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Convertir la baja del déficit fiscal en una guerra santa no es sostenible

Convertir la baja del déficit fiscal en una guerra santa no es sostenible
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En 2015, Mauricio Macri hizo campaña con la promesa de hacer un ajuste amigable. No quería ahondar más las diferencias, y asumía que necesitaba los votos del peronismo no kirchnerista. Eran los tiempos en los que los economistas discutían si hacía falta shock o gradualismo, y el candidato del PRO había decidido que no quería asustar a los votantes que dependían de la billetera del Estado. Por eso señalaba -entre otros ejemplos- que no iba a cerrar Aerolíneas ni a suprimir los planes sociales.

Javier Milei, por el contrario, encarnó la visión opuesta. Su herramienta de campaña, la motosierra, nunca tuvo otro significado: siempre fue la imagen de un ajuste feroz. A su entender, no había otra forma de convencer a la sociedad de que el gasto público financiado con emisión monetaria era el enemigo del crecimiento. Su voto fue por el shock, y su estrategia fue diseñada casi como una escalada bélica. No había reducción posible si primero no había un corte de presupuesto y luego, si había suerte, un ensayo de negociación.

En el discurso que anoche pronunció por cadena nacional, el Presidente se vanaglorió de esta estrategia. Sostuvo que haber conseguido un trimestre completo de superávit fiscal primario y financiero es un "hito que no tiene parangón en la historia del mundo occidental". Es cierto, y por eso celebran los tenedores de activos argentinos. Pero si hay una razón por la cual ningún otro gobierno hizo algo parecido, es porque nadie se animó a pasar el bisturí de esta forma. El propio FMI le hizo advertencias al Gobierno sobre la necesidad de preservar a los sectores de menores ingresos.

La discusión no está en los objetivos, porque vivir con déficit y con inflación tampoco es el camino recomendado para alcanzar un crecimiento sostenible. Lo que sucede en el medio es que la afirmación de que con esta política no pagan justos por pecadores se diluye en el día a día. Así lo sienten los que están detrás de las obras públicas paralizadas o del 76% de transferencias no concretadas a provincias.

Casi todos los economistas (incluso los liberales que asesoraron a Milei, como Carlos Rodríguez) coinciden en que el tipo de ajuste que llevó adelante el Gobierno para conseguir los resultados mostrados anoche no puede extenderse en el tiempo. La extrema rigidez de los mandamientos fiscales tampoco ayuda, como lo demuestran las innumerables idas y vueltas de la Ley Bases. La marcha en defensa de la educación pública (que cuenta incluso con el apoyo de docentes de universidades privadas) es un mensaje de amplios sectores sociales que piden no ser sacrificados en la guerra santa contra el déficit fiscal, sin al menos ser escuchados y tenidos en cuenta.

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