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Fuerza obrera. Las huelgas obreras se cuelan en la campaña presidencial en EE. UU.

Fuerza obrera. Las huelgas obreras se cuelan en la campaña presidencial en EE. UU.
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La mayor huelga de la empresa Boeing se suma a la refinería Marathon y una posible huelga de los trabajadores automotrices contra el gigante Stellantis.

Desde el deslucido debate presidencial entre Trump y Biden allá por junio, la agenda política de Estados Unidos estuvo dominada por la campaña electoral. El presidente Joe Biden se bajó de la carrera para ser sustituido por su vicepresidenta, Kamala Harris; hubo dos intentos de asesinato contra Donald Trump; y, a pesar de que ninguno de los candidatos tiene nada que ofrecer a la clase trabajadora, la campaña se perfila como una de las más reñidas de la historia.

Pero el 12 de septiembre, la obsesión de los medios de comunicación por la campaña electoral se vio interrumpida por 33.000 trabajadores de la fábrica Boeing que irrumpieron en la escena nacional y ocuparon los titulares con la que es, hasta ahora, la mayor huelga del año. Los miembros de la Asociación Internacional de Maquinistas y Trabajadores Aeroespaciales (IAM) desafiaron a sus dirigentes sindicales y rechazaron la oferta de convenio ofrecida por Boeing. Más del 94% de los trabajadores votaron en contra del acuerdo provisional y el 96% votaron a favor de la huelga. Fue un acto inspirador en el que los trabajadores tomaron las riendas de su propio futuro.

Sin embargo, los trabajadores de Boeing no son los únicos que están haciendo olas. A principios de septiembre, 10.000 trabajadores de hoteles de todo el país se declararon en huelga, los trabajadores de la refinería de Marathon en la ciudad de Detroit también y en Amazon los esfuerzos de sindicalización avanzan a paso firme. Además, el sindicato UAW de las automotrices se está preparando para posibles huelgas múltiples contra Stellantis, los trabajadores del condado de Los Ángeles pueden ir a la huelga el 10 de octubre, y hasta 45.000 trabajadores portuarios pueden ir a la huelga el 1 de octubre, cerrando varios de los principales puertos de EE.UU. y potencialmente perturbando significativamente la economía.

Una huelga de trabajadores portuarios de una semana de duración podría costar a la economía miles de millones de dólares. Esto afectaría a millones de contenedores de carga especializados e interrumpiría el flujo de mercancías, deteniendo el movimiento de componentes de fábrica, vehículos, artículos para el hogar, muebles y otros productos de consumo, lo que perturbaría aún más las cadenas de suministro y varios sectores manufactureros, incluida la producción de automóviles.

Aunque la actividad huelguística en el país no alcanza los niveles de los años sesenta y setenta, se nota un crecimiento comparado con los últimos años. La clase obrera está tensando sus músculos, demostrando su poder estratégico dentro de la economía y afirmándose como una fuerza nacional a la que ambos partidos políticos deben hacer frente.

Estas huelgas ofrecen una poderosa alternativa a la política de Trump y Harris, cada vez más inclinados a la derecha, con Harris prometiendo que puede militarizar la frontera, vigilar las ciudades y dañar el medio ambiente mejor que Trump. Las huelgas ponen en primer plano las luchas económicas a las que se enfrentan los trabajadores, como la inflación, los alquileres inasequibles, las dificultades de acceso a la salud o al cuidado infantil.

Los partidos de la clase dominante quieren que nuestro compromiso político se limite a lo que ocurre en las urnas, haciéndonos creer que sólo podemos actuar una vez cada dos o cuatro años. Sus intentos de ganarse a la clase obrera se basan en convencer o seducir a dirigentes sindicales, casi siempre burócratas. Sin embargo, no es con los sindicatos apoyando a los partidos patronales como conseguiremos nuestras reivindicaciones, sino como hacen los trabajadores de Boeing, que toman el asunto en sus propias manos.

Boeing no sólo produce aviones comerciales, sino que también es uno de los mayores contratistas militares del mundo, apoyando las campañas criminales de Israel en Palestina y Líbano. Si el movimiento palestino y el movimiento obrero unieran sus luchas, el potencial sería inmenso. Del mismo modo con los estibadores, podrían ejercer una influencia significativa, especialmente dada la importancia estratégica de los puertos estadounidenses para las operaciones militares.

De momento, el presidente Joe Biden ha dicho que no utilizará la ley Taft-Hartley para impedir la huelga, como ocurrió en 2002 cuando la huelga portuaria amenazó la preparación de la guerra de Irak. Pero no por estar del lado de los trabajadores o del pueblo palestino, sino porque parece que el sindicato de estibadores juró vergonzosamente que seguirá cargando y descargando cargamentos militares, incluso en caso de huelga, a espalda de sus trabajadores.

Contra este tipo de maniobras, las bases tienen el poder de desafiar a sus dirigentes y a Taft-Hartley, y poner fin a todos los envíos de armas a través de los puertos de la Costa Este y del Sur. Para lograr estas acciones se deberá superar los límites de la burocracia sindical, que frena la lucha de los trabajadores a cada paso.

A pesar de los muchos errores de la campaña de Trump, la carrera por la presidencia se ha mantenido excepcionalmente reñida, y los demócratas utilizan el fantasma de la extrema derecha para juntar los votos necesarios para asegurarse un margen de victoria, al tiempo que ceden a la propaganda antiinmigrante y a favor del fracking. Esto quedó claro en el último debate presidencial, cuando Harris propuso un programa imperialista y prometió ser más dura que los republicanos en materia de inmigración.

Obviamente, Kamala Harris no es la solución al ascenso de la derecha. Sólo utilizando el poder de fuego de la clase trabajadora en nuestros lugares de trabajo para golpear la agenda racista, xenófoba, homófoba y antitrans de la Extrema Derecha, podremos derrotarlos. Sólo utilizando el poder de nuestro trabajo podremos hacer frente a la pobreza, el genocidio y el imperialismo, al tiempo que luchamos por defender el derecho al aborto, los derechos democráticos y los derechos de los grupos marginados, incluidos los inmigrantes, las personas trans y las comunidades afro americanas.

Necesitamos más que lo que estos candidatos pueden ofrecer. La verdadera solución está en tomar la lucha en nuestras propias manos: organizarnos y reunir a nuestros sindicatos y organizaciones del movimiento social para formar un frente unido contra Trump, Harris, la derecha y la política cada vez más xenófoba e imperialista de ambos partidos principales.

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