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Occidente gira hacia la derecha popular

Occidente gira hacia la derecha popular
opinion

Cómo la inminente asunción de Trump reconfigura el escenario mundial. Los movimientos en Europa y Medio Oriente.

AI
  • 🇺🇸 **Impacto de Trump**: La victoria de Donald Trump en las elecciones de EE. UU. ha generado diferentes reacciones alrededor del mundo, alterando la imagen política global.
  • 🇮🇱 **Fortalecimiento de Israel**: Trump regresa al poder apoyando a Israel en su lucha contra Irán, quien teme por sus instalaciones nucleares.
  • 🏛️ **Crisis en la UE**: La elección de Trump amenaza con desencadenar un proteccionismo económico, mientras que la UE deberá aumentar su gasto militar en un contexto de protestas internas.
  • 🇫🇷 **Problemas en Francia**: El gobierno francés enfrenta serios problemas fiscales, lo que ha llevado a posibles pronósticos de colapso económico.
  • 🇩🇪 **Desafíos en Alemania**: Alemania se encuentra en una crisis tras decisiones políticas erróneas que han afectado su posición como potencia industrial.
  • 🎓 **Batalla cultural**: La reacción contra las élites culturales y políticas “woke” está comenzando a tomar fuerza, atrayendo a muchos votantes hacia la derecha.
  • 🌍 **Reacción global**: En Europa y América Latina, existen movimientos que critican las políticas progresistas, alentando un resurgimiento de ideologías derechistas.
  • 🐉 **Enfoque en China**: Trump centrará su atención en frenar el crecimiento económico y geopolítico de China, que se considera una amenaza para EE. UU.
  • ⚔️ **Éxitos de Occidente**: A pesar de las dificultades, el Occidente ha logrado algunos éxitos en Medio Oriente, debilitando el poder iraní y a Rusia en Siria.

 

Hace apenas un mes, quienes ocupan puestos significantes en la llamada comunidad internacional se dieron cuenta de que los años próximos serían bastante distintos de lo que casi todos habían previsto. Para angustia de muchos y júbilo de algunos, el triunfo rotundo de Donald Trump en las elecciones norteamericanas tuvo un impacto inmediato en el estado de ánimo de casi todas las elites políticas y culturales del planeta.

Entre otras cosas, el regreso inminente al poder máximo de un personaje tan impetuoso fortaleció a los israelíes que, encabezados por Benjamin Netanyahu, están luchando contra los resueltos a barrerlos de la faz de la Tierra. También debilitó a los teócratas iraníes que temen que, a diferencia de Joe Biden, Trump ayude a Israel a eliminar sus instalaciones nucleares. Según Rafael Grossi, el argentino que está a cargo de la agencia atómica de la ONU, Irán ya ha acumulado bastante uranio enriquecido para dotarse de un arsenal nuclear, algo que, por razones evidentes, Israel no está dispuesto a tolerar. De todos modos, el  repliegue de Irán privó a los yihadistas de Hezbollah, la milicia que los israelíes están en vías de desmantelar, de su fuente principal de armas y dinero, contribuyendo así a la caída estrepitosa de la dictadura de Bashar al-Assad en Siria.

Los tremores sísmicos que ha desatado Trump también están afectando a la Unión Europea: además de prepararse para enfrentar la ofensiva proteccionista que el presidente electo norteamericano ha amenazado con poner en marcha desde el primer día de su gestión, los países miembros tendrán que aumentar mucho su gasto militar justo cuando una proporción creciente de sus habitantes está protestando contra la presión impositiva, de ahí el avance al parecer inexorable de la “ultraderecha” que está aprovechando la sensación de fin de época que se ha difundido por el bien nombrado Viejo Continente.

La semana pasada, el gobierno francés se desplomó luego de fracasar el intento del primer ministro Michel Barnier de convencer a los parlamentarios de que no había más alternativa a la austeridad porque su país no podrá seguir viviendo por encima de sus medios. Puede que exageren los que dicen creer que Francia está por experimentar un colapso económico devastador seguido por una decadencia prolongada similar a la de la Argentina, pero de tomarse en serio los números, hay buenos motivos para sentir pesimismo.

Asimismo, Alemania, donde el inepto canciller Olaf Scholz se ha hecho sumamente impopular, está dejando de ser la potencia industrial legendaria de otros tiempos merced a los errores cometidos tanto por el gobierno actual como por sus antecesores, incluyendo al liderado por Angela Merkel.  Lo mismo que en Estados Unidos y otras partes del mundo rico, programas de desindustrialización impulsados por ecologistas preocupados por el calentamiento global están perjudicando enormemente a los trabajadores y a franjas cada vez mayores de la clase media que, en busca de alternativas, propenden a encontrarlas en movimientos denostados como derechistas, de los que el liderado por Trump, el que se cree destinado a restaurar “la grandeza” de Estados Unidos, es por lejos el más influyente.

Aunque muchos estudiosos se han acostumbrado a minimizar el protagonismo de personas determinadas en la historia de nuestra especie y atribuyen lo que sucede a fuerzas ciegas que son raramente detectadas por quienes se ven afectados por ellas, parece indiscutible que Trump ha incidido decisivamente en la conducta y pensamiento de muchos millones de hombres y mujeres tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo. En opinión de algunos “progresistas” que son afines al ala izquierda del Partido Demócrata, el que los norteamericanos lo hayan preferido a Kamala Harris se debe a nada más que una epidemia de estupidez en el populacho ignorante. Se trata de un sentimiento que a buen seguro comparte el presidente galo Emmanuel Macron cuando piensa en la negativa de la mayoría de los franceses a ayudarlo a reducir el ya gigantesco déficit fiscal. En Francia, no funciona el eslogan “no hay plata”.

Con todo, tanto en Europa como en Estados Unidos, los progresistas más lúcidos achacan la gira hacia la derecha que está cambiando drásticamente el paisaje político del mundo desarrollado a la arrogancia de las elites culturales que se han formado en los años últimos. No cabe duda de que los partidarios del “woke”, aquella extraña amalgama de políticas y actitudes basadas en diferencias étnicas y de género con las que activistas del culto se proponen subordinar a los varones blancos y heterosexuales supuestamente privilegiados a mujeres y personas de color, han provocado una fuerte reacción en su contra que ha perjudicado a los políticos de centroizquierda. Todo hace prever que la “batalla cultural” cobre más intensidad en los meses próximos al comenzar a aplicar Trump y sus simpatizantes una serie de reformas educativas profundas que ya están sembrando pánico en universidades como Harvard y Yale, cuyas autoridades académicas están entre los propagandistas más eficaces del credo.

Para Trump y, más aún, para quienes lo rodean, hombres como el empresario fabulosamente rico Elon Musk y el vicepresidente electo J: D. Vance,  los norteamericanos woke son “idiotas útiles” que se han puesto al servicio de los enemigos jurados de la civilización occidental y están haciendo lo posible por socavarla desde dentro denigrando sus tradiciones y tratándola como una empresa netamente criminal. Los ven como aliados de los nacionalistas chinos, islamistas de distinto tipo, militantes del “sur global” y otros que no sólo sueñan con aumentar su propio poder y su influencia, sino también, en muchos casos, con hacer que la cultura  mundial dominante sea mucho menos “eurocéntrica”.

Los partidarios de Trump distan de ser los únicos que piensan así. En Europa, hasta los escandinavos están reaccionando contra los excesos de los que critican con furia a las modalidades de su propio país sin atreverse a hacer lo mismo frente a las de otras partes del mundo cuyos habitantes, insisten, son víctimas inocentes de la terrible maldad occidental y por lo tanto no pueden ser culpables de nada.  Y en la Argentina, la participación fervorosa de Javier Milei en la cruzada pro-occidental en que Trump está desempeñando un papel estelar, le ha permitido agregar ingredientes extraeconómicos a la confusa ideología libertaria que se ha formado en torno suyo además, claro está, de adquirir un grado excepcional de notoriedad en el escenario internacional.

Como no pudo ser de otra manera, Trump tiene en la mira a China que, gracias a sus dimensiones demográficas, cuenta con una economía que, por su tamaño, rivaliza con la norteamericana. Si bien hay indicios de que está por terminar el largo período de crecimiento frenético del renacido “Imperio del Medio” que, en apenas una generación, le ha permitido transformarse de un inmenso país paupérrimo en uno que cuenta con regiones que son relativamente prósperas, es el único que, por ahora, está en condiciones de superar a Estados Unidos en la jerarquía económica y geopolítica mundial, lo que le permitiría difundir su cultura autoritaria a otras partes del planeta. Para los norteamericanos, incluyendo a los demócratas de la administración de Biden y Harris, es necesario hacer cuánto resulte factible para frenar a China antes de que se haga demasiado poderosa. Es de prever, pues, que una vez en la Casa Blanca, Trump presione a los gobiernos latinoamericanos, entre ellos el de Milei, para que no caigan en las garras del voraz dragón asiático.

Hasta hace muy poco, propendía a consolidarse la convicción de que el Occidente, atormentado por dudas de todo tipo estimuladas por “progresistas”, se había resignado a verse desalojado del lugar privilegiado que ha ocupado durante varios siglos. Parecería que a pocos les preocupaba que se trataría de una eventualidad terrible para quienes creen en la democracia, la libertad de expresión, los derechos de las mujeres y otros beneficios de origen occidental.

Sea como fuere, en las semanas últimas el Occidente -es decir, la comunidad internacional que está conformada por sociedades que han internalizado los valores reivindicados a través de los siglos por pensadores mayormente europeos- se ha anotado algunos éxitos importantes. Merced sobre todo a Israel, en el Oriente Medio el poder de Irán ha disminuido tanto que los muy agresivos ayatolás no estaban en condiciones de sostener al régimen de su amigo Al-Assad. También sufrió un derrota estratégica en Siria la Rusia del dictador Vladimir Putin que, convencido de que el Occidente era demasiado decadente como para frenarlo, cometió el error de obligar a los dirigentes europeos a abandonar las ilusiones pacifistas que muchos habían adoptado luego de la implosión de la Unión Soviética. Si bien parecería que Putin espera que Trump forzará al presidente ucraniano Volodimir Zelenski a cederle territorio a cambio de un armisticio, lo más probable es que el norteamericano, impresionado por la incapacidad de Rusia de continuar apoyando a su aliado sirio, aproveche la oportunidad que acaba de recibir para advertirle que sería de su interés dar por terminado el proyecto imperial que ya le ha costado a la Madre Rusia centenares de miles de muertos y un número aún mayor de heridos.   

 

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