Dante Sica, exministro de Producción: "La apertura genera disrupciones temporales, pero las empresas están preparadas para competir"
El economista y exfuncionario de Mauricio Macri destaca logros del segundo año de gestión de Javier Milei y desafíos para el tercero. Su posición sobre la reforma laboral y el modelo productivo que promueve el Presidente.
- 🎯 Balance del segundo año: Dante Sica señala una transición económica en un año marcado por la contienda electoral y un shock de expectativas que amesetó la actividad.
- 🌐 Apertura económica: defender la apertura porque, aunque puede generar disrupciones temporales, a largo plazo mejora la competitividad y la capacidad de adaptación de las empresas.
- 📈 Dinámica de la actividad: tras un año electoral, la actividad mostró un amesetamiento; algunos sectores continúan avanzando por inversión y exportaciones, mientras otros repuntan con la relajación de la demanda monetaria.
- 💹 Inflación y precios: la inflación de noviembre fue 2,5%; se deben correcciones de precios relativos y efectos estacionales; 2024 podría terminar por encima de 4,5%.
- 🧭 Ejes de la política oficial: tres grandes pilares: estabilización y consolidación macro; desregulación y reformas para la competitividad (incluida la reforma laboral y impositiva); y aceleración de la integración al mundo, con el RIGI como instrumento de atracción de inversiones.
- 🧰 Reforma laboral: tres bloques clave —reducción de la litigiosidad (industria de los juicios), adaptar regulaciones laborales a nuevas condiciones y formar convenios por empresa/sector; y reformar las asociaciones sindicales (democratización y mandatos).
- 🤝 Sindicatos: la expectativa es de oposición y movilizaciones, pero no tienen la misma capacidad de movilización que hace 30 años; la afiliación es baja (aproximadamente 30%) y la representatividad social es limitada.
- 💼 Empleo y formalidad: el empleo formal ronda los 6 millones frente a 5,5 millones de informales; el 70% del empleo se concentra en empresas pequeñas; se reconoce un problema de precarización y de rigidez regulatoria, con necesidad de reskilling.
- 🧵 Apertura productiva y sectorial: la apertura aceleró importaciones, especialmente de bienes de capital e insumos; algunas empresas ganan productividad al importar, mientras otras enfrentan mayor competencia..
- 👕 Sector textil y sostenibilidad: la demanda de producción sustentable podría posicionar a Argentina como líder, aprovechando su algodón y fibras naturales, aunque siguen pendientes programas para desarrollar proveedores y mejorar la calidad.
- 🌎 Integración y alianzas internacionales: se busca una mayor diversificación más allá de EEUU e Israel, con negociaciones en bloques y mayor foco en Asia; equilibrio geopolítico entre Occidente y mercados asiáticos para impulsar inversiones y exportaciones.
- 💰 Política cambiaria, reservas y financiamiento: el dólar se mantiene dentro de la banda, pero aún faltan definiciones; se emitió un bono en dólares (primera vez en 8 años) y la acumulación de reservas será gradual, en parte por los flujos de capital y desembolsos de inversiones aprobadas.
- 🏁 Perspectivas a medio plazo: se espera que 2026 tenga un piso de crecimiento de alrededor del 4%; la inflación 2024 podría terminar por encima de 4,5% y se espera progresar hacia una economía más estable y competitiva.
Dante Sica, exministro de Producción y Trabajo y socio fundador de la consultora ABECEB, analizó el segundo año de gestión del presidente Javier Milei y sostuvo que la economía atraviesa un proceso de transición, marcado por la contienda electoral y un shock transitorio de expectativas que amesetó la actividad.
A su vez, el economista defendió la apertura económica al afirmar que puede generar disrupciones temporales, pero en el largo plazo mejora la competitividad y resalta la capacidad de adaptación empresaria.
En diálogo con este medio, el ex funcionario durante la gestión macrista señaló que la inflación aún refleja correcciones de precios relativos y advirtió, al hablar de la reforma laboral, que el sindicalismo ya no tiene la capacidad de movilización ni de oposición que tenía hace 30 años, lo que abre margen para avanzar con reformas laborales.
Periodista: ¿Qué balance haría del segundo año de gestión de Javier Milei, en términos económicos?
Dante Sica: Este fue un año, desde el punto de vista económico, un poco más complicado, porque estabas en un proceso de transición económica y, además, te tocó un año político, un año electoral. Eso se vio muy fuerte en lo que fue el tercer trimestre. La economía venía con una velocidad muy buena en términos de crecimiento y recuperación.
Yo me acuerdo que, en el primer trimestre, el mercado descontaba que a finales del segundo trimestre el gobierno ya debería estar "rolloveando" deuda en el mercado. El contexto internacional, producto de lo que fue la política de Donald Trump, se desordenó un poco y eso se postergó. Pero, en especial, te diría que en el tercer trimestre y parte del cuarto hubo un shock transitorio de expectativas negativas muy fuerte, que terminó impactando en un amesetamiento del nivel de actividad.
Dante Sica fue funcionario durante la gestión de Mauricio Macri.
No en la direccionalidad del programa ni en la solidez de los fundamentos, pero ese shock de expectativas negativas, producto de distintas cuestiones -desde algunos errores del Gobierno, como el caso Libra, la elección de septiembre, etcétera- hizo que hubiera una excesiva toma de cobertura. Casi la mitad del M2 (agregado monetario que incluye el efectivo en poder del público, cuentas corrientes, cajas de ahorro, plazos fijos de corto plazo) estaba totalmente dolarizado y eso tuvo impacto sobre el nivel de actividad.
Cuando pasó el proceso eleccionario, y lo estamos viendo en estos meses, la actividad como que se empezó a relajar. La demanda monetaria se empezó a mover y ahí comenzaron a recuperarse algunos indicadores de actividad que habían estado, durante cuatro meses, de alguna manera muy amesetados. Solo aquellos sectores que tienen una dinámica de crecimiento por inversión y exportación siguieron, de alguna manera, su rumbo.
Creo que el programa oficial hay que analizarlo en el marco de este proceso de transición, de cambio de régimen económico, donde el Gobierno empezó a definir este año todo lo que tenía que ver con el esquema cambiario y monetario, que todavía tiene algunas definiciones pendientes. Empezamos a flotar y creo que, ya para el primer trimestre de 2026, esas variables que aún quedan con cierto grado de indefinición también van a terminar de cerrarse, y tendremos una economía que pudo haber ingresado -o que debería estar ingresando- al mercado voluntario de deuda.
P.: Se conoció la inflación de noviembre: 2,5%. Fue más alta que la de octubre. Para el nivel de estancamiento de la actividad que marca y para el nivel de ajuste en las cuentas fiscales, con superávit incluido, ¿no debería estar más baja?
D.S.: Estás en un proceso de transición y veníamos de una economía muy desanclada, con déficits muy grandes tanto a nivel fiscal como a nivel monetario. Y todavía hay sectores en los cuales se está terminando la corrección de precios relativos, en especial en el tema de los servicios.
Si este no hubiese sido un año electoral y no hubiésemos sufrido las tensiones que tuvimos este año, quizás el nivel de inflación debería haber sido un poco más bajo; se esperaba un nivel de inflación algo menor. Pero, cuando uno mira hoy el set de precios relativos, yo creo que está bastante cercano a la expresión real de los costos económicos de cada sector.
Además, hay que tener en cuenta algunos precios estacionales: acordate que siempre a fin de año el turismo, de alguna manera, y otros factores propios del cierre del año hacen que el índice suba un poco. También está el tema de la carne, que suele tener incidencia en este período.
P.: En caso de que la actividad, después de este apretón monetario que vimos a mediados de año, comience a recuperarse, ¿eso puede costarnos algunos puntos más de inflación o no necesariamente?
D.S.: No, no necesariamente. Nosotros estimamos que este año vamos a estar terminando… habrá que ver, porque viste que siempre en marzo se termina de hacer la corrección de los números: el número final sale en enero, pero la corrección es en marzo.
Seguramente va a estar arriba de 4,5%, según cómo sea el impacto de noviembre y diciembre en materia de recuperación. Pero creo que eso nos deja entrando a un 2026 donde, todavía con este nivel de regulaciones y avanzando en esta agenda legislativa, vemos una economía que el año que viene va a tener un piso de crecimiento del 4%.
P.: Como Ministro de Producción durante la gestión de Mauricio Macri, ¿cómo ve la configuración que hace este gobierno del modelo productivo argentino? Los empresarios nucleados en la UIA reclaman por la aplicación de políticas industriales.
D.S.: Siempre está la discusión sobre qué entendemos cuando hablamos de política industrial, qué entiende cada uno por política industrial. Durante muchos años, entre comillas, la política industrial era una política muy de "pick and win", de seleccionar ganadores. Para otros, era una economía protegida, con préstamos subsidiados. Cada uno tenía en su cabeza qué era lo que había que mirar cuando se hablaba de política industrial.
Si uno mira el set del programa de gobierno, yo creo que tiene un gran instrumento de política industrial, muy alineado con lo que el mundo venía haciendo, si querés, hasta principios de este año, que es el régimen para grandes inversiones, el RIGI. Eso es una política industrial, porque en el fondo es una política de atracción de inversiones.
Después, lo que el Gobierno ha hecho para muchas empresas PyME es un proceso desregulador muy fuerte, en términos de sacarle peso a cuestiones desde el punto de vista estatal.
Esto te lo digo habiendo estado de los dos lados del mostrador, como consultor y como funcionario público. Gran parte de los problemas que tienen las empresas se los genera el propio Estado, con regulaciones y sobrerregulaciones.
Entonces, creo que todo ese tema desregulador ha sido importante. ¿Y cuál es la mirada del Gobierno respecto de esos criterios de política económica? Una economía estable, con una buena dinámica desde el punto de vista del comercio exterior, mejora el horizonte de planeamiento y debería mejorar la competitividad.
Por eso un elemento clave de política industrial va a ser la agenda de competitividad. La reforma laboral y las reformas impositivas son elementos muy importantes para mejorar la competitividad, en especial en sectores como la construcción o los servicios, que son grandes generadores de empleo pero tienen niveles de productividad muy bajos.
Entonces, yo creo que hay una direccionalidad y hay instrumentos de política que el Gobierno está aprovechando. Si uno mira la agenda del Gobierno, tiene tres grandes ejes: todo el proceso de estabilización y consolidación macroeconómica; todo el proceso de desregulación y reformas muy importantes en términos de competitividad; y un tercer eje que es un proceso acelerado de integración al mundo.
Sica analizó el impacto de las medidas del gobierno de Milei sobre la industria, las exportaciones y la producción.
P.: Las pymes argentinas, ¿estaban preparadas para afrontar este proceso de desregulación e integración al mundo?
D.S.: Primero hay que tener en claro qué significa apertura. Hasta ahora, el Gobierno -salvo algunos aranceles puntuales- no ha tocado la estructura arancelaria. Toda la discusión sobre la estructura arancelaria se da dentro de negociaciones internacionales que se hacen vía marcos, como el acuerdo bilateral de aranceles recíprocos con Estados Unidos, con 50 excepciones autorizadas por el Mercosur, o el cierre definitivo del acuerdo Mercosur–Unión Europea.
¿Qué es lo que hizo el Gobierno? Agilizó el proceso de comercio exterior, que era un proceso súper administrado. Eso, por un lado, aumentó la importación de bienes de consumo, pero el 70% del aumento de las importaciones son bienes de capital, partes, piezas o insumos para la producción.
Entonces, creo que eso también tiene un impacto en muchas empresas. Hay empresas que se ven con más competencia en su segmento, pero hay otras que han mejorado mucho su proceso productivo o sus costos y han podido mejorar su performance, porque están importando bienes que antes no podían importar.
P.: Esta búsqueda de eficiencia forzada, ¿implica sacrificar algunos de los sectores productivos a nivel nacional?
D.S.: Yo no veo que haya una afectación generalizada en términos de sectores “inviables”, como dicen algunos. Hoy, si mirás las empresas -en especial las medianas-, la peor consecuencia que tenían era que cada cuatro años les cambiaban las reglas de juego. El principal concepto que rondaba a las empresas era la resiliencia. ¿Por qué? Porque cambiaban las condiciones: ahora podías importar partes y piezas, a los tres años no; ahora los dólares estaban disponibles, después no. Tenías que cambiar las reglas de juego de manera muy fuerte.
Ese concepto de resiliencia aparece porque, como vos conocés bien, muchas de nuestras empresas medianas o PyME —o empresas nacionales— son de tercera o cuarta generación, con mucha permanencia en el tiempo
Y todo eso en una economía que no tiene profundidad financiera. Porque estos procesos de cambio de unidades de negocio o de orientación sectorial en el mundo y en las economías pasan todos los días. La diferencia es que en países normalizados -Brasil, Chile, para no hablar de Europa o Estados Unidos-, cuando ves que en tu sector la rentabilidad cae por mayor competencia o por un cambio tecnológico, te orientás hacia otro negocio, armás un proyecto y el banco te financia.
En Argentina, ese financiamiento siempre fue con capital propio. Y si encima cada cuatro años te cambian las reglas de juego, te volvés mucho más conservador a la hora de tomar decisiones de cambio. Por eso, yo creo que el empresario argentino está preparado para adaptarse a estos cambios; lo que necesita es que esos cambios sean mucho más permanentes en el tiempo.
Yo creo que el sistema productivo argentino está preparado para adaptarse. Obviamente, cuando se producen estos cambios siempre hay disrupciones temporales. En una economía cerrada, por ejemplo, podías tener diez fábricas de heladeras, lo cual para el tamaño del mercado argentino es una barbaridad. Subsistían no por mejoras de competitividad o de escala, sino porque la economía no permitía el ingreso de competencia, y eso lo terminabas pagando como consumidor.
Cuando abrís la economía, todo ese mercado empieza a refuncionalizarse. En algunos sectores cae el empleo y en otros crece. Ahí aparece el gran tema de política pública presente y futura: un proceso fuerte de "reskilling" de la mano de obra, que es la que tiene que adaptarse a estos cambios.
Por ejemplo, hoy, si mirás los últimos 20 años, Argentina se especializó mucho más en denim que en otros tejidos. Y en el caso de la confección, nadie importa una colección completa: siempre tenés que tener parte de la producción cerca del mercado donde vendés, porque no podés reponer stock desde China, Vietnam o España y esperar que llegue cuando ya pasó la temporada. Esto pasa en todos los modelos de producción de confección a nivel mundial. Lo que vamos a ver es una reorganización de esas estructuras.
En el sector textil, además, hoy hay una demanda creciente vinculada a la sustentabilidad, sobre todo entre los consumidores jóvenes. Argentina podría estar liderando ese proceso porque es un país productor de algodón, con fibras naturales, y debería posicionarse mejor en términos de producción y moda sustentable. Sin embargo, en los últimos 25 años hubo intentos de impulsar programas para desarrollar proveedores en el sector del algodón, mejorar la calidad y el proceso industrial, pero se avanzó muy poco.
P.: Un informe reciente del Instituto de Investigación Gino Germani de la UBA indica que la proporción de empleo formal está en mínimos históricos. ¿No le preocupa que, durante este proceso de transformación que menciona, en donde hay trabajadores que temporalmente pueden quedar afuera, se profundice el trabajo precarizado?
D.S.: Ese no es un problema de hoy; es un problema de los últimos 15 o 20 años. Argentina hace 15 años tenía alrededor de 6 millones de asalariados formales privados y 2,5 millones de asalariados informales. Hoy tiene 6 millones de asalariados formales privados y 5,5 millones de asalariados informales.
Ese proceso de destrucción de la calidad del empleo se dio en los últimos 20 años por la falta de dinamismo en el proceso de inversión, la caída de la productividad y regulaciones que se volvieron cada vez más inflexibles porque no acompañaron los cambios tecnológicos, entre otras cosas. Entonces, el problema no es lo que está haciendo ahora el Gobierno ni este cambio de régimen económico: el problema ya existe. Lo que tenés que hacer es cambiar la dinámica de crecimiento para ese segmento y tener en cuenta cuáles son los sectores que generan empleo.
El 70% del empleo que se genera en la Argentina lo hacen, en general, empresas de menos de 100 empleados, y preponderantemente en los sectores de servicios y construcción. Son sectores que, cuando hacés la comparación relativa de productividad, tienen menores niveles de productividad o competitividad, porque son los más afectados por la rigidez de los esquemas regulatorios y los más expuestos a los problemas impositivos y a esas dinámicas.
P.: ¿Qué puntos de la reforma laboral son los más viables de implementar o negociar?
D.S.: Yo te lo definiría así. Cuando mirás lo que implicaría el paquete de armonización laboral, veo que hay tres grandes temas. Uno tiene que ver con todo lo relacionado con la llamada “industria de los juicios”. Todo lo que se pueda hacer para mejorar y bajar la litigiosidad dentro de lo que tiene que ver con la actuación del sistema. Eso va desde lo que era el sistema de multas, que se fueron haciendo parche sobre parche para combatir el empleo informal, hasta el traspaso de todo lo que es el fuero nacional, que hoy está en la Cámara de Trabajo, a la Ciudad, para que quede constituido de otra manera.
Hay un segundo paquete que tiene que ver con las regulaciones laborales: adaptarlas a las nuevas condiciones tecnológicas y a las nuevas unidades de negocio. Ahí entra la discusión de los convenios colectivos, tanto sectoriales como por empresa; los temas de ultraactividad, subsidiariedad; las nuevas formas de trabajo. Argentina hoy básicamente reconoce autónomos y dependientes, y hay nuevas formas que se fueron creando. Todo ese paquete.
Y después está el paquete de asociaciones sindicales, que tiene que ver con la estructura de los sindicatos: desde la democratización de los gremios, los mandatos, la forma de percepción de la cuota solidaria, etcétera.
Claramente, todo esto forma parte de un proceso. Pensar que la última ley que de alguna manera ordenó todo lo que los abogados llaman el plexo legal del sistema laboral fue en el año 1974.
Dante Sica, en diálogo con Ámbito.
P.: Eliminación de ultraactividad, las limitaciones al derecho a huelga, la ponderación del convenio colectivo por empresa por sobre el de actividad... Más allá de que la ley salga, ¿ve hoy una fuerza sindical flexible para negociar estos puntos o anticipa un conflicto fuerte?
D.S.: No, yo creo que seguramente los sindicatos van a salir, se van a oponer, van a intentar movilizarse, van a hacer alguna acción. Pero lo que yo creo es que todos esos puntos son necesarios y que hoy el sindicalismo no tiene la capacidad de movilización ni de oposición que tenía hace 30 años.
Cuando mirás los números, dentro de los 6 millones de asalariados formales, el nivel de afiliación sindical no debe superar el 30%. Y desde el punto de vista de su representatividad social, hoy está en sus peores niveles.
Así que no le veo capacidad de freno. Creo que van a hacer lo que pueden hacer: convocar algún paro, alguna movilización. Fijate que ni siquiera son paros, muchas veces son movilizaciones. Pero van a tener que negociar. Y creo que hoy hay mucho más consenso, tanto en Diputados como en el Senado, para poder avanzar en este proceso de modernización.
P.: Como periodista, hablo frecuentemente con empresarios y, si bien los juicios laborales aparecen de manera recurrente como un problema, no encuentro estadísticas sólidas que permitan dimensionar su magnitud real. ¿En base a qué datos puede sostenerse que no se trata de un conflicto de carácter estructural?
D.S.: Lo que pasa es que tenés varios planos para mirar el problema. Primero, hay un nivel muy claro, por ejemplo, en la litigiosidad dentro del sistema de la ART. Todo el esquema que se montó ahí castiga con aumentos de costos muy fuertes a las empresas.
Después, el otro gran tema de toda esta maraña de juicios laborales es que muchos de esos juicios terminan siendo arreglos. Entonces, vos no llegás a ver el número “formal” del juicio, porque terminás haciendo un acuerdo que siempre es mucho más oneroso de lo que establecía la ley.
¿Por qué? Porque aparece todo: “vos me tenías en negro”, “yo tengo un testigo”, etcétera. Cuando mirás el resultado final, terminás arreglando de manera extrajudicial, pero siempre pagando el doble o el triple de lo que hubieras pagado si se hubiese aplicado estrictamente lo que decía la ley.
Ahí también hay que mirar la densidad de los números. Hay todo un sistema que te empuja a un aumento del costo de litigar. Cuando esos juicios avanzan incluso se suman acordadas de cámaras que habilitan el cobro de intereses sobre intereses, sobre indexaciones.
P.: Sobre la política cambiaria, ¿le parece que es sostenible el esquema de bandas sin modificaciones? ¿El Gobierno logró anclar expectativas o todavía persisten dudas?
D.S.: Si mirás lo que pasó después de las elecciones, luego de ese shock transitorio negativo, hoy todas las expectativas siguen mostrando un dólar dentro de la banda. Ahora bien, creo que todavía falta: el propio Gobierno lo reconoce. Falta terminar de cerrar completamente la política cambiaria y monetaria.
Seguramente, en el primer trimestre, en el marco de la discusión con el Fondo y de la revisión del programa monetario aprobado en abril, puede haber alguna redefinición. Todavía quedan algunas restricciones al movimiento de flujos de capitales para personas jurídicas que el Gobierno tiene que terminar de eliminar.
Pero me parece que eso forma parte de este proceso. Pensemos que estamos hablando de un gobierno que lleva apenas 24 meses y de una economía que venía, si querés, totalmente desordenada desde hace 15 o 20 años. Entonces, creo que es, en gran medida, un problema de tiempos.
P.: ¿Le parece que, con el ritmo de acumulación de dólares que tenemos hoy, el Gobierno va a poder seguir profundizando o mejorando el ingreso al mercado de capitales, o va a necesitar una estrategia más agresiva en materia de reservas?
D.S.: A ver, si mirás el acuerdo que se revisó con el Fondo, claramente no se va a cumplir la meta de reservas, eso seguro. De todos modos, la señal que se dio el miércoles pasado es importante, porque es la primera vez en casi ocho años que se emite un bono en dólares. Si bien es bajo legislación local y en el mercado local, me parece que es una señal relevante.
Ahora creo que vamos a empezar a ver un proceso en el cual el Gobierno, de a poco, va a ir acumulando reservas. Acordate que el Gobierno también compró muchos dólares, pero al mismo tiempo pagó muchos. No defaulteó ningún bono: cada vez que vencía un bono pagó tanto intereses como capital.
Parte de la dificultad para acumular reservas tuvo que ver justamente con eso: cada vez que vencía un bono, se pagaba capital e intereses. En la medida en que el Gobierno pueda empezar a rollear los pagos de capital y que empecemos a ver el ingreso de dólares de algunas inversiones que ya están aprobadas y que el año que viene deberían empezar a desembolsarse, creo que ahí se va a poder iniciar un proceso un poco más acelerado de acumulación de reservas.
Hasta que no se logre el ingreso al mercado internacional voluntario, me parece que la acumulación de reservas va a ser un proceso más lento de lo que quizás se esperaba para este año.
P: Usted mencionó la importancia de la integración al mundo. A principios de la gestión, Milei parecía muy concentrado en desarrollar relaciones con EEUU, con Israel, limitando la política exterior a estos dos países. ¿Le parece que esa postura se fue flexibilizando?
D.S.: A ver, yo creo que el Gobierno, desde un primer momento, planteó la necesidad de celebrar negociaciones internacionales y de acelerar algunos procesos que, en el marco del Mercosur, venían siendo más lentos. Eso le dio, si querés, un impulso más rápido a ciertas negociaciones.
Ahora, cuando mirás el mundo, el mundo cada vez más —y en especial en los últimos diez años— empieza a negociar por bloques que tienen mayor afinidad política. Esa globalización de principios del siglo XXI, donde tenías países con intereses políticos muy disímiles pero con un gran volumen de comercio, de alguna manera se está reestructurando.
En ese sentido, esta profundización de alianzas políticas que está haciendo el Gobierno puede ser importante, quizás no tanto para el comercio en el corto plazo, pero sí para el flujo de inversiones, que es lo que de alguna manera puede mejorar la estructura exportadora.
Por otro lado, yo creo que países como la Argentina —y América Latina en general— tienen que tener suficiente flexibilidad en su política de comercio exterior. Es cierto que, en materia de seguridad, defensa y tecnología, la alianza con Estados Unidos es muy importante, pero también hay que mirar la geopolítica y la demografía.
La demografía hoy tracciona en Asia y en África, y ahí están nuestros principales compradores, tanto de alimentos como energía y, seguramente, también de minerales. Entonces, Argentina tiene que tener un alineamiento geopolítico claro que le permita profundizar procesos de inversión y, en algunos casos, de comercio.
Con EEUU no se trata tanto de un acuerdo comercial tradicional, porque producimos cosas similares y tenemos estructuras muy competitivas, sino más bien de acuerdos estratégicos. Al mismo tiempo, hay que avanzar en negociaciones, en especial con los países de Asia, porque ahí está gran parte de nuestro mercado.
Creo que nuestros países siempre van a tener que jugar con ese equilibrio: una alianza clara que marque que somos occidentales, que pertenecemos a democracias liberales, con alianzas geopolíticas, de seguridad y de tecnología, pero sin perder de vista los mercados. Dónde van nuestros granos, nuestros alimentos, nuestra energía, parte de la minería y los servicios tecnológicos. Esos mercados también hay que cuidarlos.

