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El primer grito de Javier Milei y las revelaciones del fuck you de Cristina Kirchner

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El libertario trazó prioridades, citó a Roca, se diferenció de los presidentes anteriores y habló de modo intimista con Zelenski.La ex vicepresidenta tuvo momentos de zozobra. Por qué reaccionó con violencia.

Javier Milei juró como presidente de la Nación y dio inicio a una nueva era en la Argentina. “Un cambio sin retorno”, profetizó. Se plantó en el atril -que por primera vez se colocó en las escalinatas del Parlamento, emulando las ceremonias en el Capitolio-, de cara a la Plaza del Congreso y de espaldas al recinto donde todavía algunos legisladores no podían creer que se hubiera ido sin hablar ante ellos, y leyó un discurso de 34 minutos. Rodeado de presidentes que llegaron desde distintas partes del mundo, buscó transmitir un mensaje fundacional, casi heroico, como si su asunción implicase un cambio de régimen y no un traspaso de poder de una fuerza política a otra.

El nuevo jefe de Estado no proviene del radicalismo, no es peronista y nunca se quiso sumar al PRO. Es libertario, anarcocapitalista, el primer economista en llegar a la Casa Rosada y un hombre al que hace solo dos años los productores de televisión convocaban a los programas políticos, pero también de chimentos del espectáculo, porque generaba un imán en la audiencia. Su consagración se convierte en un hecho disruptivo en la historia política del país, más allá de las ideologías y de las preferencias.

Milei parece dispuesto a sostener esa disrupción, e incluso a intentar usufructuarla, durante el ejercicio del poder. Este mediodía, por ejemplo, pasó a ser el primer mandatario en más de cuarenta años en resaltar en un discurso inaugural la figura de Julio Argentino Roca y, acaso, el único que no mencionó -ni para bien ni para mal- a Juan Perón ni al peronismo.

Dejó en claro que Argentina está peligrosamente al borde de una hiperinflación y prometió una economía de guerra. A pocos metros estaba el ucraniano Volodímir Zelenski, que lo oía con un dispositivo que llevaba en el oído y por el cual le traducían el discurso en tiempo real. Milei y Zelenski se saludaron efusivamente y hablaron unos segundos al oído. El argentino le regaló una \'januquiá\' o menorá de Janucá, el tradicional candelabro judío de nueve brazos que se enciende durante la celebración de Janucá.

Como se esperaba, Milei cargó contra la herencia kirchnerista. Lo hizo de modo detallado, pausado y, acaso, pensado como un mecanismo de preaviso por si la situación llegara a desbordarse en el futuro. Lo dijo con todas las letras: la Argentina coquetea de nuevo con un Rodrigazo.

El primer grito de Milei en su disertación fue para advertir cuál será su plan. Dijo: \'La solución implica un ajuste fiscal en el sector público del 5% del PBI, que a diferencia de antes, va a caer casi totalmente sobre el estado y no, como ha sido en el pasado, sobre los privados\'. Más adelante repitió lo que ya asoma como un eslogan de sus primeros tiempos en el Gobierno: \'No hay plata\'. Los militantes libertarios aplaudían. Otro hecho inédito: celebrar una drástica reducción del gasto que deparará un largo tiempo de padecimientos.

Mauricio Macri no tardó en tuitear. Afirmó que compartía cada palabra del libertario. Es fácil deducir que está arrepentido con no haber hecho él, eso mismo, hace ocho años, cuando asumió la presidencia.

La puesta en escena en las escalinatas le evitaron al kirchnerismo un mal trago. Ni Alberto Fernández ni Cristina Kirchner estaban en el Congreso cuando Milei empezó su discurso. Tampoco los legisladores. Alberto se fue en silencio, sin saludar a la vicepresidenta, con quien ya no se habla.

La jefa de Unión por la Patria se retiró entre insultos que caía de los balcones del barrio de Congreso. También había recibido abucheos al entrar. Cristina no pudo contenerse. Sin siquiera darse vuelta para ver quién le gritaba, alzó su brazo derecho para saludar y, luego, levantó su dedo mayor para hacer el gesto de fuck you.

Si para el país vienen tiempos difíciles, para Cristina, en lo personal, tampoco serán gratos. La ahora ex presidenta y ex vicepresidenta está condenada a seis años de cárcel por fraude al Estado. Apeló a la Casación Federal, que en 2024 casi seguro confirmará esa sentencia. Hasta sería una buena noticia para ella: el fiscal Diego Luciani reclama que le dupliquen ese monto porque cree que ella, además, fue jefa de una asociación ilícita.

En el expediente hay pruebas que alimentan esa posibilidad. Cristina también tiene a sus abogados trabajando para afrontar otros dos juicios que la Justicia ordenó reabrir este año: el caso Hotesur-Los Sauces, por supuesto lavado con las empresas de su familia, y el Pacto con Irán, el caso que -según ella misma admitió- más le preocupa, iniciado con la denuncia del malogrado fiscal Alberto Nisman. Hace diez días, la Cámara Federal también ordenó volver a investigarla también por lavado en la Ruta del Dinero K. Y todavía le espera la madre de todas las causas por corrupción, retrasada justamente por su complejidad pero, quizás, la más famosa de todas: los Cuadernos de las Coimas.

En la ceremonia de cambio de poder se la vio incómoda. Desde el psicoanálisis se podría interpretar que una de las defensas más habituales que se establecen frente a lo que en este caso ella perdió -el poder y la autoestima que ese lugar le brindaba- pasa por minimizar aquello que se ha perdido.

Esas formas de minimización pueden ser violentas, al estilo del fuck you. Una descarga emocional que pretende degradar al otro, sin reparar en que esos gestos, por lo evidentes, degradan a quien los ejecuta. Otro gesto revelador fue ver a Cristina con las manos en los bolsillos durante varios pasajes del traspaso de mando. Podría interpretarse como otra forma de defensa. Casi como si quisiera decir que asistía a un simple acto escolar o, peor, a una ceremonia sin ninguna relevancia.

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