etapa de transición electoral.
—En el último tramo del informe de Invecq señalan una mejora en los activos financieros: subas en bonos, en acciones como YPF, y un riesgo país que se mantiene relativamente estable. ¿Considera que estas señales reflejan una mejora genuina en las expectativas sobre la economía argentina? ¿Cuán sostenible es este escenario financiero?
—A fines del año pasado, el riesgo país estaba en 550. El gobierno asumió en diciembre de 2023 con el riesgo en 2000 puntos. Eso implicó un rally fenomenal de acciones y bonos muy importante. Pero ese rally se terminó a finales del año pasado, y este año los problemas que quedan por resolver en el programa económico, más el ruido político interno y del exterior, explican por qué el riesgo país, que venía bajando, se estabilizó en 750 puntos.
Hasta que no pasemos por las urnas y sepamos qué votan los argentinos, hacia dónde quieren ir y qué hace el gobierno con ese resultado electoral, difícilmente podamos tener un rally que se profundice y, como consecuencia, un riesgo país que baje a 300 puntos. No me imagino ese proceso de acá a octubre.
—¿Cómo impacta el riesgo político sobre la economía y qué tan decisivas pueden ser las elecciones de septiembre y octubre para el rumbo económico?
—El impacto es total. Una de las primeras preguntas que suelen hacer empresarios e inversores —sobre todo del exterior, aquellos que evalúan decisiones de inversión de largo plazo, es decir, inversión real, de enterrar fierros en la Argentina— tiene que ver con las garantías jurídicas del RIGI. Lo que están mirando son las instituciones, las reglas de juego, el respeto por el derecho de propiedad. Y ese sigue siendo un punto débil en esta Argentina. Esa debilidad conspira contra la inversión, contra la percepción del riesgo país y, en definitiva, contra el crecimiento económico.
Otra pregunta que aparece con frecuencia es sobre los competidores de Javier Milei en las elecciones legislativas de este año. Persiste una fuerte incertidumbre política vinculada a la falta de consensos. Es evidente que el gobierno nacional, con Milei al frente, trazó un rumbo claro, un viraje definido. Ahora bien, ese rumbo no se replica con igual nitidez en los liderazgos provinciales y municipales.
La ausencia de consensos y de certezas sobre el horizonte político del país implica que el riesgo de reversibilidad del proyecto libertario sea alto. Y cuando ese riesgo es alto, la toma de decisiones estratégicas y de largo plazo tiende a paralizarse.
—¿Qué tan contundente tendría que ser una victoria del oficialismo para fortalecer el programa económico?
—Todo va a quedar más claro el lunes 27 de octubre. Un escenario de empate sería negativo. El gobierno nacional necesita imponerse con una diferencia superior al 5 % para consolidar una nueva etapa, y tal vez el mercado esté esperando una ventaja del 10 % como señal de fortaleza.
—¿Se puede pensar que, si bien estas elecciones son importantes para el gobierno, las de 2027 resultan aún más trascendentes?
—Ambas son relevantes, pero las de este año son fundamentales, porque permiten llevar el programa económico a su siguiente fase: la de las reformas estructurales. Todavía hay cuestiones pendientes en el Banco Central; la inflación tiene que llegar a cero. Y se necesita activar, de manera acelerada, toda la batería de reformas estructurales pro-crecimiento, pro-inversión y pro-competitividad para destrabar los segundos años de gestión. Si eso no ocurre, la economía argentina no va a crecer. Vamos a seguir atrapados en esta trampa de estancamiento estructural. Y, en ese contexto, también se compromete 2027.
Por eso, en este momento del país, les asigno prácticamente la misma importancia a ambas elecciones.
—¿Por qué no crece el empleo de calidad en la Argentina y qué está faltando en la política económica para revertir ese estancamiento?
—La Argentina no crece desde 2011. Y desde ese mismo año, tampoco se expande el empleo privado registrado. En este período se generaron, aproximadamente, dos millones de puestos de trabajo. La mitad corresponde al monotributo, es decir, empleo precarizado; la otra mitad se reparte entre empleo público y empleo informal, no registrado. Estamos hablando, claramente, de formas de inserción laboral muy precarias y, sobre todo, de baja productividad. Esto se explica tanto por la falta de crecimiento económico como por aspectos estructurales vinculados a la legislación laboral. Y ahí aparece una de las grandes reformas pendientes.
Todavía rige una legislación laboral que conspira contra el desarrollo del mercado formal. La distancia entre el costo laboral total efectivo de un trabajador formal y uno informal es muy amplia. Entonces, en un contexto de baja productividad, quizás la única manera que encuentra el mercado laboral de absorber empleo es a través de la informalidad. El nivel de productividad alcanza para sostener este salario real en un esquema informal, pero no en uno formal. En el esquema formal, el costo laboral total se incrementa más de un 70 %. Por eso creo que el problema central está en el cruce entre la productividad del trabajo y el costo laboral total. Y este último está directamente condicionado por el marco legal vigente. Hoy la economía genera empleo, sí, pero no genera empleo de calidad. Algo está fallando.
—Una vez que baje más la inflación, ¿por dónde podrían venir las nuevas demandas sociales y económicas?
—Van a venir por el empleo, por la distribución del ingreso y por la recomposición del poder adquisitivo. Una cosa es que ya no haya inflación; otra muy distinta es que exista poder adquisitivo. Desde febrero hasta ahora, los ingresos reales dejaron de crecer. Empiezan a mostrar ciertas oscilaciones: algún mes le ganan a la inflación, otro mes pierden. Y algunos segmentos, como las jubilaciones o los salarios públicos, quedaron en niveles bastante bajos. La inflación cedió, sí, pero la plata sigue sin alcanzar.
El punto clave es que, de acá en adelante, la recomposición de los ingresos va a depender de mejoras en la productividad. Y ese es un proceso lento.
La mejora de la productividad, a su vez, depende del crecimiento económico sostenido sobre la base de la inversión. Ese es el crecimiento genuino que necesita la Argentina para sostener veinte años de expansión con estabilidad. Basta de bombeo fiscal, de emisión monetaria, de desequilibrios y de estímulos al consumo de corto plazo que no conducen a nada.
Si, de ahora en más, los ingresos reales ya no van a recomponerse por efecto de la baja inflación, sino exclusivamente a través del aumento de la productividad, lo que se va a poner a prueba es la paciencia social frente a un proceso de crecimiento genuino. La pobreza cayó del 52 al 32 % en un año. Ahora, bajar otros diez puntos tal vez lleve diez años.
Por otro lado, en los años noventa hubo una dinámica de destrucción de empleo mucho más catastrófica, que no se observa en la actualidad. Por eso el desempleo está en 7,9% y no en 10, 15 o 20 %, como ocurrió durante la convertibilidad. Hace un año, el desempleo era 7,7 %.
Sí, va a haber algo de presión social por el lado del empleo. ¿En un formato apocalíptico o sistémico? No lo imagino. Hay una crisis de bajo poder adquisitivo en muchos segmentos de ingresos, pero en un contexto de bajo desempleo.
—El FMI mantuvo su proyección de crecimiento para la Argentina en 5,5 % para este año y 4,5 % para 2026, y habla de una "recuperación sólida". ¿Coincide con ese diagnóstico? ¿Cómo evalúa el rol del FMI en este momento del programa argentino?
—Respecto a la proyección del 5,5% del FMI, desde Invecq estimamos un crecimiento cercano al 5 % para el 2025. Es una estimación bastante alineada con la de la mayoría de los analistas. Y sí, se trata de un 5 % que ya está entre nosotros.
Aunque hay un matiz: la proyección del FMI luce algo optimista en materia de inflación, ya que plantea una franja de entre 18 % y 23 %. Desde Invecq estimamos que la inflación va a estar más cerca del 30 %. Y hay dudas en torno a 2026, porque cualquier proyección para ese año está condicionada por el resultado electoral. En ese marco, proyectar un crecimiento del 4,5 % para 2026 carece, a nuestro juicio, de un sustento sólido.
Hoy el Fondo está acompañando un proceso de saneamiento macroeconómico bien orientado, con un diagnóstico correcto. Si el FMI acompañó al gobierno anterior en un contexto de desequilibrios crecientes, está claro que ahora se siente mucho más cómodo con este gobierno, con este programa económico y con este enfoque fiscal.
El Fondo cumple un rol de acompañamiento, ofreciendo una suerte de sello de garantía que busca facilitar el proceso de normalización financiera y el saneamiento del Banco Central. Lejos de funcionar como una traba, el FMI está hoy al servicio del programa económico argentino.
