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Condena por corrupción: son tus millones, Cristina

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La victimización de Cristina Kirchner choca contra las pruebas en el expediente, que arrasan y trascienden en una fortuna familiar a la vista de todo el mundo.

En un caso penal, no es lo mismo la defensa ideal que la mejor defensa posible. Los hechos acotan el margen de maniobra de una estrategia de defensa hasta dejarla en un reducto limitado, conciso, a veces diminuto. Por eso muchas defensas de casos relevantes se concentran afuera del expediente.

Afuera se puede denunciar proscripción o persecución política. Adentro, quienes persiguen a los imputados son las pruebas.

No es lo mismo defender al acusado de un crimen sin arma ni testigos que a otro capturado con el caño del revólver humeante.

A los abogados de Cristina les hubiese encantado argumentar que Lázaro Báez era en 2003 un experimentado empresario de la construcción sin ninguna relación con los Kirchner, que construyó obras ganadas en licitaciones limpias y siguió con la obra pública en Santa Cruz más allá del gobierno de Cristina.

Pero los hechos son diferentes.

Báez era un empleado bancario amigo de los Kirchner que se hizo empresario de la construcción 12 días antes de que asumiera Néstor y se deshizo del rubro unos días antes de que Cristina dejara el poder, 12 años después.

Los jueces le adjudican este fin abrupto -que han llamado “Plan Limpiar Todo”- directamente a Cristina.

Báez cobró millones de adelanto por obras que nunca terminó.

Se enriqueció con plata del Estado que manejaban Néstor y Cristina (Báez llegó a tener 293 propiedades y 415.000 hectáreas sólo en Santa Cruz, equivalente a 20 ciudades de Buenos Aires), quienes también se enriquecieron, igual que sus secretarios privados Daniel Muñoz (113 propiedades sólo en la Argentina), Fabián Gutiérrez (36 inmuebles, 35 autos y 3 barcos) y muchos de los funcionarios que los acompañaron en la segunda o tercera línea de la gestión, como José López, aquel de los bolsos con 9 millones de dólares en un convento.

Muñoz falleció. Gutiérrez fue asesinado durante un extraño robo en Santa Cruz después de haber declarado como arrepentido contra su ex jefa en la causa de los cuadernos de las coimas.

"En los viajes oficiales, ella entraba a un negocio y gastaba cuatro mil o seis mil dólares y yo entraba detrás a pagar", dijo Gutiérrez cuando le preguntaron sobre su trabajo cotidiano con Cristina. Cosas de todos los días.

A Florencia Kirchner le hallaron 5 millones de dólares cash en una caja de seguridad.

Su hermano Máximo, diputado nacional, acaba de declarar en blanco 27 propiedades y otros 5 millones de dólares.

Ni Néstor ni Cristina eran ricos cuando se fueron a vivir a Santa Cruz y empezaron a ocupar cargos públicos. Sus hijos son inmensamente ricos ahora.

Lázaro Báez fue un canal creado para volcar fondos del Estado Nacional a los bolsillos propios.

Eso dijeron los fiscales, dieron por probado los jueces del tribunal que condenaron a Cristina a 6 años y confirman ahora otros jueces de Casación.

Una imputación, un procesamiento que se apela y queda firme, una condena en primera instancia y otra condena en segunda instancia. Una docena de fiscales, jueces de instrucción, jueces de tribunal y camaristas, y todos ven lo mismo.

Un mecanismo de corrupción nítido. Riquezas privadas en vez de obras públicas. Herederos millonarios en vez de rutas.

No hubo lawfare cuando el juez Oyarbide dictó la falta de mérito por enriquecimiento ilícito de Néstor y Cristina en una oficina de la SIDE, acomodando los números de la pareja con el contador de ellos.

Oyarbide confesaría después que le habían “apretado el cogote” para manipular una pericia clave que ocultara los números que no cerraban.

Era 2008 y aún faltaban siete años más de gobierno de Cristina, y ya los números familiares no cerraban.

Esa acción no la confirmaron Macri, Milei ni "los copitos de Comodoro Py" -como llama Cristina a los jueces que la condenan- sino Víctor Manzanares, el contador de los Kirchner, y el propio juez Oyarbide, de Comodoro Py.

Pero Cristina nunca tuiteó eso. Ni Parrilli, ni Kicillof, ni ninguno de los que ahora gritan ¡proscripción!.

El relato, la narrativa del lawfare, la victimización, han sido -aún lo serán- una herramienta política para la defensa mediática.

El mecanismo para el robo al Estado, las propiedades que necesitaban más y más testaferros, las herencias multimillonarias de los hijos, son la evidencia.

La fortuna de los Kirchner.

Ahí está, a la vista de todos, el caño del revólver humeante.

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