La semana próxima, cuando la Navidad haya pasado, o, si las circunstancias lo obligan, un rato antes, Jorge Macri terminará de abrir el paquete de una sorpresa anunciada y adelantará la elección de legisladores porteños para que no coincida con la votación de senadores y diputados nacionales. El jefe de Gobierno quiere que la Ciudad sea el primer distrito del país que vote a sus candidatos locales y en su equipo están trabajando para incorporar en las listas a radicales con buen diálogo con el macrismo e incluso a algún descontento de La Libertad Avanza como Ramiro Marra, que en los últimos repartos de la interna de la Casa Rosada quedó del lado opuesto al de Karina Milei, una especie de pasaje al infierno del oficialismo.

La enunciación de la idea de Macri dejará al desnudo dos cosas.

Una es la intención del PRO de protegerse frente al crecimiento de La Libertad Avanza, que no hace otra cosa que alimentarse del electorado macrista allí donde puede. Siempre que buscan aislarse de los fenómenos nacionales -Milei es el más nuevo de ellos- los gobernadores desempolvan sus discursos localistas y se refugian en elecciones separadas.

También quedará expuesta la mala relación política que mantienen hoy los Macri -Jorge y Mauricio- con Milei y con sus dos principales consejeros: Karina Milei y Santiago Caputo.

Esa tirria puede hacer pensar que, en la compulsa nacional, el PRO y La Libertad Avanza irán en listas separadas en la Ciudad. El camino está en pendiente hacia ese lado, pero lo cierto es que ni en el macrismo ni en la Casa Rosada tienen decisiones tomadas. Cada bando hace sus cuentas.

El PRO busca la mejor estrategia para renovar las bancas que se le vencen en el Senado y en Diputados en este turno. En LLA esperarán hasta último momento para saber qué beneficios puede traerles ir junto al PRO en la cuenta de diputados y senadores fieles en el Congreso. Algo ya se sabe: en un distrito del tamaño de la Capital Federal, ir separados les puede servir para conseguir -si todo les sale perfecto- los tres senadores en juego, pero si van juntos obtendrían la renovación de las bancas de diputados en juego de las dos agrupaciones y sumarían una o dos más.

Pero esa pelea casi familiar no será la principal batalla que tendrá que enfrentar el Presidente en el año que está por comenzar.

Algunos números conocidos esta semana hablan de que Milei llegará bien parado para competir en un terreno que hasta ahora el kirchnerismo consideraba propio:el de los trabajadores formales e informales y el de quienes ocupan el peldaño más castigado de la sociedad.

Tal como publicó el periodista Ismael Bermúdez en Clarín, los datos del INDEC de distribución del ingreso en el tercer trimestre de este año permiten proyectar una importante caída de la pobreza en ese período. Para el Observatorio de la Deuda Social de la UCA, en esos meses la pobreza descendió al 38,9% y la indigencia al 8,5%. El Ministerio de Capital Humano difundió esos mismo números y para los investigadores del CEDLAS (un prestigioso instituto de la Universidad de La Plata que estudia el tema desde hace años) la pobreza es incluso más baja:38,5%.

Esa caída es un derrumbe frente al 52,9% de pobres que había en la primera mitad de esete año y, según el investigador Leopoldo Tornarolli, del CEDLAS, le permitirán a Milei festejar que su primer año terminará con una pobreza menor a la que recibió del gobierno de Alberto Fernández. Para que se entienda: incluso con un ajuste del gasto estatal histórico, con la baja de los subsidios al transporte y a la energía y con una recesión que recién ahora comienza a cambiar, Milei consiguió bajar la pobreza.

Esa es una noticia pésima para los planes electorales del peronismo, que había estructurado todo su discurso en la denuncia de las injusticias e inequidades que provocaban las políticas de Milei. Si un Gobierno hace un ajuste enorme para bajar el gasto público, la emisión y la inflación y en un solo año ese proceso termina con menos pobres de los que había en el comienzo de ese viaje, los argumentos que había desplegado el kirchnerismo crujen.

El otro parante del discurso que el kirchnerismo pensaba usar en la competencia electoral -la pérdida del poder adquisitivo de los trabajadores- también parece estar clavado en barro. El INDEC acaba de informar que los salarios de los trabajadores registrados del sector privado crecieron en octubre un 4 % y los de los empleados estatales un 4,3%. La inflación fue de 2,7% en ese mes, así que todo ese universo consiguió mejorar su situación. Ese beneficio fue aún más grande para los trabajadores en negro, los más vulnerables de todos, que mejoraron sus ingresos en octubre en un 7,7%.

Una cuenta más permite medir hasta qué punto el Gobierno puede poner en problemas a la campaña del kirchnerismo. Octubre fue el séptimo mes consecutivo en el que el promedio de los salarios (registrados privados, estatales e informales) subió a mayor ritmo que la inflación.

Esa combinación de datos oficiales, la mejora del poder adquisitivo del salario y la disminución de la pobreza deja al peronismo sin buena parte de su estrategia tradicional. Si la pregunta que organiza la elección es ¿usted estaba mejor con el Gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner o con el Gobierno de Javier Milei?, el kirchnerismo estará en problemas.

Cuando hablan en privado, los jefes peronistas que conocen esas limitaciones que les provoca la reorganización de la economía que emprendió Milei confiesan una última apuesta: que la combinación del calor veraniego, la recuperación económica y los años de falta de inversiones provoquen un colapso del sistema eléctrico que haga recordar a los usuarios que pagan facturas caras por servicios deficientes.

La Fundación Encuentro, vinculada al ex ministro de Economía y candidato presidencial Sergio Massa, tradujo esas discusiones a números y publicó un informe en el que calcula que en los meses de calor faltarán al menos 2.500 megawatts para cubrir el pico de 30.700 megawatts que ocurrirá en ese período.