“Habiendo sido promulgada una ley que concede una asignación vitalicia a los Ex Presidentes y Vicepresidentes de la Nación, cúmpleme dejar constancia ante el Señor Presidente (...) de mi decisión irrevocable de no acogerme a los beneficios de dicha ley (...) Confío en que, Dios mediante, he de poder sobrellevar la vida con mi trabajo, sin acogerme a la ayuda de la República por cuya grandeza he luchado...”.

La carta la firmaba Elpidio González e iba dirigida al entonces presidente Roberto M. Ortiz. Era el 6 de octubre de 1938, y como se contó en esta misma columna tiempo atrás, el ex vicepresidente renunciaba así a un beneficio de 2.000 pesos mensuales por el cargo que había ocupado como compañero de fórmula de Marcelo T. De Alvear, que se otorgarían por ley a instancias de un diputado impactado por el estado de pobreza en que vivía el ex funcionario.

Colega de Elpidio, Cristina Kirchner recibió dos muy malas noticias la última semana: la ratificación judicial de la condena a seis años de cárcel por corrupción en la causa Vialidad, y el anuncio de la quita de su jubilación de privilegio y la pensión como viuda de Néstor Kirchner. Lo último pareció hacerla bramar más que lo primero: en su segunda carta en 48 horas, llamó “dictadorzuelo” a Milei, e incluyendo a Karina Milei y al vocero Adorni, escribió ”Si hacen un concurso para ver quién es más burro, salen empatados”.

Ayer, el titular de ANSeS reveló que, por esos beneficios, Cristina cobró el último mes más de $ 35 millones y que percibe un suplemento de más de $ 6 millones por tener radicado su domicilio en Río Gallegos. Más trucha no se consigue.

Graciela Ocaña recordó días pasados cómo, en 2002, siendo Cristina senadora en la presidencia de Eduardo Duhalde, se pronunció a favor de la derogación de las jubilaciones de privilegio. La convicción duró hasta que le tocó cobrarlas. Y por si fuera poco exige que le paguen un retroactivo.

Dicen que la célebre frase en verdad apareció en 1873 en un periódico de Nueva Zelanda, pero, según Quote Investigator, la leyenda se la atribuye desde 1983 a Groucho Marx: “Estos son mis principios, pero si no le gustan, tengo otros”. No por remanida deja de ser cierta; y transversal. Pasan los años y las gestiones, pero las mañas persisten.

Meses atrás, el presidente Javier Milei dijo en una entrevista que no podía eliminar la jubilación de privilegio de Cristina Kirchner porque era “un derecho adquirido”, y que sólo podría modificarse hacia adelante; por lo pronto, renunció a la propia. Ahora, en lo que se percibe como un acto de justicia, visto y considerando las circunstancias, el jueves anunció su decisión de quitarle ese beneficio a la ex vicepresidenta.

Junto a la de CK, el Gobierno anunció la revisión de otras jubilaciones y pensiones de privilegio. Pero excluyó de la lista a Carlos Menem, cuya situación judicial era análoga a la de Cristina. Se argumenta que ahora el beneficio lo percibe Zulema Yoma, divorciada de Menem desde los '90. ¿Otra vez la doble vara?

En esta suerte de sinfín que es la Argentina, un país que no da tregua, el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, calificó de “abuso político” el intento opositor de limitar los DNU en el Congreso. Sin necesidad de dar un examen de Instrucción Cívica, ¿no sería más vale lo contrario? Los diputados del PRO decidieron no dar quórum en la sesión para debatir la consabida ley. Campeones en el uso de los DNU fueron Néstor y Cristina Kirchner, con 294 en sus tres presidencias. Ahora son los kirchneristas los que quieren voltearlos. Todo pasa por la conveniencia; los principios pasan de largo.

Volviendo a Groucho, como él diría, “disculpen si los llamo caballeros, pero es que todavía no los conozco bien”.