Milei arrincona a Macri; Cristina, sin operativo clamor; peligro de polarización y violencia
La violencia ya está arraigada entre nosotros, y no sólo es política.Lousteau debe pensar cómo recuperar legitimidad al frente del radicalismo.
Como una maldición histórica, una desgraciada tradición, la Argentina no puede evitar pendular y caer en los extremos, un método de acumulación política que liquida los grises y construye la grieta. Las experiencias sucesivas han demostrado que la polarización es la malla que intenta contener la cada vez más pronunciada fragmentación política y social. Y la simplifica, porque define opciones antitéticas pero, a la vez, hace escalar la violencia, en una deriva que se va deslizando peligrosamente de lo verbal hacia otros estados alterados, funcional a ambos lados pero fatal para el país.
Los politólogos podrán decir que esta situación se repite en muchos países y sobre todo en Estados Unidos, donde la virulenta campaña entre Donald Trump y Kamala Harris crea cada vez más divisiones y tensiones que cruzan a toda la sociedad. Sin embargo, los argentinos no necesitamos mirarnos en ese espejo: la antinomia está tan arraigada que cualquier propuesta moderada parece una ingenuidad en medio de esta lucha a dentelladas.
La violencia ya está arraigada entre nosotros, y no solo es política. Una sociedad airada, frustrada, sin respuestas y cada vez más impaciente, encuentra en el estallido un escape a este profundo malestar. Si a este estado de ánimo, fácilmente verificable, se añade el aditivo de la política egoísta y la intolerancia de izquierda y de derecha, como agentes necesarios para tener relevancia en el debate público y en las redes sociales, el escenario está montado para que una provocación cualquiera encienda la pradera.
Javier Milei, ya se ha dicho, es la resultante del hartazgo de la sociedad con los gobiernos anteriores, de quienes alimentaron su crecimiento para afectar a quienes presuntamente iban a ganar y de los errores de quienes alentaron divisiones sin advertir podrían ser letales para el espacio que representaban.
El oficialismo actual ha conseguido usar su poder para usufructuar las necesidades ajenas y avanzar en la construcción de su propio poder. Hasta ahora, ha logrado evitar el rechazo de dos vetos a dos leyes del Congreso, aumento a jubilados y a las universidades. Lo ha logrado consiguiendo un tercio de legisladores que le garantizó no ser derrotado. Con poco, consiguió mucho porque en su auxilio corrieron Mauricio Macri, algunos legisladores de un radicalismo desconcertado y gobernadores de origen peronista, como Jaldo y Jalil, que aprovechan la oportunidad.
En política, todos lo saben, nada sale gratis.
El gobierno parece haber encontrado una táctica para ir convirtiendo a Macri en un dirigente testimonial. Le disputa y seduce a su electorado y, a la vez, lo arrincona mostrándole que cualquier gesto independiente de Milei será funcional al kirchnerismo. Al cerrarle los caminos, Macri tiene su margen de maniobra cada vez mas reducido. En compensación, recibe elogios de la Casa Rosada. El famoso abrazo del oso.
Milei, Santiago Caputo y Guillermo Francos son los dealers de este juego.
Quizá Macri no encuentre una solución al problema de sus pruebas de amor no correspondidas –algunos miembros del PRO hasta extrañan la ausencia de Marcos Peña entre los consejeros del ex presidente– pero debe saber perfectamente que Milei irá por el jaque mate a su bastión porteño.
¿Se separarán aquí las elecciones locales de las nacionales? Son dilemas cuyas respuestas que deben encontrar Macri y su primo Jorge, en un distrito clave para que el PRO pueda sobrevivir.
El radicalismo está objetivamente peor. Su presidente Lousteau y el jefe político del senador, Emiliano Yacobitti, han perdido la elección interna en el distrito más importante y todavía no han comenzado a definir qué harán frente al desafío de la Libertad Avanza. Antes que eso, más allá de la legalidad de su origen en la jefatura partidaria, Lousteau debe pensar en cómo recuperar la legitimidad al frente de la UCR, tarea nada fácil. Y no tiene demasiado tiempo para intentarlo. Hay un perceptible malestar que no se disipa con el clásico “calma, radicales…”
Cristina Kirchner, sin salida por sus urgencias judiciales, finalmente irá por la presidencia del PJ, estructura a la que no le dio nunca importancia ni afecto. Ha constatado que no hay tal operativo clamor para ponerla al frente del Partido Justicialista, como ella hubiera deseado, un dato nuevo que deberá digerir. Mas aún: su discípulo y protegido Axel Kicillof navega entre la rendición condicional y la traición a su protectora política. Lo ideal para el gobernador bonaerense sería que su apoyo a Cristina se complementara con el desplazamiento de Máximo Kirchner de la conducción del peronismo bonaerense.
¿La madre sacrificará al hijo para encumbrarse más fácil, encumbrando al gobernador? ¿Kicillof seguirá los consejos de los intendentes y de Larroque para alentar una interna llevando al riojano Quintela como candidato? El massismo ya avisó por las dudas para meter presión: si hay internas, habrá tres listas. El Frente Renovador irá con la suya.
Posiblemente Cristina consiga su objetivo para encarnar la oposición más importante a Milei. No está hoy en las mejores condiciones: viene del fracaso de su invento con Alberto Fernández, una mochila de plomo de la que no se puede desentender aunque lo intente. Al menos, el peronismo, por ahora, se ha mantenido unido en el Congreso y ese es un dato que conviene retener como fuerza parlamentaria cuando se viene la batalla por el Presupuesto.
Milei y Luis Caputo ya saben que no habrá acuerdo con el Fondo Monetario este año y que el veranito cambiario, luego del sostenimiento del veto, les ha dado aire cuando más lo necesitaban porque los signos de cansancio de la sociedad ya se notan. Sienten que no pueden retroceder ahora. Cristina actuará en espejo: Milei-anti Milei, la partición de aguas. El centro político está aplastado por ese brete y porque es una partitura que pocos saben tocar y menos entusiasmar a una sociedad crispada. Y la historia seguirá repitiéndose.