Aún estoy aquí: entregado al trance maravilloso del buen cine

Ya sabía que Aún estoy aquí trataba sobre la dictadura, sobre un secuestro, que arrancaría con calma, tendría su giro dramático y terminaría con un mensaje esperanzador. Pero fui igual.
- 🎬 **Regreso al cine**: La autora vuelve a Buenos Aires y decide ir al cine a ver "Aún estoy aquí", una película brasileña ganadora del Oscar.
- 🏠 **La comodidad del hogar**: A pesar de las opciones online, salir a ver una película en el cine sigue siendo atractivo por la experiencia única.
- 📖 **Conocer la trama**: La autora reflexiona sobre cómo, a pesar de conocer los finales de muchas historias, aún decide ver las películas.
- 🤔 **Importancia del contexto**: La idea de que un buen filme puede disfrutarse incluso con spoilers, ya que no solo es el factor sorpresa lo que lo hace bueno.
- 🎶 **Motivación para ver la película**: Comentarios de Gustavo Santaolalla y un programa de radio influyen en su decisión de ver "Aún estoy aquí".
- 📅 **Temática de la película**: La historia se centra en la dictadura brasileña y el secuestro de Rubens Paiva, un ex diputado activista.
- 😢 **Emociones en el cine**: Se menciona que la película provoca fuertes emociones y reflexiones sobre heroísmo y egoísmo en situaciones extremas.
- 📽️ **Recomendación**: Se sugiere ver "Aún estoy aquí" en la mejor calidad posible, ya que ofrece una experiencia profunda e impactante.
Tarde, pero seguro. De regreso en Buenos Aires, quise retomar la infinita agenda cultural que ofrece la ciudad y, entre tantas opciones, opté por ir al cine a ver Aún estoy aquí, la película del brasileño Walter Salles, ganadora del Oscar a Mejor Película Extranjera.
Es curioso que, con todas las alternativas disponibles, uno siga eligiendo ir al cine. A fin de cuentas, la mayoría de las películas se pueden conseguir online —si uno tiene algo de maña—, salvo que sean demasiado nuevas y solo estén disponibles en pésima calidad.
En ese sentido, el teatro sigue teniendo una ventaja significativa en pleno siglo XXI: si uno va a hacer el esfuerzo de salir de casa, sacarse el pijama, renunciar a pedir comida por una app, perder la posibilidad de pausar para ir al baño o mirar el celular en cualquier momento, y en cambio tiene que vestirse, perfumarse, pagar una entrada, trasladarse, buscar estacionamiento, respetar horarios y —eventualmente— coordinar con otras personas, entonces ver a actores y actrices en vivo puede ser una experiencia mucho más potente e irreemplazable salvo, claro, que el cine tenga una pantalla enorme y un sonido envolvente.
No solo es un desafío ir al cine y salir de la comodidad del hogar: también lo es entregarse a una historia cuyo desarrollo ya conocemos más o menos de antemano. Para que eso ocurra, la historia debe ser un clásico o tratar un tema muy convocante. Ya sé que Hamlet debe vengar la muerte de su padre y que todo terminará mal, pero decido verla igual. Ya sé que los mongoles no logran vencer al ejército chino en Mulan, pero decido verla igual. Ya sé que, pese a las vicisitudes, los enamorados terminarán juntos en cualquier película romántica de sábado a la tarde por Telefé o en la portada de Netflix. Y sin embargo, decido verla igual.
Por eso desconfío de quienes se horrorizan con el "spoiler alert". Si la trama es buena y la película está bien hecha, se puede disfrutar enormemente incluso sabiendo cómo termina. El factor sorpresa no es el único que gravita a la hora de apreciar un buen film.
Si bien ya había escuchado algunos comentarios sobre la película, lo que terminó de motivarme fue, primero, una entrevista a Gustavo Santaolalla —músico y productor de grandes artistas, películas y videojuegos— donde le preguntaban por el premio otorgado al cineasta brasileño Salles, con quien había trabajado en Diarios de motocicleta; y luego, una mención en la columna cultural del programa Marca de radio en Radio La Red conducido por la voz inconfundible del periodista Eduardo Aliverti, donde se comparaban las dictaduras de Brasil y Argentina y alentaban a los oyentes a ir a verla porque todavía seguía en cartel.
Eso me dio un panorama. Reforzó mi intuición. Ya sabía que Aún estoy aquí trataba sobre la dictadura y sobre un secuestro. Ya sabía que la película ideológicamente se enmarca en lo que hoy muchos llaman "woke", y que le dieron el Oscar como forma de lavarse las manos o limpiar culpas. Ya sabía que la historia arrancaría con calma, tendría su giro dramático y terminaría con un mensaje esperanzador. Pero igual fui.
Pagué la entrada y me entregué al trance maravilloso que ocurre cuando uno ve una buena película, con excelente imagen y sonido, completamente presente en la experiencia, sin tenerla de fondo mientras se revisa el celular o se trabaja en la computadora.
Ya desde los primeros cuadros la estética atrapa. Imágenes cálidas, en tonos sepia. El Río de Janeiro de los años '70. Todo es hermoso: los paisajes, actores y actrices, el vestuario, la casa —donde transcurre gran parte de la trama ubicada (cómo no) a metros de la playa—, la música —Caetano Veloso, João Gilberto, Os Mutantes— y, entre tanta belleza: irrumpe el horror.
No sabía que se trataba de una historia real. Un grupo de tareas viene a buscar a Rubens Paiva, ex diputado laborista, adinerado aunque progresista, depuesto tras la irrupción de la dictadura en 1964. Paiva continuó con su activismo político, aun a riesgo de poner en peligro a su familia. Su esposa, Maria Lucrécia Eunice Facciolla Paiva, debe hacerse cargo de la situación y seguir adelante cueste lo que cueste. Cuando vienen a buscarlo, Paiva tiene el gesto de vestirse con traje y corbata. La contradicción entre lo mejor y lo peor del género humano se imprimió en mi retina y me hizo lagrimear. Y con ello, surgieron los debates éticos y morales: ¿fue Paiva un héroe de las causas justas o un egoísta que subestimó las consecuencias?
Tal vez por la cercanía. Tal vez porque no conozco tanto sobre la dictadura brasileña, o porque vi poco cine de ese país: sin dudas, Aún estoy aquí es la mejor película sobre una dictadura que vi. Como sucede con La historia oficial o Argentina, 1985, ya conozco el tema, ya sé cómo empieza y cómo termina. Y con esa carga, Aún estoy aquí no me resultó obvia; me hizo pensar, emocionarme y disfrutar una vez más de un tema espantoso que no podemos olvidar. Si todavía no la vieron y no tienen la oportunidad de verla en el cine, por favor: véanla en la mejor pantalla y con el mejor sonido que puedan. Y, sobre todo, con atención.