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Nisman, un adoquín en el zapato de Cristina y el espía clave que tuitea desde Pinamar

Nisman, un adoquín en el zapato de Cristina y el espía clave que tuitea desde Pinamar
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A 10 años del crimen de Nisman, la investigación marcha hacia la dotación de espías del Ejército que comandaba César Milani.

El espía vive en Pinamar y postea en X una foto de sus pies en la arena. Dice que está leyendo notas sobre el caso Nisman y pone emojis de bostezos. Alguien le comenta que sus pies tienen las uñas largas. El espía contesta, provocativo: “No me corto las uñas desde Le Parc”.

Le Parc es el complejo de torres de Puerto Madero donde asesinaron a Nisman.

El espía que tuitea en la playa es Fernando Pocino, ex director de Interior de la SIDE y el hombre que desplegó a 89 agentes de inteligencia en las calles justo el día en que Nisman iba a terminar muerto.

Ni antes ni después. Justo ese día.

Hoy se cumplen 10 años.

Activo en las redes, Pocino tuitea su admiración por la dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela y critica las notas sobre Nisman de Clarín y La Nación.

Cuando Clarín revela que en la escena del crimen de Nisman hubo 88 personas, Pocino pone “y 500 espías que usaron hasta el baño de Le Parc, pero no contaban con mi astucia”.

El agente preferido de Cristina bromea con la muerte de Nisman.

Esa noche hubo en Le Parc al menos un espía de la SIDE, pero no figura en la lista de los 88 porque no entró al departamento. Se quedó abajo y reportó a su jefe. Pocino.

Fue también Pocino el que mandó a espiar la fiscalía de Viviana Fein mientras investigaba el crimen de Nisman y el país era un hervidero. Dijo que tomó esa medida ilegal -la SIDE no puede espiar a una fiscal sin orden judicial- por indicación de Oscar Parrilli.

Es imposible que Parrilli ordenara eso sin consultarle a Cristina Kirchner.

Pocino había trabajado con Cristina en el Senado -donde había llegado de la mano del radical riojano Raúl Galván- y se hizo íntimo del jefe del Ejército, César Milani, durante la gestión de la ministra de Defensa Nilda Garré.

En el momento del crimen de Nisman, Pocino aceitaba con Milani los vínculos entre espías de la SIDE y del Ejército.

La base de espías en Palermo que Pocino manejaba en un puño era el refugio para “El verde”, el hombre que Milani enviaba para monitorear que, en inteligencia, se cumpliera la voluntad presidencial.

Una agente destacada de esa base obtuvo un beneficio familiar gracias a ese vínculo de relaciones carnales: su hermano militar consiguió ser ascendido a general por un pedido de Pocino a Milani.

Cristina había armado la inteligencia nacional alrededor de Milani desde que dejó de confiar en la SIDE, precisamente, porque parte del organismo trabajaba con Nisman investigando a Irán por el atentado a la AMIA.

Es notable que, en medio de la denuncia de Nisman a Cristina por el Pacto con Irán, aquellos jefes de espías hayan tratado de imponer la insólita idea de que movilizaron a 89 agentes especiales de inteligencia porque se iba a jugar un Boca-River en Mar del Plata.

Es como si, en medio del Watergate, Nixon hubiese ordenado a la CIA concentrarse en un partido de los Bulls contra los Lakers.

Nisman -hallado con un tiro en la cabeza al final de aquel día de espías activados- sigue siendo un adoquín en el zapato de Cristina.

Su denuncia la lleva a juicio por el Pacto con Irán. Y su asesinato pone al kirchnerismo bajo la lupa, sentado solito y desde bien temprano en el banco de las sospechas.

No habían pasado 24 horas del hallazgo del cuerpo del fiscal y el kirchnerismo ya había tratado seis veces de instalar la idea acerca de que Nisman se había suicidado.

Aníbal Fernández y Sergio Berni eran entonces los halcones de ese bando “pro-suicidio”.

Hubo desorientación, silencio y espasmo interno cuando Cristina afirmó, tres días después, que Nisman había sido asesinado.

Lo hizo en un posteo de 39 párrafos en Facebook, donde repetía siete veces la pregunta con mayor sentido común que aun sobrevuela el caso: “¿Por qué se iba a suicidar?”.

El ideólogo de ese giro había sido el periodista Horacio Verbitsky, quien convenció a Cristina acerca de que instalar la idea de que le habían tirado un cadáver a ella en pleno año electoral sería más conveniente que probar un suicidio inverosímil.

Cristina víctima, un papel que alguna vez había tratado de tomar Duhalde con el crimen de Cabezas.

Esa hipótesis “oficial” de que a Nisman lo habían asesinado llegó a ser posteada por La Cámpora, Wado De Pedro y el Cuervo Larroque, entre otros, pero duró poco.

La señal de que el suicidio de Nisman volvía para ser la primera verdad kirchnerista la daría enseguida Aníbal Fernández, gritando en los micrófonos que el fiscal muerto era “un turro y un sinvergüenza”.

A Cristina la persuadieron de volver al suicidio con una lógica irrompible: Si a Nisman lo mataron, vamos a tener que buscar a los asesinos, y ¿estamos dispuestos a tirar de esa cuerda?.

El asesinato de Nisman es hoy un animal de cuatro patas que ladra, pero el kirchnerismo milita que es un hipopótamo y quiere esconderlo en una caja de alfajores.

En el venidero juicio por el Pacto con Irán, Cristina se encontrará con el ex jefe de espías, Antonio Stiuso, diciendo que ella -o Parrilli, o Zannini, que vendrían a ser lo mismo- le ordenaron ignorar a Nisman y dejar de investigar a Irán por la AMIA.

Aquello y la luz verde para Milani terminó haciendo estallar la SIDE. Las esquirlas de esa bomba fueron espías fuera de control.

Tras echar a Stiuso, los interventores Parrilli y Mena echaron a 15 jefes de agentes más en un mes. Pero Pocino se quedó.

Fue en aquel hormiguero recién pateado cuando -cree el fiscal Eduardo Taiano- se engendró el asesinato del fiscal que había denunciado a la Presidenta.

El pedido a Milei para desclasificar archivos secretos de los organismos de inteligencia nacionales va en esa dirección.

Cuando el oficio entró a la Casa Rosada, el viernes 13 de diciembre pasado, Milei llegaba a Roma para un encuentro con la presidenta de Italia. Dio el sí antes de volver a Buenos Aires.

Eso abriría la puerta a un centenar de nuevas líneas telefónicas para entrecruzar -la mayoría del Ejército- y dibujar un mapa más nítido sobre espías inorgánicos y buchones.

¿Salió de ese submundo la mano de obra para matar a Nisman?

En Tribunales, Pocino no fue bromista.

“Es al día de hoy que no sé qué pasó con Nisman”, dijo, midiendo cada palabra.

No habló de “suicidio”, ni recordó cuánto hacía que no se cortaba las uñas.

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