Alguien que lo contenga ya al presidente. El jueves, en La Plata, Milei lanzó la campaña para las elecciones bonaerenses y, como si fuera lo más normal del mundo, le dijo a Kicillof pelotudo, limitado, pichón de Stalin y burro eunuco. Un duque. Un ratito antes, su jefe de ministros, Francos, había pegado el portazo en el Senado, enojado con razón porque una legisladora de Cristina le gritó mentiroso y se negó a retractarse. Por favor: un poco de coherencia.

¿Qué busca con estas cosas Milei, además de lo obvio, polarizar con el gobernador al que elige como enemigo? ¿Qué busca con agredir a Francos la senadora López, además de lo obvio: achacarle al gobierno cualquier cosa, como el cliché de que abandona las Malvinas y favorece a potencias extranjeras? Sin darse cuenta, López se la dejó picando a Francos para irse de una reunión que le incomodaba. Nos hizo recordar a Jorge Rachid, el ex asesor de Kicillof que en días del covid denunció que Pfizer buscaba quedarse con los glaciares. López era concejal en Ushuaia, ciudad chica, infierno grande si los hay: ahora completa el mandato de su compañero Matías Rodríguez, que se suicidó tras descubrir que su mujer tenía una relación con su mejor amigo, el intendente Walter Vuotto, también de La Campora. Mejor lo dejamos ahí.

No sólo Milei anda descontrolado. Su candidato Espert, ¿a diputado? ¿a gobernador?, dijo que en Buenos Aires hay un baño de sangre por culpa del maldito kirchnerismo. Y eso exactamente repitió en el acto Luis Caputo, confirmando el doble papel de ministro y de vocero, Aníbal Fernández de la Recoleta. El narcisismo puede causar desastres. Algo más: Milei dice las barbaridades que dice de Kicillof porque busca decirle a todos que es la única opción al kirchnerismo. Y quizás, decirle al Pro: solos nos arreglamos.

Hay una negociación demorada con el Pro para armar un frente en Buenos Aires y un reclamo a Macri de otra parte del macrismo más el radicalismo, De la Torre y Monzó, que están afuera de esas conversaciones y proponen pelear este round sin los libertarios. Una remake de Juntos por el Cambio. Son dirigentes que comparten enojos con el mileismo y destratos del mileismo.

¿Cuánto votos pueden juntar esa nueva avenida del medio? Es difícil saberlo. Y es la pregunta del millón, o del medio millón, porque la otra es: ¿cuánta gente irá a votar y quiénes se beneficiarán y perjudicarán con el ausentismo? No hay estudio que permita responder esa pregunta. En las seis de las siete elecciones de este año, la participación fue inferior al 60%. Sólo en Jujuy se superó esa cifra, aunque ahí alcanzó el 64%.

Tampoco la tienen fácil en el mileismo, donde sin que se note aún demasiado conviven cuatro tribus: la de Sebastián Pareja apalancada en Karina Milei y los Menem, los que responden a Santiago Caputo con el tuitero y diputado Romo a la cabeza y otros dos grupos, más pequeños, que se mueven uno con Patricia Bullrich y otro con Espert. Quiere decir que tienen que conciliar entre ellos antes de arreglar las cuotas y posiciones en las listas que le darán al Pro. Eso, aunque una parte del acuerdo se pague con cargos en el gobierno nacional.

El 7 de setiembre se elegirán 23 senadores y 46 diputados provinciales. También concejales y consejeros escolares. En diez días vence el plazo para inscribir las alianzas y en otros diez se cerrará el libro de pases, las altas y bajas: se oficializarán las listas. El arreglo del Gobierno con el Pro iba a anunciarse esta semana pero no hubo acuerdo. Hasta ahora le ofrecen al macrismo la mitad de los cargos que pide. Siguieron dándole vuelta este sábado y la rosca continuará todo el fin de semana.

En paralelo van las discusiones dentro del peronismo y los forcejeos de Cristina y Máximo con Kicillof, al que ningunean cada vez que pueden. Cristina está tan instalada en la venganza que no puede vivir sin ella. Máximo habla hasta por los codos pero no dice nada nuevo. Repite consignas vacías como que el FMI es el principal enemigo: las explicaciones racionales sobre por qué pasa lo que pasa se le resisten. Cristina lo quiere para encabezar los diputados provinciales por la Tercera Sección, puesto al que ella se había auto postulado. Otra buena noticia para Milei.

La lógica dice que habrá acuerdo tanto de libertarios con el Pro como en el peronismo: ninguno se puede dar el lujo de ir divididos. Pero la lógica no es muchas veces lo que predomina. Al Gobierno le hubiera convenido votar ya. Es difícil que en los dos meses y pico que falta para la elección bonaerense y los casi cuatro para la nacional reciba buenas noticias, más allá de la baja de la inflación. O, mejor dicho, de que se mantenga a raya la inflación. ¿Cuántos otros éxitos podrá mostrar? Puede tener, incluso, más ruidos de los que tiene con el dólar y más desempleo. Aunque hay coincidencia en que, con todo, llegará a octubre mejor que la oposición. Milei mete la pata pero otros lo superan.

El peronismo descubrió que puede perder y se apura a sacar leyes y a meter jueces y fiscales en Provincia. Han designado más de 200 en un mes. Otra prueba: la reelección indefinida de los legisladores que aprobó el Senado y a la que Kiciloff se oponía porque no incluía a los intendentes. Son cosas que la mayoría de la gente rechaza y que puede aprovechar Milei, tanto como el cansancio que empiezan a producir el circo y las pretensiones de Cristina para burlarse de la justicia y de la prisión domiciliaria. Provocaciones: desde convocar a la gente para anotarse por Internet para ir a verla hasta el desafío de diputados y senadores que, argumentando inmunidad parlamentaria, entrarían a la casa aunque no tuvieran autorización.

Nos estamos acostumbrando a cualquier situación por más disparatada que sea. Pero hay una a la que no deberíamos acostumbrarnos nunca: la violencia. Aunque sea mínima, como el escrache sufrido por Espert. El escrache no es una protesta sino una intimidación. Es fascismo. Y más grave si hay funcionarios detrás, como los de La Cámpora contra TN. Hay que tomar esas cosas en serio. La política puede ser un sainete grotesco, como lo es. Pero el límite es la violencia.